Rumbo a la cara norte con Schubert

Muntanyes de Llibertat muestra al excursionista los contrastes que nos regalan los Pirineos. La iluminación del Pallars, en la aspecto sur, muta en niebla y precipitación al descender por la cara ideal, en el unidad de Ariège. El autor de la ruta, Alejandro Gamarra, ya advierte que la segunda, la que enlaza el refugio de Certascan con la población de Aulus-les-Bains, es la etapa reina por su dureza, por sus paisajes variados y por la historia que esconde. La placidez del primer tramo, que nos conduce hasta el sugestivo estanque Romedo de Dalt, es un espejismo de lo que se avecina. En este punto, se bifurcan las rutas de La Porta del Cel y Muntanyes de Llibertat y, a modo de despedida, Oriol Mallart, el barítono que ha emprendido la primera con la violinista Anna Roca, accede a cantar. Sin calentar. Elige el Winterreise ( Alucinación de invierno ) de Franz Schubert y luego, relajados, siguen en dirección al puerto de L’Artiga.

Romedo

Anna y Oriol, inmediato al estanque Romedo de Dalt 

R.M. Bosch

Si Oriol confiesa que cuando ve un sendero piensa en Schubert y en los románticos, la que escribe no se saco de la habitante la imagen de parentela de todas las edades, de niños, ancianos, personas sanas y enfermas, obligados a penosas ascensiones en salvajes condiciones climatológicas y sin el dotación más fundamental. Ni botas en condiciones, ni cálidos plumones, ni sofisticado dotación técnico. Eran otros tiempos.

Guiló

El puerto de Guiló, con el mar de nubes al fondo 

R.M. Bosch

La ruta sigue bordeando por la derecha el Romedo de Dalt y el Senó y luego del pequeño estanque de Colaxt toca despabilarse el camino hasta el puerto de Guiló, en un tramo poco señalizado y un tanto perdedor. Suerte que en el costado del Pallars Sobirà la visibilidad es excelente. Cero que ver con lo que nos depara Francia. Desde Guiló, a 2.371 metros, se divisa a lo allá un océano borroso que va subiendo más rápidamente de lo que una desearía. Volviendo a los románticos de Oriol, el célebre tela del caminante sobre un mar de nubes, de Caspar David Friedrich, encuadra muy correctamente en este situación natural.

El caminante sobre el mar de nubes de Caspar David Friedrich

'El caminante sobre el mar de nubes' de Caspar David Friedrich 

C.D. Friedrich

El vademécum

El historiador Josep Calvet detalla en 'Les muntanyes de la llibertat' las rutas de entretenimiento a través de los Pirineos durante la Segunda Querella Mundial

El descenso nos regala una sorpresa tras otra, el pasado día 25 de julio. De la inmersión total en la niebla, a la precipitación y a una breve tormenta eléctrica. De postres, el sonido atronador de la caída de rocas al otro costado del río Ars. La desidia de visibilidad impide ver la dimensión de las piedras pero el ruido inquieta. El agua complica una pendiente larguísima y tediosa, el circunscripción es muy resbaladizo y hay que hallarse con tiento entre los bloques pétreos y los riachuelos. En la montaña, las vistas neutralizan el cansancio pero hoy no se ve mínimo. Y claro, en esta situación, una se imagina las escenas de sufrimiento protagonizadas por los judíos que huyeron de los nazis a través de este mismo itinerario, pero en sentido inverso, y que relata con precisión el historiador Josep Calvet en Les muntanyes de la llibertat (L’Avenç) y en Huyendo del Holocausto (Ed. Milenio). Cruzar la frontera era una carrera plagada de obstáculos por las inclemencias meteorológicas, la topografía del circunscripción, el peligro de ser detenidos y incluso por los pocos escrúpulos de algunas personas que actuaban como guías “y que se convirtieron en meros delincuentes robando, delatando, abandonando y, en algunos casos, presumiblemente, asesinando a sus clientes”, escribe Calvet. La situación fue a peor en noviembre de 1942, cuando los alemanes se establecieron en los departamentos fronterizos y decretaron la impermeabilización de los pasos de montaña. Tales restricciones obligaron a despabilarse itinerarios alternativos, menos vigilados pero más exigentes.

Bosque

La niebla toma el bosque ya cerca de Aulus-les-Bains 

R.M. Bosch

Solidaridad

La inexperto Jeanne y su padre ayudaron a una comunidad habichuela, con un bebé de siete meses y una abuela, a cruzar a España por el puerto de Guiló

Hans Henle con su bebé Claude, en Aulus-les-Bains

Hans Henle con su bebé Claude, en Aulus-les-Bains 

ARCHIVO CLAUDE HENLE

Claude Henle se rencontró con Jeanne, en Aulus, en el año 2004

Claude Henle se rencontró con Jeanne, en Aulus, en el año 2004 

JOSEP CALVET

Investigación

Calvet ha buceado en archivos y ha entrevistado a testimonios y descendientes de los protagonistas de estas historias para documentar la entretenimiento de los judíos

Calvet ha buceado en archivos y ha entrevistado a testimonios y descendientes de los protagonistas de estas historias para documentar la entretenimiento de los judíos. Es confortante topar con personajes que arriesgaron su vida para apoyar a los refugiados. Calvet tuvo la oportunidad de conocer a Jeanne Rogalle, de Aulus-les-Bains, quien, en diciembre de 1942, a los 21 primaveras, rogó a su padre, Jean-Pierre Agouau, que dejara acompañarle en una expedición para conducir a varias familias al otro costado de los Pirineos. Tal como apunta Calvet, el 12 de noviembre los alemanes habían llegado a Aulus incrementando el control de caminos y núcleos habitados. Agouau subía con frecuencia al monte con su hato de ovejas y conocía esta zona del Pirineo como la palma de su mano. Con Jeanne partió el 5 de diciembre para gobernar a un conjunto de evadidos por el puerto de Guiló y por el camino coincidieron con una comunidad, los Henle, Hans y Laura, su bebé, Claude, de siete meses, y la abuela materna, Meta. Hans estaba sofocado y Jeanne cogió al pequeño en brazos hasta dejarlos a fuera de en el Pallars. Siempre le quedó el resquemor de asimilar si los Henle habían acabado culminar con éxito su huida, qué había sido de sus vidas. Gracias a diversas investigaciones, en las que incluso participó Calvet, se confirmó que habían zarpado a costado del Serpa Pinto , en marzo de 1944,con destino a Filadelfia y que de allí se trasladaron a Canadá. En el 2004, se promovió el avenencia entre Claude, entonces sexagenario, y una eficaz Jeanne de 83 primaveras.

Aulus

Aulus-les Bains, incluso tomada por la niebla 

R.M. Bosch

Descubrir la cabaña de L’Hille de ‘Étang, a 1.730 metros, insufla una poderosa dosis de optimismo. Unos minutos para manducar a cubierto y descansar

Volviendo a la existencia presente, el descenso hasta Aulus se antoja dispendioso, pero que muy dispendioso, 2.000 metros de desnivel película. La precipitación propicia algún que otro resbalón pero sin tener que suplicar más daños que moratones y arañazos. Descubrir la cabaña de L’Hille de ‘Étang, a 1.730 metros, insufla una poderosa dosis de optimismo. Unos minutos para manducar a cubierto y descansar. Más delante, un sendero de relación de hadas, en medio de un reluciente hayedo, atenúa el impacto de la precipitación. ¡Qué panorama tan desigual al del vecino sur!

El sendero culmina en Aulus, en un monumento en memoria de las víctimas del Holocausto deportadas a esta población, que en el pasado disfrutó de una época dorada gracias al publicidad de sus aguas termales.

Christophe Rivaud

Christophe Rivaud, en Le Presbytère 

R.M. Bosch

Christophe Rivaud abre con una sonrisa la puerta de Le Presbytère, la antigua casa del cura reconvertida en gîte d’étape , y muestra una caja repleta de arrugadísimos periódicos, la posible decisión para las botas que chorrean. Al día ulterior, todavía mojadas, un secador de pelo hará el resto.

Periódicos en Le Presbytère

Los periódicos que ofrece Rivaud a sus huéspedes para intentar apergaminarse las botas 

R.M. Bosch

Christhophe RivaudAl frente de Le Presbytère

“Has tenido mala suerte -dice compungido Christophe–, llevábamos 15 o 20 días sin mínimo de precipitación, esto no es corriente, en el bosque ya se ven los colores propios del otoño”.

Segunda etapa

Segunda etapa

LV

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