Los bombardeos de los últimos días en torno a la central nuclear ucraniana de Zaporiyia, situada en las extrarradio de la ciudad de Enerhodar, controlada por los rusos , han alertado a las autoridades del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y a Naciones Unidas, cuyo secretario militar, António Guterres, pidió ayer que se permita el entrada de inspectores internacionales a la veterano planta nuclear de Europa. Horas más tarde, el representante ruso frente a las organizaciones internacionales con sede en Viena, como es el caso del OIEA, afirmaba que Moscú está dispuesta a proporcionar esa recepción.
Ucrania y Rusia, se acusan mutuamente de los ataques producidos el viernes y el sábado pasados. Las tropas rusas (unos 500 soldados, según fuentes ucranianas) controlan la central nuclear desde marzo, pero los técnicos ucranianos siguen trabajando en ella.
El mayor responsable de la planta pide que sea puesta bajo control de fuerzas de paz como zona desmilitarizada
Las autoridades rusas de ocupación acusaron a las fuerzas ucranianas de perpetrar el ataque del viernes con el tirada de varios cohetes, que dañaron edificios administrativos y una zona cercana a un almacén. La embajada rusa en Washington todavía emitió un comunicado en el que detallaba los daños. “Los nacionalistas ucranianos lanzaron un ataque de artillería en el región del objeto especificado el 5 de agosto. Dos líneas eléctricas de suscripción tensión –del suministro foráneo de la planta– y una tubería de agua resultaron dañadas como resultado (...) Solo gracias a la eficaz y oportuna recital de los militares rusos (...) su infraestructura crítica no se vio afectada”, afirmó la embajada. Ayer, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, dijo que los ataques “podrían tener consecuencias catastróficas para una vasta zona, incluido el región europeo” y que “esperamos que los países que tienen una influencia absoluta sobre los líderes ucranianos la utilicen para poner fin a estos bombardeos”.
Del otro flanco, de acuerdo con Kyiv, bombardeos rusos dañaron el sábado tres sensores de radiación e hirieron a dos trabajadores. Según Enerhoatom, empresa estatal propietaria de la planta, los cohetes alcanzaron la instalación de almacenamiento de combustible nuclear consumido. El presidente Volodímir Zelenski acusó a Rusia de profesar un “terror nuclear” y pidió más sanciones internacionales, esta vez sobre el sector nuclear de Moscú. “No hay ninguna nación en el mundo que pueda sentirse segura cuando un Estado terrorista dispara contra una planta nuclear”, denunció Zelenski en un discurso estampa en vídeo el domingo.
Sin señalar a ningún responsable, el secretario militar de la ONU, António Guterres, advirtió que “cualquier ataque a una planta nuclear es suicida”, y lo hizo en una conferencia de prensa en Japón, en el entorno del 77º aniversario del fuego graneado atómico de Hiroshima. Guterres pidió que Rusia permita penetrar a la planta al personal del Organismo Internacional de la Energía Atómica. Hasta que no se permita el entrada de investigadores al lado no se podrá compulsar la interpretación de ninguna de las dos partes. “Apoyamos plenamente al OIEA en todos sus esfuerzos en relación con la creación de las condiciones de estabilización de la planta”, dijo Guterres. Por su parte, el director militar del OIEA, Rafael Mariano Grossi, advirtió que los bombardeos en el entorno de la central subrayan “el peligro muy efectivo de un desastre nuclear” e insistió en la carencia de que acuda una comisión para evaluar las condiciones de seguridad lo ayer posible.
El director de Enerhoatom, Petró Kotin, fue más allá, al demandar que la central sea constituida zona desmilitarizada y que sean desplegadas en ella fuerzas de paz. “La osadía que pedimos a la comunidad mundial y a todos nuestros socios (...) es la de retirar a los invasores del región de la planta y crear una zona desmilitarizada (...) La presencia de tropas de paz para que tomen el control de la zona, y asimismo el control de la planta a Ucrania resolvería el problema”, afirmó Kotin.
El Polarnet, un buque que salió de Ucrania el viernes pasado cargado con 12.000 toneladas de maíz, amarró ayer lunes en el puerto turco de Derince, al este de Estambul, convirtiéndose así en el primer mercante que llega a su puerto de destino adentro del acuerdo firmado el mes pasado para exportar cereal ucraniano a los mercados mundiales. “Agradezco a Turquía y a las Naciones Unidas que garantizaran la seguridad de la ruta marítima. Ucrania siempre ha sido un socio fiable para el transporte de productos agrícolas y a diferencia de Rusia no juega a Los juegos del deseo”, afirmó el embajador ucraniano en Ankara, Vasil Bodnar. El ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmitro Kuleba, subrayó por su parte que “esto envía un mensaje de esperanza a toda la comunidad en Oriente Medio, África y Asia: Ucrania no os abandona”.
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