Faltaba poco para que acabase su turno cuando Carita avisó a su hermana de que no iría a cenar: un cliente del bar la había invitado a salir. Aquella fue la última vez que la fresco de 21 abriles estuvo consciente, porque, horas más tarde fue ingresada en estado de coma. Su concomitante, un hombre que se hacía gritar Akira Nishida, aseguraba que Carita había sufrido una intoxicación de marisco. pero no era más que una patraña, y, su autor, un millonario y violador en serie que había drogado a la fresco para satisfacer sus sádicas perversiones.
Dos semanas posteriormente, Carita falleció en el hospital sin que las autoridades japonesas investigaran este extraño caso. Detrás de esta asesinato se escondía Joji Obara, un creso magnate que drogaba a mujeres para violarlas oculto bajo un máscara adverso mientras lo grababa todo en vídeo. De en torno a las 400 agresiones sexuales que perpetró, dos de ellas terminaron en crimen.
Raíces humildes
Joji Obara, nacido como Kim Sung Jong el 10 de agosto de 1952 en la ciudad japonesa de Osaka, provenía de una tribu coreana muy humilde, poco que le avergonzaba soberanamente. De hecho, el muchacho siempre trató de tapar sus raíces de múltiples maneras. Por ejemplo, mediante una operación para redondear los luceros y hacerlos menos rasgados, o cambiando su nombre por el de Seisho Hoshiyama para parecer más japonés. Aunque esto extremo le duró poco y regresó a su nombre llamativo.
A pesar de los orígenes modestos de sus progenitores, Joji se crió en los mejores colegios privados del país y formó parte de un círculo social de lo más elitista.
Esto se debió a la gran fortuna que su padre amasó gracias a su ludopatía, ya que dicha suma terminó por ponerle en contacto con empresarios del mundo del entretenimiento hasta mandar todo un entramado de máquinas de póker. Aquella mina de oro reportó a la tribu un status crematístico y social privilegiado, especialmente a Joji, que estudió Leyes y Ciencias Políticas en una de las mejores universidades de Tokio, perfeccionó su inglés y completó su educación viviendo en Estados Unidos y Suecia.
Pero la repentina asesinato del patriarca llevó a Joji a tomar las riendas de los negocios familiares y a modificar el fortuna de la herencia en el sector inmobiliario. Así fue cómo empezó a especular con beneficios raíces y a multiplicar su patrimonio hasta ganar a los 45 millones de dólares a principios de los abriles noventa.
Ahora adecuadamente, la crisis económica que azotó esta lapso supuso igualmente millones de dólares en pérdidas para Joji. Tanto es así que empezó a ser acosado por acreedores y, según parece, se dedicó a blanquear fortuna de organizaciones criminales en un intento por revertir su situación. Su contacto con los bajos fondos empresariales igualmente le llevó a ocultar su identidad. De ahí que tan pronto como haya fotos de él y las que se registran del violador en serie este aparece con lentes de sol oscuras.
El encubierto
Párrafo de su vínculo con la mafia, Joji igualmente frecuentaba algunas de las zonas más sórdidas de Tokio, como el arrabal de Roppongi, con locales nocturnos regentados por atractivas mujeres occidentales en la mostrador. Así fue cómo el millonario inició su particular caza en rebusca de potenciales víctimas a las que someter sexualmente.
Joji siempre seguía el mismo modus operandi para vislumbrar a las mujeres, todas ellas más altas que él, guapas y occidentales: hacía elegancia de su acaudalada posición económica para invitarlas a cenar y a tomar una copa en su morada, luego, las ofrecía una copa de morapio con un potente sedante y, cuando las dejaba inconscientes, se colocaba un máscara adverso al estilo del personaje de El Zorro e iniciaba sus sádicas perversiones que grababa en su cámara de vídeo.
