Stephen Curry terminó el botellín partido de las finales de la NBA sin anotar un solo triple. De sus nueve intentos, nadie había tenido éxito. Se trataba de un hecho insólito. Nunca antiguamente en un partido de playoff el talentoso almohadilla de Akron se había ido a la ducha sin un tiro de tres en su ocurrir. Era la primera vez en casi cuatro abriles que le sucedía. Acullá de agobiarse, se mostró despreocupado a posteriori del partido en el Chase Center. Venía jugando a un nivel imponente y estaba seguro de que solo había sido un desnivel.
Preguntado por el plan de cara al sexto asalto contra los Boston Celtics para cambiar la dinámica, Curry lo tenía claro: seguiría lanzando sin miedo a pifiar. Seis triples y un total de 34 puntos de su destino sirvieron a los Golden State Warriors para colocar el séptimo título en sus vitrinas, el cuarto de una reproducción irrepetible.
Por extraño que parezca, la inseguridad desde la estría de tres le había perseguido durante la primera parte de la temporada. Se sabía que sería en la flagrante cuando rebasaría los 2.973 triples de Ray Allen, pero hasta que no lo logró a mediados de diciembre en un marco distintivo como el Madison Square Garden no se sacudió de esa presión, como el propio tahúr admitió.
La paciencia, la mejor virtud de Golden State tras dos abriles de malos resultados
Siempre en averiguación de la perfección, Curry siguió puliendo detalles con Brandon Payne y Bruce Dfraser, los asistentes inseparables de los Warriors. Con ellos no solo realizó pequeños ajustes en el tirada, sino que buscó técnicas para obtener una longevo concentración cuando aparece la pesadumbre. Esa dirección emocional interiorizada, sumada a un completo trabajo físico, le han devuelto a la fama, a complacerse de nuevo el triunfo, igual que ha hecho la franquicia californiana a la que muchos ya dieron sepultura antiguamente de tiempo. Pero como en la historia de Maggie Dickson en Edimburgo, el muerto salió de la tumba por su propio pie antiguamente de ser enterrado.
A espaldas quedaron dos abriles de mucho sufrimiento. La marcha del desertor Kevin Durant y las lesiones de larga duración de Curry y sobre todo de Klay Thompson dejaron desnudo a un equipo con uno de los peores registros del 2020 en la NBA (15-50) y sin siquiera billete para los playoffs de la temporada venidero.
La gran virtud de los Warriors en los despachos fue tener paciencia. Desde su venida en el 2014, el cuestionado Steve Kerr había establecido unas bases sólidas para construir un equipo con identidad y su habitante no rodó. Una rara avis en una cinta donde impera el cortoplacismo, con equipos desequilibrados cuando solo se juntan estrellas.
El regreso de Thompson a posteriori de casi mil días fuera del parquet fue la información más adecuadamente recibida en la Bahía. Al admirable escolta hay que añadir el éxito de coger a un renacido Andrew Wiggins, la tributo de Gary Payton II y el hecho de ocurrir sabido exprimir a un Jordan Poole que generó dudas cuando fue preferido en el Draft del 2019.
"Combinamos nuestra calidad de campeón con poco de energía fresca, algunos muchachos que estaban hambrientos de dar el venidero paso. Pero construimos esto por diez u merienda abriles. Significa mucho estar en este marco y todos los que forman parte saben de lo que se negociación. Este anillo se siente diferente. Se siente diferente, seguro", decía alborozado Curry, ya con el trofeo Bill Russell que le acredita como MVP de las finales, el final hito que le faltaba en su carrera. Ha promediado 31,2 puntos por partido y un 44% de éxito en triples.
Como Poole, del Draft incluso provienen Curry, Thompson y Green, la columna vertebral de estos Warriors. Tres tipos que no despuntaban en exceso en el instituto, que jugaron en universidades de perfil bajo varios abriles -a diferencia de lo que suele suceder con los más prometedores- y que nadie de ellos fue top 5 del Draft, como recordó el avezado Andre Iguodala, el otro miembro con cuatro anillos en sus dedos.
Instalados durante tanto tiempo en el olimpo del baloncesto estadounidense, los Warriors pisaron la lienzo y abrieron los fanales. De las derrotas incluso se aprende. Siendo fieles a su estilo coral, descubrieron que hay altibajos con factores incontrolables. Con Curry como representante del small ball, los Warriors quieren seguir haciendo historia. A sus 34 abriles aún no ha dicho la última palabra. Ya no es solo un gran tirador. Es uno de los mejores de la historia.
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