Te sientas en unta terraza a tomar poco con cualquiera, comienzas a escuchar a la otra persona, pero no puedes, te cuesta ¿por qué? porque no solo oyes a tu amigo, sino asimismo al de al costado, al de enfrente, escuchas a la perfección las otras conversaciones, y por otra parte, la apero que se arrastra por el suelo, los sonidos de los cubiertos en los platos, el perro que ladra..., se mete todo en tu aurícula hasta el cerebro y cuando te quieres dar cuenta estás tan saturada de ruidos, que te invade la incomodidad, que poco a poco se convierte en ira, hasta que no puedes más y huyes ¡los sonidos te pudieron!
Pero ¿qué es exactamente la misofonía? Al parecer, estas personas se ven afectadas emocionalmente por los sonidos comunes, los que hacen los demás y, por lo común, a los que otras personas no les prestan atención. “La misofonía es una reacción exagerada a sonidos muy específicos en el interior de un contexto corriente y ordinario. Es el odio a sonidos específicos como por ejemplo clicar un boli, el golpeteo de un lapicero, ruidos nasales, carraspeo, succión de alimentos o bebidas, ladridos y taconeos entre otros”, cuenta el Dr. David Ezpeleta, neurólogo en el Hospital Universitario Quirón Lozanía en Madrid y miembro activo de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Trastorno
La intolerancia a algunos sonidos cotidianos se considera hoy en día una enfermedad
“Mientras que en algunos casos son algunos de estos sonidos los que despiertan esta sensación de ira o de ansiedad, otros de los que la padecen solo experimentan poco de inquina”, cuenta el Dr. David Ezpeleta, agrega el experimentado.
Lo que parece poco, anticipadamente, sin demasiada importancia, lo cierto es que para quienes o padecen resulta en ocasiones poco insoportable. Y de hecho, según Hear-it.org, una página dedicada a todo tipo de problemas de concierto define esta afección como: “ un trastorno neurológico en el que los estímulos auditivos, y en ocasiones visuales, son malinterpretados por el sistema nervioso central. Una afección cuyas causas no subyacen en los oídos, sino en una disfunción del sistema auditivo central en el cerebro”.
Al parecer, todavía hay mucho que investigar sobre la misofonía, ya que sus causas siguen siendo un enigma, e incluso, no fue hasta acertadamente entrada la lapso de los 90 cuando se llegó a reconocerlo como una enfermedad. “Acciones como respirar, bostezar o masticar crean una respuesta de lucha o huida que desencadena la ira y el deseo de escapar. La misofonía está poco estudiada y no se sabe qué tan global es aún”, espeta el Dr. David Ezpeleta.
De hecho, la investigación más fresco publicada en abril de este año por parte de científicos del Biostatistics & Health Informatics del King's College de Londres en un esquema llamado S. Five Misophonia, detallan la ingenuidad de la experiencia misofónica, se adentra en todo lo que sienten y padecen estas personas, pero no tanto todavía en sus causas. Y como tal, las personas que la padecen en casos más graves, se les consideran poco a ausencia sociales, psicológicamente más frágiles y delicados, de difícil trato y poco amigables. Así, incluso, existen ya Asociaciones como el esquema internacional Misophonia School, donde han comenzada a incluir en los colegios todos los bienes necesarios para que profesores, educadores, padres y familias en común puedan atender a niños y jóvenes en estas circunstancias y en los distintos contextos formales e informales.
Por otra parte, y tal y como recogen en el crónica del 'S. Five Misophonia', en las terapias para tratar esta enfermedad, lo recomendable es que asimismo participen los miembros de la clan del afectado o la afectada para conseguir entender que el paciente no es consciente de sus reacciones y sensaciones de ira, que es un acto involuntario, resultante del estrés del sonido.
No siempre tiene que ver con el aurícula, aunque puede coincidir
Lo cierto es que la misofonía tiene unas implicaciones las cuales no conllevan una activación significativa del sistema auditivo. “Las personas que padecen misofonía tengan por qué tener problema auditivo alguno, aunque hay casos en los que coinciden. Por otra parte, la misofonía no hace que la persona sienta fobia o miedo cerca de un determinado ruido, simplemente rechazo o inquina. La principal diferencia entre la misofonía y otros trastornos auditivos como la hiperacusia y la fonofobia es que la primera es una respuesta desproporcionada a sonidos específicos sea cual sea la intensidad de los mismos”, explica el experimentado.
Y es que, aunque la misofonía pueda custodiar alguna similitud con otras dolencias auditivas como el tinnitus y la hiperacusia las personas con misofonía no padecen en líneas generales ningún trastorno psiquiátrico y existen algunas terapias que ayudan a los pacientes a achicar sus respuestas frente a los sonidos de activación.
“En la hiperacusia asimismo existe una respuesta exagerada a los sonidos ambientales, con frecuencia referida en forma de dolor, pero en este caso se perciben con longevo intensidad y afecta a la mayoría de los sonidos, sin selectividad. Los pacientes con fonofobia tienen reacciones de ansiedad y en sentido precioso miedo frente a determinados estímulos sonoros. Por otro costado, el acúfeno es un trastorno diferente que, si acertadamente puede relacionarse con los anteriores, no proviene de un estímulo foráneo sino que el paciente percibe un sonido interno, un ruido puro, que se hace más intenso en situaciones de silencio sonoro”, prosigue el Dr. David Ezpeleta.
En definitiva, se prostitución de una enfermedad que, por otra parte va en aumento y que afecta a unos peor que a otros que puede conducir al aislamiento. “La misofonía suele aparecer más o menos de los 12 abriles, y por lo común, cuando aparece, estas personas se sienten avergonzadas y no lo suelen contar: sin confiscación debe hacerse frente, ya que se prostitución de un trastorno positivo que compromete seriamente el funcionamiento, la socialización y, en última instancia, la salubridad mental”, concluye.
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