El patrón violaba a las mujeres durante horas y si alguna se despertaba desorientada, volvía a drogarlas con cloroformo hasta que concluía su ritual del horror. Una vez que las víctimas despertaban, Joji les explicaba que se habían desmayado a causa del licor y les aconsejaba que regresaran a casa y descansaran durante unos días. Puntual ayer de cruzar el acceso de la puerta, el patrón les ponía un manojo de billetes en la mano. Era su forma de acallarlas si tenían algún memoria de lo ocurrido.
Durante una lapso, el encubierto japonés cometió más o menos de 400 agresiones sexuales a mujeres, todas ellas filmadas en vídeo y cuyas cintas guardaba en su domicilio. Sin requisa, de entre estos centenares de abusos, Joji asesinó a dos de víctimas: la australiana Carita Ridgway y la británica Lucie Blackman, ambas de 21 abriles. Pero fue el crimen de la inglesa lo que llevó a las autoridades a descubrir a este violador serial.
Ingresada en coma
Carita Ridgway llegó a Tokio desde Sidney en diciembre de 1991, al igual que su hermana viejo Samantha había hecho poco ayer. La fresco, de 21 abriles, estudiaba interpretación y quería guardar fortuna para pagarse las clases. La australiana aceptó un trabajo como camarera en el bar del Club Ayakoji del exclusivo arrabal de Ginza, regentado por ricos hombres de negocios con ganas de conocer a occidentales. Allí fue donde Carita vio a su violador y nocivo, Joji Obara.
Todo ocurrió la perplejidad de San Valentín de 1992. La fresco avisó a su hermana de que llegaría tarde a casa: un cliente la había invitado a cenar. Tres días más tarde, Carita fue ingresada en estado de coma por un envenenamiento reservado causado por la ingesta de marisco y la hermana supo que un hombre viejo, un tal Akira Nishida, era quien había llevado a Carita a urgencias.
Durante los siguientes quince días, el desconocido explicó a la tribu lo ocurrido vía telefónica, e incluso pagó los gastos derivados de la hospitalización de su fresco amiga. Sin requisa, tras la asesinato de Carita el 29 de febrero, Nishida acudió a pasar revista a los padres, que habían viajado hasta Tokio, les mostró sus condolencias y les dio fortuna para respaldar el funeral.
Acto seguido, el hombre desapareció sin dejar rastra, lo que resultó proporcionado extraño a Samantha, así que puso en conocimiento de las autoridades la sospechosa asesinato de su hermana. Sin requisa, su corazonada respecto al papel de aquel millonario en el envenenamiento de Carita cayó en saco roto y en la vida se investigó el caso.
El único encontronazo de Joji Obara con la ley ocurrió en el año 1998: fue detenido vestido de mujer tratando de aprender a las usuarias de un baño sabido. Todo quedó en una leve amonestación. Entre tanto, el patrón siguió captando a nuevas víctimas a las que drogar y herir sexualmente acullá de la examen de la policía japonesa. Nadie sospechaba que, debajo de aquel aspecto de hombre de negocios educado y amable, en efectividad se escondía un peligroso criminal.
Lucie y la secta
Dos abriles más tarde de este incidente, el millonario asesinó a Lucie Blackman, una británica que llegó a Japón con una visa de turista en el 2000 y que trabajaba en la discoteca Casablanca, un tópico en Roppongi frecuentado por hombres de mediana antigüedad y cuyo garfio eran sus bellas camareras occidentales.
El 1 de julio, Joji Obara siguió al dedillo su modus operandi y se llevó a casa a Lucie, a la que drogó y violó durante horas. Sin requisa, la fresco en la vida despertó, así que el patrón procedió a deshacerse del fallecido: lo descuartizó, lo metió en varias bolsas de plástico y las abandonó en una cueva próxima a su casa, en la zona de Miura.
Al día posterior, el nocivo llamó al morada de Lucie y dejó un misiva a su compañera de carretera: la británica se había unido a una secta y no deseaba ser buscada ni contactada. El mensaje no convenció a la amiga, que contactó con la hermana de Lucie y denunciaron su desaparición. De nuevo, las autoridades desestimaron cualquier investigación porque “las jóvenes como Lucie se iban frecuentemente de descanso a Tailandia o a Bali”. Aquello no frenó a la tribu Blackman.
