Trayecto de clausura del primer fin de semana de un Primavera Sound que no se volverá a disfrutar por estas latitudes en este formato (aunque eso nunca se sabe). Quizás para estar a la prestigio de esta excepcionalidad, el simpatizante acudió de forma aún más masiva que los días anteriores (el jueves, 66.000; el viernes, 74.000) y se preveía que rondase el superficie completo (80.000 asistentes). El cartel con nombres de extraordinario crecimiento – Gorillaz, Tyler, the Creator, Idles, Nick Cave...– ayudaba lógicamente a ello.
Precisamente la presencia de Nick Cave acompañado de sus indestructibles Bad Seeds tenía un atractivo superlativo. La dimensión artística del creador australiano, su proyección extramusical –con tristes sucesos como la asesinato de dos hijos suyos en condiciones dramáticas– o su conexión con el festival le dimensionaban con antelación como un imprescindible. Y en la destreza las expectativas se vieron confirmadas a la enésima potencia. Ayer ofreció a las 10 de la tinieblas en uno de los dos escenarios principales un intenso, itinerario por parte de su repertorio, que como se sabe, es todo menos previsible.
El cantante australiano y su facción se entregaron en cuerpo y alma con un repertorio antológico
Desde el 2018 no giraba con los Bad Seeds –pararon en el Primavera–, y anoche se le pudo retornar a ver unido a Warren Ellis, Jim Sclavunos y compañía, encima de un trío de voces de color que dimensionaron muy acertadamente algunos temas. Ataviado de traje, chaleco y camisa blanca, se entregó hasta el alma, a ras de manifiesto a menudo, de rodillas en el proscenio, como si en aquello fuese su vida. Su interpretación, con sus Bad Seeds desabridos, de From her to eternity , fue un ejemplo inolvidable. Abrieron con Get ready for love y estaba previsto que lo hicieran, tras una veintena de perlas, con Ghosteen speaks . En fin, un cancionero ( Waiting for you, Jubilee Street, Carnage , Red right hand, y en los bises los previstos Into my arms o la inédita en directo Vortex ), que volvió a encandilar a la populosa parroquia.
Todavía le debió de hacer su qué a Blixa Bargeld, inclasificable músico y vocalista, que fue un Bad Seed más entre los primaveras 1984 y 2003. Y que es el alma y razón de ser de la legendaria facción alemana Einstürzende Neubauten, que a comienzos de los ochenta agitó convenciones y convencionalismos, partiendo del rock industrial, con sonoridades insospechadas y con su voz inconfundible, normalmente en germano.
Hubo en la proposición de ayer dos mujeres de arte abrasivo, con garfio y calidad a raudales la cantaora María José Llergo y la superestrella Jorja Smith. La cordobesa, formada musicalmente en Barcelona regresaba al Primavera, pero convertida en una de las voces más renovadoras de la número flamenca: voz de amplia flexibilidad, casta interpretativa y concepto que rebosa arte. Encima, con una presencia escénica –ayer con un espectacular vestido rojo– que encandiló al masivo respetable.
Smith, por su parte, demostró que hoy por hoy, está en las grandes ligas. Poderío, ritmo contagioso y voz sobresaliente caracterizan su alucinación por el r’n’b y un pop de tintes negros, y piruetas por el rock. La británica cuenta con un convincente facción, de sonoridad diáfana y con un groove de cuidado. Abrió la primera de sus cuatro noches en este Primavera con Teenage fantasy y mantuvo el moldura hasta el final.
Más próximo fue Ferran Palau, que hizo acto de presencia en uno de los escenarios grandes y a las inclementes y soleadas seis de la tarde. Para algunos el indiscutible padre del pop metafísico (otro de los progenitores es Joan Pons, factótum de El Petit de Cal Eril y que le hace de pila en sus directos) comenzó con su referencial Kevin y ofreció su ensoñadora combinación de pop y r’n’b a un publico no muy amplio.
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