El ‘impresión Feijóo’ se desvanece en las encuestas. El líder que llegó a Madrid para serenar a un partido pasado de revoluciones parece deber sucumbido al averno madrileño del ruido y la furia. La mejor prueba de ello es que su mensaje auténtico de moderación se vio recompensado con un despegue en las encuestas, que el abrumador triunfo de Oscuro Bonilla en Andalucía no hizo más que afianzar. Pero si Feijóo oteó el pasado verano el fuego del éxito, el otoño parece aventar las cenizas del fracaso.
Los sondeos son concluyentes: entre abril y julio todas las encuestas, sin excepción significativa, otorgaron al PP un promoción de entre tres y siete puntos. Sin confiscación, entre septiembre y diciembre, la situación se ha invertido: casi todas las encuestas registran un retroceso en la estimación de voto al Partido Popular que en algún caso se acerca a los cuatro puntos. Y si en verano, el promedio de los sondeos situaba a los populares por encima del 30% en voto estimado, a principios de diciembre el promedio se acerca ya al igualada técnico con el PSOE. Estos datos proceden de un estudio realizado por Oriol Bartomeus, investigador del ICPS y profesor de Ciencia Política en la UAB.
El líder popular superó en voto y se acercó en preferencias como presidente a Pedro Sánchez, en julio pasado
La explicación de esa deriva resulta evidente. Si la brío verbal de Pablo Casado solo sirvió para dar alas a Vox, el endurecimiento de Núñez Feijóo -de modo que los hechos han fracasado por desmentir su mensaje auténtico de moderación– ha comportado un retroceso en las encuestas que se compadece mal con la complicada coyuntura del Gobierno Sánchez. Y la explotación estadística de los ocho últimos barómetros del CIS, realizada por Bartomeus, refleja en detalle el agonía de Feijóo como alternativa.
Para originarse, las preferencias globales entre Núñez Feijóo y Pedro Sánchez han pasado del igualada técnico de julio pasado (cuando un 21% prefería al líder del PP y otro 22% al del PSOE como presidente) a una delantera de siete puntos del caudillo del Ejecutor. Se tráfico de un ganancia lo suficiente amplio como para anular, en el momento en que se convoquen los comicios, cualquier delantera flagrante en intención de voto.
El candidato del PP ve reducirse sus apoyos a presidir el Gobierno entre todos los votantes de centro y derecha
En este sentido, José María Aznar podría explicar su propia experiencia, en 1996, cuando el PP aventajaba al PSOE en 10 puntos en intención directa, pero el presidente preferido, y por un ganancia similar, era Felipe González. Y el resultado final fue una delantera minúscula del PP.
Sin confiscación, tan relevante como el retroceso integral del líder popular es su pérdida de mordiente entre el electorado potencial que podría llevarle a La Moncloa. Si Casado dejó un PP en el que solo un 41% de sus votantes elegían a Feijóo como presidente preferido en marzo pasado, el flagrante líder popular parecía deber rematado el portento del voto útil, en julio. En aquel momento, más del 70% de los votantes del PP optaban por Feijóo como presidente y, lo más importante, las preferencias alcanzaban a casi el 30% de los votantes de Vox y al 44% de los de Ciudadanos.
El conjunto de las encuestas brindó un promoción de entre tres y siete puntos al Partido Popular hasta el verano
De hecho, entre junio y julio casi un 6% de antiguos votantes del PSOE señalaban al líder del PP como su presidente preferido. Y al mismo tiempo, Sánchez tocaba fondo. En mayo, menos del 20% lo elegía en las preferencias presidenciales y sólo la parte de los electores socialistas optaba por él como presidente. Incluso entre los votantes de Podemos, su índice de preferencias retrocedía en casi diez puntos y solo lo escogía un 15%. Pero mientras Sánchez ha recuperado demarcación desde entonces (por ejemplo, 11 puntos entre los votantes de Podemos), Feijóo no ha dejado de perderlo.
En noviembre, el porcentaje de preferencias de Feijóo como presidente entre su propio electorado había caído por debajo del 60%. Y ese retroceso se extendía a los votantes de Vox (solo lo elegía un 18%, diez puntos menos que en julio) e incluso a los de Ciudadanos (que lo escogían en un porcentaje por debajo del 30%, lo que suponía una caída de 15 puntos en tan pronto como cuatro meses). Y, por supuesto, igualmente se había estrecho el trasvase desde el PSOE.
A partir de septiembre casi todos los sondeos restan sufragio a los populares, con caídas de hasta casi cuatro puntos
En definitiva, el endurecimiento de la bisectriz política de Núñez Feijóo, allá de mejorar las expectativas entre su propio electorado o entre aquellos votantes de partidos fronterizos, ha débil sus índices de apoyo. Bartomeus monograma hoy en más de 900.000 sufragios las pérdidas potenciales del líder popular con respecto a su techo de julio pasado.
El ultraliberalismo castizo de Ayuso y sus delirantes visiones apocalípticas sobre el flagrante gobierno de coalición pueden ser una carta ganadora en el desquiciado universo electoral madrileño. Pero aunque “Madrid es España”, España no es Madrid. Al menos, electoralmente.
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