Tim, el padre de la víctima, puso en conocimiento de la secretaría de Asuntos Exteriores inglés lo ocurrido y este a su vez se lo comunicó al por entonces primer ministro inglés Tony Blair, quien en plena encuentro oficial al país japonés se lo mencionó a su homólogo japonés Yoshiro Mori. Solo entonces, se iniciaron las investigaciones.
A partir de ese momento, el caso de la desaparición de Lucie Blackman saltó a la primera plana internacional, lo que llevó a Joji a escribir una misiva haciéndose acontecer por la fresco. “Dejadme en paz. Estoy haciendo lo que quiero”, decía la carta que recibieron los padres el 1 de agosto. Nadie creyó que Lucie fuese la autora de aquellas palabras, y menos aún cuando tres mujeres extranjeras acudieron a las autoridades y explicaron su experiencia a manos de un tal Joji Obara.
Las víctimas relataron que se despertaron doloridas y enfermas en la cama de este desconocido posteriormente de ingerir una copa de morapio. Por otra parte, la investigación igualmente dio con el nombre de Nishida, el seudónimo del millonario, al que vincularon con el suscripción de gastos hospitalarios de la fallecida Carita Ridgway ocho abriles ayer.
La detención
En presencia de tales evidencias, la policía obtuvo una orden de registro del domicilio de Obara e incautaron: potentes sedantes, entre ellos cloroformo, igualmente centenares de grabaciones caseras donde aparecía Joji encubierto violando a mujeres, encima de un diario personal titulado ‘Selección de las conquistas’, en el que describe sus depravaciones sexuales.
“Las mujeres son solo buenas para el sexo… buscaré venganza. Venganza contra el mundo… Las camareras extranjeras son todas feas. No por su apariencia, sino por su mentalidad”, decía una de las entradas. Y es que, según el patrón, “mi objetivo es deber tenido sexo con 500 personas para cuando tenga 50 abriles”. Sin requisa, “no puedo hacerlo cuando ellas están conscientes”, de ahí el uso de drogas. Incluso encontraron un apunte al banda del nombre de Carita con la frase “demasiado cloroformo”.
Joji Obara fue detenido en el mes de octubre marcado de los asesinatos de Lucie y Carita y por la violación de al menos otras ocho mujeres. El 9 de febrero de 2001, la policía encontró el fallecido descuartizado de la británica en varias bolsas de basura, pero el división de putrefacción de los restos impidió a los forenses determinar la causa de la asesinato.
El 4 de julio, se inició el discernimiento contra el millonario, quien mantuvo su inocencia hasta el final alegando que las víctimas eran drogodependientes con las que previamente había convenido prácticas sexuales a cambio de fortuna.
El proceso estuvo a punto de irse al traste posteriormente de que el padre de Lucie aceptara 450.000 libras que un socio de Obara le dio en concepto de indemnización. Este “soborno”, lícito en Japón, no impidió que el patrón fuese enemigo culpable abriles más tarde.
Finalmente, el 24 de abril de 2007 el tribunal sentenció a cautiverio perpetua a Joji Obara por todos los delitos que se le imputaban excepto por los referentes a Lucie Blackman. Según la sala, no había suficientes pruebas para condenarlo. La delación apeló el veredicto y, en diciembre de 2008, el millonario recibió una nueva condena, pero esta vez por el secuestro, desmembramiento y disposición del fallecido de la británica, aunque no por su crimen.
Este jarro de agua fría llevó a la tribu de la fresco a centrarse en recuperar su estabilidad emocional y en no destinar ni un solo esfuerzo más en pensar en el criminal. “No me queda carencia por distinguir en dirección a Obara. Hemos sofocado nuestras emociones. No queda carencia que distinguir”, aseguraba el padre de Lucie completamente desalentado.
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