“No intento descubrir el futuro. Sólo trato de prevenirlo”. La frase es de Ray Bradbury, uno de los padres de la letras de ciencia-ficción, pero describe, con exactitud, el saldo que deja tras de sí la primera semana de la campaña electoral en Andalucía, que este viernes alcanza su propio equinoccio, acordado cuando los días que restan para la batalla del 19J equivalen a los que han quedado definitivamente detrás. Las incógnitas del eclosión –si las dos derechas reunidas tendrán que conducir juntas delante la partida de una mayoría suficiente o si las ocho marcas de izquierdas podrían articular una aritmética parlamentaria alternativa– siguen sin respuesta.
La medio de partida no ha cambiado y, aunque en los próximos días los sondeos intentarán afinar poco más sus pronósticos, cosa difícil hexaedro el número de indecisos y abstencionistas potenciales, todo indica que hasta el mismo domingo del recuento no se sabrá con seguridad si en la gran autonomía del Sur se impondrá el maniquí Ayuso o la modificación Mañueco.
A pesar de la agotamiento dominante –ningún partido ha recurrido, hasta ahora, a la exterminio sucia; siquiera las disputas verbales han sido muy subidas de tono; los seis candidatos incluso mantuvieron el decoro en el primer debate electoral– algunas cuestiones perfilan el tablero político que puede confirmar (o desmentir) un cambio de ciclo en la política española.
Bronceado Bonilla, esta semana en la romería del Rocío en Almonte (Huelva) 
La primera duda tiene que ver con la aviación acrobática. Y afecta al indudable predilecto, Juan Manuel Bronceado Bonilla (PP), que tras meses de aparecer en las encuestas como el candidato con más opciones, a un paso de la mayoría absoluta, pero sin alcanzarla, debe afrontar una de las tareas más delicadas para cualquier piloto profesional: hacer aterrizar a su avión.
La nave del PP andaluz, de cuya suerte depende el sesgo de Génova, es en estos momentos un avión basculante que, antiguamente de tomar tierra, mueve tenuemente sus alas a izquierda y a derecha, intentando consolidar un permanencia genéticamente inestable. Es una maniobra que requiere pulso, actos y finezza: un movimiento excesivo en dirección a cualquiera de entreambos extremos –el PSOE o Vox– puede descompensar el peso del avión y escorarlo en la dirección equivocada.
La velocidad y las dimensiones de la pista asimismo son factores trascendentes: el piloto (Bronceado Bonilla) debe ir frenando a medida que se reducen sus dimensiones para conseguir el landing. El pasaje siente los infinitos segundos de la incertidumbre. En el interior de la cabina reina un silencio prudente y tenso. Todo parece ir adecuadamente, pero los pasajeros saben que existen dos clases de aterrizajes distintos: los suaves, que no se notan, y otros con impacto, sea leve o intenso. Bronceado Bonilla ve por otra parte que la pista (parlamentaria) está saturada y tiene serias razones para temer que una aritmética imperfecta en las urnas pueda tornarse diabólica.
Juan Espadas charla con los periodistas que siguen su campaña electoral 
El maduro aventura para el avión del PP es encontrarse con un pozo de música y decidir atrapado en una turbulencia que cambie la agotamiento de estas elecciones que, en su fuero interno, el candidato conservador considera una molestia. El presidente de la Juntura, que entrará en funciones interiormente de diez días sin señal de que su segunda investidura salga en la primera votación, ha hecho la clásica campaña de quien está en el poder y no causa excesivo rechazo.
Su logística –no provocar a nadie, evitar la confrontación directa, cuidar las formas, fingir una humildad teatral– le ha protegido (hasta ahora) una travesía sin incidentes, pero parte de la navegación ha preciso planear delante la partida de un singladura totalmente inclinado. La vencimiento es mucho más probable que segura. Y el exceso de confianza, un mal representación. Si un político alcanza mucha mérito de planeo en un trecho corto, su cuesta siempre es pronunciada.
De ausencia le servirán a Bronceado Bonilla los 50 diputados que auguran los sondeos si la indeterminación electoral se topa con un ambiente que le obligue a pactar con Vox un gobierno de coalición. En coherencia con su discurso, esta hipótesis implicaría la pérdida del aura. De obtener el apoyo de los ultramontanos, continuaría gobernando, pero su suerte, hasta ahora empinado, entraría en una grado de deterioro. Cualquier poder sometido a la requisito de una transacción constante es un poder relativo e inestable. Mudable, en suma.
Macarena Olona, este miércoles en un mercado de Dos Hermanas (Sevilla) 
Tanto más con Vox, un partido cuya exigencia de entrar en San Telmo no obedece sólo a la requisito de controlar una estructura institucional de indudable peso. Andalucía, en términos de política franquista, cuenta más que Castilla y Arrogante; entre otras cuestiones porque ha ejercido tradicionalmente como contrapeso delante las tentaciones de desproporcionalidad territorial que cada cierto tiempo sobrevuelan la Moncloa. El Sur para Vox es un objetivo animoso. Urgente y necesario.
Un fracaso de Olona –eso supondría no conducir– implicaría para Abascal un contratiempo tan serio como un pacto de gobierno con los ultramontanos que rebase la cesión de dos o tres consejerías lo será para Feijóo. La peregrina hipótesis que San Telmo lleva alimentando desde hace seis meses –“si el PP supera a toda la izquierda asociación Vox no tendrá otro remedio que apoyar la segunda coronación de Bronceado Bonilla”– no casa ni con la evidencia parlamentaria ni con los circunstancias. Menos aún con la postura política de Vox. O césares, o ausencia
Susana Díaz, al ir en cabeza los comicios en 2015, nunca pensó que desde su vencimiento en las urnas hasta su ratificación como presidenta transcurrirían 81 largos días y cuatro votaciones, tres de ellas humillantes, hasta que Cs sostuvo a un PSOE en decadencia que terminaría colapsando en 2018. Probablemente el presidente de la Juntura no contemple decidir atrapado en un trance similar. Pero puede sobrevenir: la investidura asimismo puede ser una forma de tortura.
Cartel electoral de Yolanda Díaz con Inmaculada Nieto, candidata de la coalición Por Andalucía 
Delante esta situación el PP se vería obligado a aceptar cualquier acuerdo con Vox para ayudar la cancillería del Quirinale, pero dicho triunfo (sin alas) se convertiría pronto en un fracaso y en el preludio de una tempestad duradera. Timonear la maduro autonomía de España con Vox no es hacerlo con Cs. La inestabilidad y la incertidumbre legislativa se volverán crónicas en Andalucía y obligarían a Bronceado, como los boxeadores en medio de un combate, a hacer excesivos movimientos de cintura, con el aventura de que pudiera terminar rompiéndose.
Peor todavía es la fórmula alternativa, enunciada por el candidato del PP antiguamente de que comenzase esta campaña: retornar a repetir las elecciones. Una segunda consulta electoral con resultados similares evidenciará todavía más la pasión política de Bronceado Bonilla, incapaz de asegurar su continuidad con las cartas suministradas por los electores. Un presidente de la Juntura debe conducir, no remitirse a reinar. No hilván con estar. Hay que perdurar.
Cohabitar con Vox, sin duda, no es un cuadro idílico, pero para el PP resulta preferible a caer desde el Gloria al suelo de moretón o que se estrelle su avión antiguamente de tomar tierra. La exterminio del 19J se aproxima a su final approach. La tripulación de San Telmo contiene la respiración a la dilación de ver si el avión levitón con la elegancia de un gran pájaro de puñal o enfila la pista de aterrizaje con su poder de sustentación comprometido. En diez días saldremos de dudas.
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