En una ciudad habituada a la hipérbole, donde en cualquier ángulo se sirve la mejor pizza de Nueva York, catalogar al barriada de Parkchester como el más singular de la Gran Manzana no parece una exageración.
Parkchester, en el Bronx, desconocido para muchos neoyorquinos, tiene una población que vive en los pisos y unos residentes fijos, que no se han movido, en el sentido igual, en ocho décadas, llueva, cocaína, brille un sol abrasador o sople un huracán. Exceptuado que los expulse la negligencia o la codicia humana.
Los personajes más exuberantes suelen suceder el rato en las entradas de los edificios y en las esquinas"
Solo hay que observar como el jerarca indio (pipa de la paz en mano), la chaconera hawaiana, el proselitista o el marcial vestido de garbo comparten su espacio con un torero o una flamenca ataviada con peineta. ¿Qué hacen estos tipos en el Bronx? ¿Que les trajo hasta este área tan insólito para algunos?
Entre los más de 30.000 residentes de Parkchester, el complicado de apartamentos inaugurado en los primaveras cuarenta, “los personajes más exuberantes suelen suceder el rato en las entradas de los edificios y en las esquinas”, escribe John Freeman Gill, periodista y novelista.
Su holganza es su seña de identidad. Al torero, la flamenca y sus amigos les acompañan diseminados por las fachadas otros muchos: bomberos, cantantes folk, acordeonista, guitarristas, arlequines, madonas, obreros, trabajadores de acerías. mecánicos, aguadores, holandeses (en tributo al origen de esta metrópolis), figuras de la mitología, sirenas...
No desidia la fauna doméstica de perros o pájaros, ni la exótica que de habitual no se encuentra en un paisaje tan urbano, con osos, canguros o gacelas.
“Hay escenas de un día frecuente de la vida saco, como mujeres hablando sentadas, cotilleando. Numerosas escenas tienen críos, como la pupila con su muñeca o los que juegan con su mascota”, afirma Sharon Pandolfo Perez, creativa publicitaria, historiadora del barriada y gestora del The Parkchester Project para preservar la memoria y catalogar este riquezas.
Se cuentan más de 1.000 esculturas , unas cuantas, las más grandes de dos metros y medio
Se cuentan más de 1.000 esculturas , unas cuantas, las más grandes de dos metros y medio, colgadas en las partes superiores de los inmuebles de baldosín.
Estas figuras tridimensionales, bastantes coloreadas, que definen al vecindario, son esculturas de terracota creadas de forma caprichosa, pergeñadas por un total de nueve artistas, como descubrió la historiadora nave. Cuatro de los que figuran en la letanía –Raymond Granville Barger, Joseph Kiselewski, Carl Smith y Theodor Barbarossa– aparecieron calificados de “artistas prominentes” en la revista Art Digest en 1941, porque habían realizado una tarea importante de ornamentación en la Exposición Mundial de Nueva York (1939) y en Parkchester.
Estos invitados de piedra dan un toque peculiar a este entramado de calles edificadas en un exposición residencial de avenidas amplias y zonas ajardinadas. En parte rememoran los patios interiores que Ildefons Cerdà dibujó para las cuadrículas del Eixample barcelonés.
Esa amplitud perseguía un objetivo de sanidad para combatir la transmisión de la polio, señala Pandolfo Perez, que pasó la infancia en este comarca ( todavía reside al flanco), y es una magnífica dirección para conocer lo que fue y lo que es este barriada.
En su memoria están los desaparecidos almacenes Woolworth, en cuyo interior había un dinner (pintoresco restaurante norteamericano) donde ella tiene su bizcocho de Proust.
“Remembranza el chocolate caliente porque venía con una cereza encima”, evoca.
La ornamentación forma parte de este complicado residencial desde que la compañía aseguradora MetLife emprendió su construcción en 1938. El enorme plan –12.000 pisos en 59 edificios, de siete a doce plantas, con una separación de al menos 18 metros entre bloques y tres cuartas partes de espacio franco– tenía la meta de crear un área ideal para la clase trabajadora estadounidense.
En las fachadas hay bomberos, mecánicos, incluso un torero, pero la intemperie castiga y no se les da cuidado
El dispositivo primoroso se dispuso para elevar la dignidad de la zona. “Aquí estás rodeado de arte y cambia la perspectiva y como miras las cosas. Da valía. El único sitio comparable es el Rockefeller Center, ¿y para quién es el Rockefeller Center?, plantea Pandolfo Pérez.
“Estas estatuas hacen el arte accesible. Si preguntas a la concurrencia de aquí si ha ido al Metropolitan Museum, la mayoría avala que no, así que esto es una inspiración”, matiza. “A los vecinos les gusta residir con las estatuas, sienten que son de ellos, que el arte es de ellos”.
Pero en los últimos primaveras, unas 45 piezas han desaparecido posteriormente de sacarlas de su residencia de toda la vida por las cuadrillas de mantenimiento de los edificios. Esta circunstancia enfurece a los residentes y es la principal razón de ser del The Parkchester Project, que documenta en su página de Instagram la desaparición de eminentes estatuas.
Según la gestora de esta iniciativa, que ha rematado el apoyo del Consejo del Distrito Histórico y de personalidades, como la legisladora Alexandria Ocasio-Cortez, cuyo distrito incluye Parkchester, entre las pérdidas constan estatuas de tamaño superior al humano de dos bomberos, una musa, un esquiador o una mujer con flores.
“Fíjate en ese edificio, ahí faltan al menos cuatro”, recalca la cicerone desde el punto central de reunión de la fuente Fantasia, que Granville Barger realizó en 1941. No es casual, remarca, que allá donde se echa de menos ornamentación existe un contraste de ladrillos. Los viejos son más oscuros que los nuevos.
Los grupos de preservación arquitectónica incluso han hecho sonar la temor. Aseguran que ha empezado la cuenta a espaldas. “El inigualable conjunto de adornos de terracota policromada del complicado, unas 500 estatuillas y 600 placas, se está erosionando”, escribió Roberta Nusim, presidenta de la Art Deco Society de Nueva York, a la comisión de conservación de edificios singulares.
Sostuvo que esta destrucción es el resultado del “puro descuido, el tipo de descuido que la designación histórica de protección podría evitar. El daño aún no es abrumador y todavía hay tiempo para interpretar , pero el tiempo se escapa”, avisó.
La reunión que gestiona los inmuebles replicó que ochenta primaveras de exposición a la intemperie causa desperfectos y se necesitaban reparaciones. Insistieron que han cascarilla estatuas, pero que las hay en tal estado de amor que eso hace inasequible devolverlas a su sitio y las mantienen preservadas. Hicieron la promesa de recolocar todas las que sea posible.
Los conservadores lamentaron que, cuarenta primaveras posteriormente de la petición, este conjunto continúa sin protección.
“Es uno de los proyectos de viviendas más importantes que ha habido en Estados Unidos”, indica Andrew S. Dolkart, profesor de preservación de Universidad Columbia, en el artículo de John Freeman Gill en The New York Times.
Si adicionalmente de adornar, hablaran, las estatuas explicarían de primera mano la progreso del barriada. Era solo para blancos. A partir de 1968 el complicado se abrió a todas las razas. Hoy resulta difícil ver a un blanco. Representan el 3%. El 35% son ciudadanos negros, el 33% hispanos y el 25% asiáticos.
La ciudad internamente de la ciudad se transformó, pero las estatuas siguen ahí, testigos de la historia. Es el poder de la terracota.
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