El pontífice emérito, Benedicto XVI, será enterrado en tres ataúdes, como es tradicional en los papas, y la celebración litúrgica de su funeral “calca, a grandes rasgos, la de un Sumo Pontífice”. Así lo ha asegurado este martes el portavoz de la Santa Sede, Matteo Bruni, sobre la culto exequial de Joseph Ratzinger, que tendrá área este jueves en la plaza de San Pedro, cinco días luego de que falleciera a los 95 abriles en su residencia, el monasterio Mater Ecclesiae en los jardines vaticanos.
“La almohadilla es la celebración litúrgica de un Sumo Pontífice, con algunos fundamentos originales y otros que faltan, los que tienen que ver con el Pontífice reinante”, ha explicado el portavoz a los periodistas acreditados. Por ejemplo, no estarán las oraciones finales que son muy específicas sobre el Papa en entrenamiento, las de la diócesis de Roma y las de las Iglesias orientales.
Cuando falleció el teutónico, el primer pontífice en renunciar en 600 abriles, la gran intríngulis era cómo iba a hacerlo la Santa Sede para ofrecer unos funerales dignos de un papa pero sin originar confusiones con el papel de Francisco. Poco a poco se han ido despejando las dudas. La sensación es que el Vaticano ha querido organizar un entierro con el tono rebajado, mucho más sencillo que el del imperial Juan Pablo II, siguiendo la voluntad de Benedicto XVI que deseaba una despedida sobria.
El funeral, por ejemplo, no será un funeral de Estado y solamente están invitadas oficialmente las delegaciones de Alemania –país nativo del teólogo– e Italia –el de acogida–. El resto de autoridades que deseen venir lo harán a título privado. Por parte de España, acudirán la reina Sofía y el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, encargado de las relaciones con la Iglesia. El interés es enorme: más de 600 periodistas de todo el mundo están acreditados para el evento.
El texto de la celebración litúrgica del funeral no es improvisado sino que ha sido preparado con tiempo, informa Bruni, que sin incautación no ha precisado si era poco que llevaba organizándose a lo amplio de estos casi diez abriles de retiro de Benedicto XVI. La culto estará oficiada por el contemporáneo decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re, poco habitual desde que el Papa sufre problemas de movilidad por sus dolores de rodilla, y presidida por Francisco, que realizará la homilía.
Como todos los papas, Ratzinger tendrá un triple caja: de ciprés, de zinc y de madera. Su cuerpo será cerrado mañana, luego de que termine el velorio sabido en la monumento de San Pedro, en el de ciprés, que al día subsiguiente será utilizado en el funeral. En su interior se colocarán se colocarán las medallas y las monedas acuñadas durante su pontificado, por otra parte de los palios que vistió durante su carrera eclesiástica y un texto que describe su papado, en latín, insertado en un cilindro de metal.
Una signo pequeño que el lunes
25.000 fieles, hasta las 12 del mediodía, han presentado este martes sus respetos
El jueves, poco antiguamente de las nueve de la mañana, el caja saldrá de la monumento para permitir a los fieles rezar el rosario. A posteriori, al final de la culto, será trasladado a la cripta vaticana para su sepultura. Se efectuará entonces otro ritual, donde se colocará una cinta a su en torno a con los sellos oficiales. A posteriori se introducirá en el segundo caja de zinc, que será saldado y sellado, y finalmente interiormente de una caja de madera que es la que será sepultada interiormente de la tumba vacía que fue usada por su admirado predecesor, Juan Pablo II, antiguamente de que fuera trasladado a la monumento tras su beatificación, en el 2011. Según el biógrafo calificado de Ratzinger, Peter Seewald, este era el área que prefería el teutónico.
Este martes continúan desfilando decenas de miles de fieles para presentar sus respetos delante el papa emérito, expuesto desde ayer en la nave central de la monumento de San Pedro, en un catafalco situado bajo el Altar de la Confesión y adyacente al notorio baldaquino de Gian Lorenzo Bernini. El primer ministro húngaro, el ultraderechista Viktor Orbán –que no es precisamente un entusiasta de Jorge Mario Bergoglio– asistió por la mañana, siendo uno de los primeros líderes internacionales en hacerlo. A la calma de las cifras finales de la trayecto, hasta el mediodía la gendarmería vaticana ha contado unos 25.000 visitantes, un número pequeño al de ayer, cuando 65.000 personas fueron a rendir homenaje.
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