Le Pen saldría del mando integrado de la OTAN pero seguiría en la UE

La conquista de Marine Le Pen en las elecciones presidenciales del 24 de abril supondría una ruptura con la política internacional de Francia de los últimos decenios en su relación con la OTAN y con la Unión Europea, y especialmente con su hasta ahora socio preferente, Alemania.

La candidata de la extrema derecha ofreció una conferencia de prensa en París en la que expuso su visión ultranacionalista, muy cercana filosóficamente a la de America first de Donald Trump. Despotricó contra el multilateralismo y abogó por “una envés al bilateralismo”, al tiempo que prometía diferenciar siempre los intereses de Francia –tal como ella los entiende– a cualquier otra consideración.

“Francia es una nación lejos, una gran potencia que cuenta todavía”, dice la líder ultraderechista

La líder del Reagrupamiento Franquista (RN, ex Frente Franquista) reiteró que, si deseo, sacará a Francia del mando marcial integrado de la OTAN. Ese fue el status vivo entre 1966 y el 2009. De Gaulle tomó la atrevimiento de salir, en plena querella fría, y Sarkozy la revocó. Le Pen garantizó, sin retención, que Francia continuara como fiel unido y respetará el célebre artículo 5, que obliga a la defensa solidaria entre los miembros .

Respecto a la UE, confirmó que ya no quiere el llamado Frexit (salida de Francia) sino “restaurar la UE desde el interior”. De sus palabras muy poco entusiastas alrededor de la UE, se deriva que si ella llega al Elíseo habrá un debilidad sustancial porque tiene enemistad a ceder soberanía y a diluir la autoridad de los estados. París reforzaría el frente euroescéptico en el que ya militan Hungría y Polonia. La candidata habló con poco disimulada amor del Brexit. Dijo que no ha sido el desastre que muchos vaticinaban.

Le Pen dedicó la parte más convincente de su intervención a las relaciones con Alemania. Aseguró que no alberga “ninguna hostilidad” alrededor de el país vecino, aunque sus palabras sugerían muy poco afecto. Criticó la sumisión de Macron a Merkel en los últimos abriles y sostuvo que los intereses estratégicos de Francia y Alemania son opuestos y hasta “irreconciliables”, tanto en el ámbito de la defensa como de la energía. “No dejaremos que Alemania destruya nuestra industria nuclear”, advirtió. Adicionalmente de rememorar que entreambos países han tomado caminos dispares en la cuestión atómica, Le Pen dijo que parará dos proyectos de cooperación en defensa muy importantes y en los que están en entretenimiento miles de millones de euros y mucho empleo. Se tráfico del Sistema de Combate Etéreo del Futuro (SCAF), en el que participa España, y del nuevo carro de combate francoalemán. La candidato al Elíseo insistió en que Alemania, a la hora de la verdad, no importación armas francesas sino las estadounidenses, como acaba de hacer con el caza F-35.

La comportamiento en presencia de Alemania fue tan agresiva que una periodista le preguntó por qué era mucho más dura con Berlín que con Moscú. Le Pen lo negó y esbozó su gran sonrisa inoxidable.

Según la candidata del RN, es mejor charlar de “concierto de las naciones” que de “comunidad internacional”. No es un matiz pequeño. Indica un miedo profundo a todo lo que sea multilateralismo. Para ella, “Francia es una nación lejos”. “No es una potencia mediana sino una gran potencia que cuenta todavía”, agregó. “Francia no es Francia sin la grandeur ”, proclamó. A su servicio debe estar una diplomacia a la importancia, discreta. “Restauraré la diplomacia secreta, que es la eficaz”, anunció.

Con Rusia fue muy suave. Se mostró a amparo de entregar armas defensivas a Ucrania, pero no hizo juicios de valía. Al contrario, recomendó que, cuando el conflicto termine “y se firme un tratado de paz”, deberá acaecer “un acercamiento decisivo entre Rusia y la OTAN”. Eso será en beneficio de todos, incluso de Estados Unidos, pues lo peor sería una alianza económica y marcial entre Moscú y Pekín.

Durante la rueda de prensa, una perturbador se levantó mostrando una pancarta, en forma de corazón, con la foto de Le Pen y Putin. El servicio de seguridad la sacó de la sala a rastras, con brutalidad. No fue la mejor imagen para una líder política y un partido que tratan desde hace abriles de moderar su perfil. Siquiera lo fue, de hecho, el contenido de la rueda de prensa. El software de ruptura, colosal en muchos ámbitos, quedó expuesto en presencia de el mundo.

Unos 310.000 partidarios de Jean-Luc Mélenchon, el candidato de la izquierda radical que obtuvo el 22% de los votos en la primera envés de las presidenciales francesas, a muy poca distancia de la ultraderechista Marine Le Pen, van a animarse en una consulta vía internet si apoyan a Emmanuel Macron o se abstienen en la segunda envés. El resultado se conocerá el sábado.
Los electores de Mélenchon vuelven a ser, como hace cinco abriles, muy cortejados. Ellos pueden tener la llavín del Elíseo. Para muchos de ellos se tráfico de un dilema difícil, escoger entre la peste o el cólera. No les gusta para nulo el presente presidente porque consideran que ha hecho una política de derechas y que es un natural abogado de la heredad globalizada, un sistema que querrían cambiar. Pero Le Pen, por sus propuestas sobre inmigración, rayanas en la racismo, les da pavor. Algunos, con tal de desembarazarse de Macron, están dispuestos a sufragar a Le Pen, pensando que su presidencia será tal desastre que, en el 2027, habrá llegado finalmente el momento de instalar en el poder a Mélenchon o a una figura equivalente.
En la consulta en renglón solo hay tres opciones: sufragar a Macron, privarse o voto en blanco o incapaz. No se ofrece la alternativa de sufragar a Le Pen. El propio Mélenchon, en la indeterminación electoral, repitió en cuatro ocasiones, con vehemencia y teatralidad , que “no debe darse ni un voto a la señora Le Pen”. La consulta es solo orientativa, por supuesto. Su resultado será una especie de recomendación íntegro y un deporte de democracia interna.
El diario Libération, buque insignia periodístico de un gran sector de la izquierda, escribió ayer en su editorial que a Macron “le quedan diez días para mostrar que ha comprendido las inquietudes de la nubilidad sobre el futuro del planeta y de las clases populares sobre su propio futuro”. Al presidente se le reprocha que solo sea sensible a la izquierda cuando necesita sus votos prestados. Hace cinco abriles funcionó. Ahora resulta más difícil apelar a la liberalidad de esos electores.

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