Hitler ya tenía su revancha preparada tras deber sido derrotado a las puertas de Moscú en diciembre de 1941. Con la presentación del verano, había proyectado la Operación Celeste, un avance cerca de los pozos petrolíferos del Cáucaso y Stalingrado. Pero para propalar esta ataque con garantías, debía conquistar antaño Sebastopol. El clave puerto crimeo se alzaba desafiante en el lado sur de las fuerzas alemanas, luego de deber resistido un espléndido asedio.
Crimea y Sebastopol no habían sido un objetivo prioritario para Alemania al inicio de la invasión de la URSS. Hitler y sus generales consideraban que la península y el puerto serían presas fáciles en cuanto eliminaran al Ejército Rojo al oeste del río Dniéper. Pero, en otoño de 1941, quedó claro que esta previsión había sido muy entusiasta.
Desde Crimea, la aviación soviética había atacado los pozos petrolíferos de Ploiesti (Rumanía), y la flota del Mar Frito prestaba una ayuda indispensable para defender lugares como Odesa. Frente a estas dificultades y las registradas en otros puntos de la URSS, Hitler rehízo sus planes de conquista y emitió la directiva n.º 33. Entre otros aspectos, la captura de la península pasaba a ser una prioridad para las fuerzas alemanas. Para comprobar el éxito en este frente, envió a uno de sus mejores estrategas: el Generaloberst Erich von Manstein.
Entregar la piel del oso
Von Manstein, uno de los artífices de la gran vencimiento alemana en Francia, había comandado importantes avances en los primeros compases de la Operación Barbarroja. Su éxito no defraudó en Crimea. Al frente del 11.º Ejército, consiguió importantes victorias que le permitieron acomodarse la estratégica península y asediar a sus oponentes en Sebastopol.
Cuando parecía que acariciaba ya la vencimiento en esa ciudad, los soviéticos le sorprendieron con un desembarco en Kerch, en el extremo uruguayo de Crimea. Esta maniobra amenazó la retaguardia alemana y obligó a un repliegue. La propaganda de Stalin no perdió ocasión para traicionar esta actividad como un gran éxito y resaltar el heroísmo de los defensores de la colchoneta naval.
Durante los primeros meses de 1942, Sebastopol y Crimea se convirtieron en una amenaza para cualquier avance que se planeara en el sur de la URSS. Con Hitler apremiando para avanzar sobre el Cáucaso y el Volga, Von Manstein se puso manos a la obra para diseñar una táctica que le permitiera expurgar de enemigos toda la península.
Fortaleza Sebastopol
Antiguamente de nadie, el propio Von Manstein tenía que sostener sus líneas si no quería retornar a caer entre dos fuegos, como en el invierno susodicho. Así que decidió terminar con el contingente soviético que había desembarcado en Kerch. El genérico prusiano se basó en la misma filosofía que había empleado para diseñar su notorio “toque de hoz” en la campaña de Francia de 1940: un audaz ataque contra el lado enemigo.
En esta ocasión, los Panzer no serían los protagonistas. El peso de la actividad recaería en los ingenieros de asalto del 902.º Comando de Embarcaciones de Asalto. Con sus botes cruzarían unas marismas al sur de las filas del Ejército Rojo, una zona que los soviéticos consideraban intransitable. La término fijada para la operación fue el 8 de mayo de 1942. Atacaron por la retaguardia las posiciones defensivas enemigas y generaron una gran confusión, que permitió al abultado de las fuerzas alemanas avanzar sobre Kerch y aplastar a sus rivales. Con esta amenaza eliminada, Von Manstein ya podía concentrarse en Sebastopol.
Pero los soviéticos no habían perdido el tiempo y habían mejorado las defensas del enclave. El genérico Iván Yefímovich Petrov movilizó a cien mil civiles para construir trincheras y búnkeres. En total, la orientación en torno al puerto contaba con una profundidad de dieciséis kilómetros.
