Matar al padre

Niki de Saint-Phalle (1930-2002) vivió con un pincel en una mano y un rifle calibre 22 en la otra. A principios de los primaveras sesenta, la pintora, escultora, cineasta y exmodelo franconorteamericana comenzó sus sesiones de tiro. De pie frente a los lienzos, en los que incrustaba botes y bolsas de pigmento recubiertas de yeso, disparaba sin piedad con su fusil hasta que la pintura sangraba. Aparecía enfundada en un sensual chimpancé blanco y llevaba botas negras. El humo daba la impresión de supresión. “¿A quién representaba el cuadro? ¿A Papá? ¿A todos los hombres? ¿Hombres pequeños? ¿Hombres altos? ¿Hombres grandes? ¿Hombres gordos? ¿Hombres? ¿Azar la pintura era yo? Me disparé durante un ritual que me permitió caducar por mi propia mano y renacer” . Una supresión sin bajas. Disparando contra su propia violencia ya no tendría que llevarla como una carga. Cuando cumplió vigésimo primaveras, su padre le había enviado una carta de confesión: “Estoy seguro. ¿Recuerdas cuando tenías merienda primaveras y traté de convertirte en mi concubina?”. A ella le llevó cincuenta primaveras explicar su propio relato en Mon secret , en forma asimismo de carta a su hija: “El verano de las serpientes fue cuando mi padre, este banquero, este aristócrata, puso su polla en mi boca”, escribió. “Comprendí que todo lo que me enseñaron era desleal. Aprendí a habitar con eso y a sobrevivir con mi secreto. Esta soledad forzada creó en mí el espacio necesario para escribir mis primeros poemas y desarrollar mi vida interior, que luego me convertiría en cómico”. Había hecho un primer exorcismo en Daddy , película de 1972 en la que se vengó de su padre convirtiéndolo en mujer, humillándolo y finalmente matándolo. “Hermana, tengo una información maravillosa: finalmente, papá está muerto”, dice una voz en off. Aquello provocó un escándalo. “¡Solo mi raíz, algunos críticos raros y Jacques Lacan me defendieron!”.

Ayer de explorar los caminos de la alegría, Niki de Saint-Phalle sacudió su enojo a tiros

Pero antiguamente de desterrar la enojo y explorar las posibilidades de la alegría, Saint-Phalle tuvo que aventajar la obsesiva tentación del suicidio (acumulaba bajo la cama un conjunto de cuchillos y objetos punzantes), someterse a sesiones de electroshock en un psiquiátrico y cambiar la vida doméstica con su primer marido, Harry Mathews, y sus dos hijos, por otra que le permitiera ser cómico a tiempo completo. Se unió a Jean Tinguely (los B onnie and Clyde del arte ) y obtuvo éxito y examen con sus Nanas, un ejército de gozosas mujeres de colores vibrantes y cuerpos curvilíneos dispuestas a hacer del mundo un división más hospitalario. Inspirándose en el Parc Güell, dedicó los últimos vigésimo primaveras a encaramar en la Toscana un rosaleda de esculturas habitables cuyo material tóxico acabó con su vida. Aquello que le hacía atinado acabó asesinándola. Una nueva (Automóvil) historia editada por Nicole Rudick, What Is Now Known Was Only Merienda Imagined , nos devuelve su voz a través de escritos, garabatos, cartas, memorias... “Siempre sentí que el Carmen del Edén estaba acoplado al flanco del Abismo. A solo un paso de distancia”.

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