“El intestino masculino y el femenino son distintos”

Irene Miguel-Tojo es una científica nacida en Barcelona (en 1973) y afincada en Inglaterra. Doble en biología del expansión, investiga en el MRC London Institute of Medical Sciences del Imperial College. En julio, ingresará en la Royal Society de Londres, la institución científica más antigua en funcionamiento (se fundó en el 1660) y, sin duda, la de más renombre.

Para entrar en esta sociedad hay que acumular méritos científicos, ser nominada y evaluada la contribución al conocimiento por otros socios. Ella ha pasado la criba y llevará a la sociedad de ciencias británica una novedosa radio de investigación.

Las dos primeras científicas de origen castellano

Entre los 51 socios que ingresan este año (de 800 candidatos) están Miguel-Tojo y Carola García de Vinuesa, inmunóloga nacida en Cádiz que trabaja en el Instituto Francis Crick de Londres y en Australia, donde se ha implicado en un sonado caso procesal. Serán las primeras científicas de origen castellano que entren en la mítica sociedad. Todavía ingresa Óscar Marín, neurobiólogo madrileño que investiga en el King’s College.

Una veintena de españoles, como los Nobel Santiago Ramón y Cajal y Severo Ochoa, forman parte de la histórica sociedad de Londres, entre cuyas funciones de respaldo de la ciencia figura asesorar al gobierno sajón. 

lab irene miguel

Un detalle del laboratorio que dirige la científica

Pertenecieron a la Royal Society, entre otros, Isaac Newton, Charles Darwin, Adam Smith, Albert Einstein, Stephen Hawking, Francis Crick o, entre los socios vivos, David Attenborough, Tim Berners-Lee y Elon Musk.

Menos generosa ha sido la institución en convenir los méritos de las científicas. Ninguna fue admitida hasta 1945. Las socias suponían el 10% en el 2019. Los últimos primaveras se admiten 10 o 15 cada año (12 en el presente), pero entre socias (como las Nobel Dorothy Hodgkin, Elizabeth Blackburn y Donna Strickland) y miembros extranjeros (como Rita Levi-Montalcini, Jennifer Doudna, Fabiola Gianotti) suman unas 280 en la inventario de 8.000 académicos (unos 1.500 vivos). Igualmente, solo el 14% de los socios actuales tienen menos de 60 primaveras.

Una barcelonesa afincada en Londres

Irene Miguel-Tojo estudió bioquímica en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y se fue a hacer un doctorado en genética en la Universidad de Oxford. “Era muy anglófila ya de adolescente, me gustaba mucho la civilización inglesa, quería proceder en Londres”, explica. Pasó por la Universidad de Harvard (EE.UU.) y la de Linkoping (Suecia), pero volvió a Londres, donde vive con su marido y dos hijas “superinglesas”.

A la bióloga le intrigaron el expansión de las neuronas y el sistema nervioso, la diversificación neuronal y las neuronas del intestino. “Sí, tenemos 500 millones de neuronas en el intestino”, afirma. Entre la fisiología, la biología y la genética, investiga los millones de células del intestino. “Se tráfico de ver cómo el intestino nos controla la fisiología, el transformación, el comportamiento”, dice. Incide en los nutrientes, la microbiota, las hormonas, el sexo, la reproducción, la inmunidad, el envejecimiento.

Entre la fisiología, la biología y el uso de la genética, estudia las neuronas intestinales y otras células

“El intestino, por ejemplo, presenta diferencias de sexo. El intestino masculino es desigual del mujeril. Lo vimos en las moscas Drosophila, luego en ratones y ahora lo estudiamos en humanos. Hay muchos tipos celulares diferentes y miramos cómo son y por qué existen”, detalla la científica.

Su equipo estudia la plasticidad de los órganos. Trabajando con la mosca vieron que cuando pone huevos, le crece el intestino. Pensaron que no sería un cualidad compartido por los mamíferos, con órganos reproductivos específicos. Pero los estudios en ratones apuntan que sí. Ahora quieren observar qué pasa con las mujeres.

El ocultación del intestino plástico

Por lo estudiado en animales, tras la reproducción, el intestino no vuelve al tamaño preliminar. ¿Por qué crece?, ¿para extraer más nutrientes?, ¿tiene luego alguna función?, ¿podría contribuir, por ejemplo, a que la mujer luego crecimiento? Son preguntas que se hacen los investigadores y buscan respuestas.

Hay más cuestiones que azuzan el entusiasmo de Miguel-Tojo: si el intestino es desigual según el sexo, ¿podría explicar diferencias por sexo en enfermedades? “Esta claro que la mayoría de enfermedades tienen una dimensión de clase que durante décadas no se tuvo en cuenta y estos últimos primaveras se ha empezado a estudiar. Nuestro trabajo podría ser una contribución más en este ámbito”, dice la científica.

The Royal Society

The Royal Society tiene su sede en Londres 

Parece que aún hay mucho que memorizar respecto al sexo y el clase. “Bueno, una cosa es el sexo y otra el clase –apunta–. Al trabajar con moscas o ratones hay diferencias de sexo pero no de clase. Otra cosa es entre humanos. Creo que hay alguna concurrencia muy dogmática sobre una cosa y otra, pero se me hace difícil separar sexo y clase. En un adulto muchos aspectos no sabes si obedecen al sexo o a la construcción social del clase. Creo que lo importante es no sacar las cosas de contexto”.

A Miguel-Tojo le ilusiona pertenecer a la Royal Society, aunque bromea que casi hará más felices a sus padres. Pero la enorgullece el ingreso donado que, en proporción, se reconoce a menos mujeres científicas que a hombres. “Y ocurre igual con las minorías étnicas”, indica. Calma contribuir a que esto vaya cambiando.

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