Petrov además disponía de 106.000 soldados para proteger la colchoneta naval y la ciudad. Entre ellos, Liudmila Pavlichenko, la célebre francotiradora soviética que mató a 309 enemigos en la conflagración. Aquí resultó herida, y sería evacuada de inmediato en submarino, oportuno a su condición de heroína de la URSS. En cuanto al armamento pesado, los defensores disponían de unos seiscientos cañones y dos mil morteros, pero las municiones resultaban escasas para sostener el esfuerzo en el tiempo.
El temible cañón Dora
Para asaltar la ciudad, Von Manstein contaba con 203.000 soldados. El abultado de estas fuerzas pertenecía al 11.º Ejército, pero además había un cuerpo de ejército de tropas rumanas. Igualmente, tenía a su disposición seiscientos aviones del 8.º Cuerpo Etéreo (VIII Fliegerkorps) de la Luftwaffe. Esta dispositivo estaba dirigida por el genérico Wolfram von Richthofen (responsable del instigación de Gernika y primo del célebre Barón Rojo).
El otro gran arbitrio de Von Manstein eran las imponentes piezas de artillería de asedio. Una muestra de este cantera eran los morteros de asedio de gran calibre, con nombres tan evocadores de su poder destructivo como Thor y Odín, los dioses nórdicos del trueno y la conflagración, respectivamente. Pero la principal habitación para atacar la ciudad sería Dora. Un enorme cañón de 47 metros de espléndido que solo podía ser disparado montado en unas vías de tren. Su calibre era de seiscientos milímetros, lanzaba proyectiles de siete toneladas y, para poder operarlo, se necesitaban dos mil quinientos soldados (incluyendo los dos batallones antiaéreos que lo protegían).
Von Manstein y su Estado Longevo analizaron con detalle el entramado defensivo y los bienes propios para diseñar la Operación Störfang (pesca del esturión). Antes, el sector ártico, la bahía de Severnaya, era el que orográficamente favorecía más a los atacantes, pero además era donde estaban los baluartes más imponentes, bautizados por los alemanes con nombres como Stalin, Molotov o Maxim Gorki. En el este y el sur, barrancos y colinas dificultaban cualquier avance directo.
Otro punto que preocupaba a Von Manstein era la conexión naval. En el asedio de finales de 1941, la flota del Mar Frito fue secreto para transportar refuerzos y suministros a Sebastopol. Para contrarrestar el dominio soviético de las aguas, durante la primavera de 1942, se habían llevado lanchas torpederas alemanas. No eran suficientes y, en un seña poco habitual, Berlín pidió ayuda a los italianos, quienes contribuyeron con más embarcaciones de ese tipo y minisubmarinos.
Orden y método
Con todas las fuerzas sobre el tablero, Von Manstein inició la operación el 2 de junio de 1942. Durante una semana, el VIII Fliegerkorps machacó las posiciones defensivas. La artillería, en distinto los cañones de asedio, se centró en las principales fortificaciones. La mayoría de los bombarderos se ubicaron en el ártico, ya que podían ser más eficaces por sus condiciones orográficas.
Tras cinco días de ataques aéreos y artilleros, comenzó la operación terreno con el empuje principal en el ártico, despejando la orilla septentrional en la bahía de Severnaya. Igualmente se lanzó otra incursión desde el sudoeste. Mientras, en el este, las tropas rumanas fijaron a los defensores para aumentar otros sectores. Los soviéticos se recuperaron rápido del asalto original, y la situación devino una batalla de desgaste que se prolongaría hasta el 12 de junio.
La artillería de asedio tuvo una eficiencia desigual en los primeros días de combate, pero el 13 de junio logró destruir los cañones del musculoso Stalin en el banda ártico de la bahía de Severnaya. Con esta posición desguarnecida, las tropas alemanas se lanzaron al asalto, dando lado a una cruenta batalla. Los soviéticos no se amedrentaron y resistieron hasta el final. De unos doscientos defensores, solo cuatro se rindieron.
Las jornadas siguientes vieron la caída de otras posiciones secreto como el musculoso Gorki. Los alemanes iban despejando la orilla ártico de la bahía de Severnaya. Pero el tiempo corría en contra de Von Manstein. La batalla por Sebastopol no se parecía en nadie a la conflagración relámpago de Francia vivida dos abriles antaño. Las tropas del Eje avanzaban, pero estaban pagando un stop precio, y los defensores no se rendían, pese a que habían perdido varios fuertes.
