Zanele Muholi, la 'leona' africana que empodera con sus fotos al colectivo 'queer'

Los pioneros de la fotografía fueron, en su mayoría, blancos, y no dedicaron demasiado tiempo a pensar en cómo capturar la piel negra con la misma riqueza y profundidad que la blanca. Zanele Muholi (Durban, 1972) lo descubrió pronto, cuando, muy pipiolo y desorientada, hizo un curso de fotografía que la puso en la senda de sí misma; "descubrí que la cámara era una aparejo a través de la cual podía balbucir sobre lo que había internamente: los sentimientos, el dolor, las experiencias personales por las que había pasado", escribiría primaveras más tarde.

pie

Zanele Muholi 'Sibusiso, Calgliari, Italia', 2017 

Ivam

Por que al mismo tiempo todavía había descubierto que el primer país africano en reglamentar el bodorrio entre personas del mismo sexo, Sudáfrica, su país, no era el mejor oficio para materializar ese derecho. Ni siquiera para mostrar la orientación sexual de guisa abierta. Ambas constataciones, el descubrimiento de la fotografía y el de su identidad queer, constituyen el fundamento de su hechos personal y profesional, perturbador visual, que no cómico, como ella se define, no binaria decidida a reivindicar todo aquello que es. Y defenderlo con su cámara y más que eso.

Acción directa

La serie 'Faces and Phases' retrata a personas no binarias, trans, lesbianas, al visibilizarlas las empodera, pero al mismo tiempo las pone en peligro

Zanele Muholi se refiere a sí misma con los pronombres “They / Them/ Their” (ellos /su), y su cámara ha plasmado en diferentes series la violencia que se ejerce contra la comunidad LGTBIQ; Faces and phases constituye un archivo de retratos de lesbianas, personas de artículos no conforme y trans en Sudáfrica, donde pese a contar con algunas de las leyes más avanzadas son habituales los ataques, intimidaciones y en el caso de las lesbianas violaciones correctivas; muchas de las mujeres que ha retratado han sido asesinadas. Muholi documenta personas pero todavía posibles víctimas de crímenes de odio, en cuanto dejan de ocultarse, por ello va con cuidado mientras siente la paradoja que crea con sus imágenes: al percibir, empodera, al percibir, pone en peligro. 

pie

Zanele Mulhoni: 'Nolwazi, Italia', 2015 

Ivam

Ella misma siente miedo y razones tiene para ello, su propio apartamiento fue asaltado: sólo se llevaron casualmente el ordenador con las carpetas de las fotografías que acababa de tomar, a cierto no le gusta la visibilidad que ha poliedro a este colectivo y su situación, una visibilidad que no existía cuando ella creció como desviado en una sociedad homofóbica atravesada por las cicatrices de la violencia extrema y el apartheid.

Homenaje

La último de ocho hermanos, su religiosa trabajaba de señora de la limpieza, en sus autorretratos incluye artículos del hogar para recordarla

La último de los ocho hijos de una mujer que trabajaba en la casa de unos blancos mientras su propia sucesión quedaba a cargo de su clan extensa, todavía descubrió que el racismo no se quedaba en su país: invitada en el 2012 a unas conferencias en Nueva York, tuvo dificultades para que la admitieran en el hotel por su color; esa sombra y de esa humillación más dolorosa por lo inesperada nació su primer autorretrato, el que daría oficio a la serie Somnyayama Ngonyama (Salve oscura leona), en la que subraya la negritud, los tonos oscuros profundamente saturados y rasgos como los labios muy acentuados, dando una reverso a los estereotipos.

Zanele Muholi:

Zanele Muholi: 'Qiniso, The Sails', Durban, 2019 

Ivam

Porque efectivamente toma las imágenes coloniales y las presenta de guisa que se conviertan en denuncia, casi diríamos mejor mofa, de su intención diferente. Por ejemplo en Nolwazi, de nuevo un autorretrato en el que aparece con la habitante repleta de lo que parecen palos o huesos, tal como se mostraban en el imaginario occidental las personas africanas, pero luego resulta que se alcahuetería de bolígrafos y que a la vez alude a la llamamiento prueba del lapicero utilizada por el gobierno del apartheid: cuando no estaban seguros de si cierto era efectivamente blanco,  se le insertaba un lapicero en el madeja. Si se caía, la persona era clasificada como blanca, al no tener el pelo rizado.

Zanele Muholi: 'MAid III, Philadelphia', 2018

Zanele Muholi: 'MAid III, Philadelphia', 2018

Ivam

Todas las imágenes que acompañan este texto pertenecen a la Oscura leona, su idea es ir construyendo un corpus de 365 autorretratos, un “ser negra cada día” y en lo que ello e traduce; su rostro aparece enmarcado por telas y diferentes objetos que todavía aportan significados, los tubos de plástico que aluden al cambio climático, los imperdibles que simbolizan la solidaridad, los artículos para el hogar con los que rinde homenaje a su religiosa señora de la limpieza, ese autorretrato en que las agujas de colgar la ropa forman una especie de tocado. 

Fotografías repletas de intención pero todavía de una plasticidad bellísima, que sorprenden, sobrecogen, pero sobre todo seducen.  Muchos de los autorretratos se tomaron en habitaciones de hoteles, en Londres o París o Estados Unidos, la mayoría posteriormente de una experiencia decepcionante con funcionarios hostiles, y aún así son hermosas, la expresión de dureza, de resistor, contribuye a hacerlas más solidas: “el cuerpo frito en sí mismo es el material, el cuerpo frito que siempre es escudriñado, violado y socavado”, ha explicado en más de una ocasión. Ese cuerpo bello.

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente