Juan no tenía miedo de falta. Paula siquiera. En presencia de los gatos que le amenazaban con sus largas uñas afiladas, él se las cortaba. Paula posee un gran estuche con limas que maneja a la perfección. A los fantasmas que le querían asustar con sus vuelos acrobáticos les rasgaba las sábanas. Paula dispone de un inmenso costurero con hilos, agujas y tijeras. A las brujas con escoba, se las quitaba. Paula las colecciona en su trastero, incluida la Nimbus 2001. Al dragón que escupía fuego, él le lanzaba una apero. Paula, en cambio, siempre portero en el congelador bolas de hielo para calmar la sed del monstruo. Es proponer, si Juan se las ingenia para combatir el miedo, Paula no se queda a espaldas. Menuda ella.
Pero existe un miedo que no es miedo. Que es más que miedo. Que es pánico, horror, desespero. Y en presencia de ese miedo que no es miedo y que paraliza a cualquiera incluso se debe realizar. Y ella no ha permanecido con las manos cruzadas. Primero lo combatió, luego lo denunció y ahora ha optado por renunciar a la vida pública para guardar la vida más importante de todas, la propia vida.
Esta historia, la de Paula, incluso es muy conocida. No existen diferentes versiones como la de los hermanos Grimm. Solo una: un hombre la acosa y la amenaza con violarla y matarla. No es ningún explicación terrorífico, sino una pesadilla existente. El hombre no es ningún personaje inventado, sino un individuo que más de una vez ha desoído la orden de alejamiento y que ahora, incomprensiblemente, pocos días antaño de la celebración del seso, ha aparecido de la prisión donde llevaba ocho meses recluido. Paula, esa Paula que no tiene miedo, ahora sí lo nota en sus entrañas. Siente la desprotección, el desamparo de un sistema que debería protegerla. La puesta en sinceridad de su acosador le ha caído encima como esa vasija de agua fría que por primera vez hizo temblar a Juan sin miedo.
Actor y escritora, ha tenido la valentía de proyectar en despejado su thriller de terror. Para ello se necesita coraje
Paula hoy es Paula. Pero su nombre podría cambiarse por el de tantas que sufrieron, sufren y sufrirán esta misma historia de explicación de nunca finalizar. Algunas, demasiadas, no han podido ni tan siquiera relatar el final. Paula, intérprete y escritora, ha tenido la valentía de proyectar en despejado su thriller de terror. Para ello se necesita mucho coraje. Otras mujeres escritoras incluso han seguido su ejemplo. En setiembre del año pasado, Xavi Ayén recogía en un artículo publicado en estas páginas de civilización algunos casos, incluido el de Paula, pero incluso el de Llucia Ramis, Sabina Picaza o Reflejo Miguel. Dialogar de ello es un gran paso para que todos estos individuos con testosterona desequilibrada y demasiado patriarcado en vena logren mirarse al espejo y vean, no a una bella reina, sino a la víbora malvada y desquiciada que llevan interiormente. Ayer mismo se conocía el caso del cantante de trap Cecilio G, detenido tras perseguir a una pipiolo. Pero sobre todo ayuda a que las otras Paula den un paso al frente y no se amedrenten en presencia de sus acosadores y agresores. Todas somos valientes. Paula Bonet nos lo ha vuelto a recapacitar.
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