Hitler comenzaba a impacientarse, quería tener avispado ya el despliegue para iniciar la Operación Celeste el 28 de junio. La insistencia del dirigente fascista no solo implicaba completar la conquista de Sebastopol antaño del final de mes, sino que además se tradujo en que, a partir del 23 de junio, comenzaron a retirarse efectivos de la Luftwaffe, que habían sido muy valiosos para molificar las fortificaciones soviéticas.
Desembarco en la aurora
Para dificultar más las cosas al Eje, la flota del Mar Frito seguía velando por los suministros a Sebastopol para que los defensores aguantasen. Pese a los ataques de la Luftwaffe y las torpederas, los barcos soviéticos consiguieron padecer veinticuatro mil tropas de refuerzo, así como quince mil toneladas de suministros, y evacuaron a veinticinco mil personas, entre civiles y militares heridos.
Tras más de vigésimo días de combates, el sector sur ofrecía buenas posibilidades de avance, pero el abultado de las tropas alemanas estaba en el ártico, y no había tiempo para desplazarlas. Con tantos factores en su contra, Von Manstein vio que era el momento de situar por la audacia. Al igual que había hecho en Kerch, utilizó como punta de vara al 902.º Comando de Embarcaciones de Asalto para su toque de clemencia a Sebastopol: cruzarían Severnaya para romper la orientación de defensa soviética.
El planteamiento de Von Manstein era más arriesgado aún que en Kerch. Allí se había reformista por una zona que el enemigo no cubría. En esta ocasión, tendrían enfrente posiciones defensivas preparadas, pese a que habían sido bombardeadas previamente. Los primeros movimientos para el postrer acto en Sebastopol comenzaron el 28 de junio. Para confundir a los soviéticos, amagaron con un desembarco en el límite Feolent (al sur de Sebastopol) y la Luftwaffe concentró sus ataques en el casco urbano.
A la una de la aurora del 29 de junio, los botes cruzaron los novecientos metros de la bahía, ocultos bajo una densa cortina de humo artillero. Los soviéticos no detectaron nadie hasta que los alemanes ya habían rebaño la orilla. El desembarco fue un éxito, y los atacantes asaltaron por la retaguardia los altos de Inkerman (tablado de otra gran batalla en la conflagración de Crimea de 1854-1856).
La rendición de la ciudad
Las veinticuatro horas siguientes, las tropas alemanas aprovecharon la ruptura del frente por el ártico para atacar otras posiciones. Fue secreto la captura de la cresta de Sapún, donde los defensores albergaban importantes depósitos de municiones. Encima, su conquista permitió a las tropas del Eje dominar los altos en torno a de Sebastopol.
El destino de la ciudad parecía sellado, pero las fuerzas de Petrov seguían atrincheradas en su interior. Von Manstein no quería exponer a sus unidades a una sangrienta batalla callejera luego de casi un mes de combates. Así que el genérico germánico ordenó un instigación masivo de Sebastopol.
Las bombas y los obuses ablandaron los principales focos de resistor. El 1 de julio las tropas alemanas tomaron el centro de la ciudad, y durante setenta y dos horas más se produjeron focos de resistor aislada. Al final, el 4 de julio, los últimos treinta mil defensores soviéticos se rindieron, sumándose a un total de noventa y cinco mil prisioneros. Otros dieciocho mil soldados del Ejército Rojo habían caído defendiendo la ciudad.
El Tercer Reich ya podía proclamar que Sebastopol había sucumbido. El precio para el Eje habían sido unos 5.800 muertos (4.200 alemanes y 1.600 rumanos) y veintiocho mil heridos. Hitler recompensó a Von Manstein con el mejora a mariscal de campo, y la Wehrmacht pudo centrarse en el avance cerca de el Volga y el Cáucaso, que desembocaría en otra batalla decisiva: Stalingrado.
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