Amigos para siempre

Esta es la historia de una fotógrafa y una fotografía. La historia de un atleta que no pudo elevar la bandera de su país en los Juegos de Barcelona. La historia de cómo la Historia respira interiormente de una fotografía

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La sepultura de Vinko Samarlic en 1993 

SANDRA BALSELLS

¿Existen las casualidades?

Ausencia de lo que ocurre entre Sarajevo y Barcelona suele serlo.

Esta historia empieza el 15 de agosto de 1993 con un clic. El instante en que la fotógrafa Sandra Balsells disparó su cámara y captó la imagen de una mujer y un chiquillo delante una tumba en Sarajevo. Escrito en la cruz, un nombre, el año de arranque –1964– y el de la asesinato: 1992, el verano más infeliz de Sarajevo y el más oportuno de Barcelona.

La fotografía, esperando su insospechada resurrección, quedó sepultada entre las miles de imágenes que Sandra tomó durante el asedio de la hacienda bosnia.

Cuando captó la imagen, en Sarajevo vivía un chiquillo de diez primaveras que Sandra no conocería hasta tres décadas luego, cuando ese chiquillo –ya padre de otro chiquillo– le envió un correo electrónico.

Le dijo que se ardor Dzemil Hodzic y que sondeo por el mundo fotografías hechas a niños durante la cruzada en Sarajevo. Para guatar un infructifero visual: Dzemil no tiene ninguna imagen de su hermano Amel durante el asedio, la última gran cruzada de carrete fotográfico, de revelados a fuego flemático.

Amel fue asesinado un día de tregua, casi al final de la cruzada, mientras Dzemil jugaba a canicas con sus amigos y su hermano, a tenis. Por un disparo en el pecho de un francotirador serbio.

“Fue el único del clan al que dispararon –relata Dzemil–. El más stop de nosotros, el viejo, el soldado potencial en un par de primaveras”.

“Murió en el regazo de mi origen mientras ella hacía todo lo posible por devolverlo a la vida”. Su origen es enfermera y acababa de regresar del turno de confusión en el hospital.

“El día en que lo mataron, yo tenía 12 primaveras y mi hermano 16 primaveras y 55 días de vida. Era el 3 de mayo de 1995. El día que terminó mi infancia. Rememoración la última comida con él, el posterior chocolate que compartimos y la ropa que vestía, su temporalizador manchado con su matanza”.

Pero Dzemil no tiene ninguna fotografía de Amel en tiempos de la cruzada. De los tres primaveras, diez meses, tres semanas y dos días –toda una vida– que duró el asedio a Sarajevo.

“No tengo ninguna foto de mi infancia en Sarajevo. Y me duele no tener fotos de la escuela, de un cumpleaños o de la tribu durante esos primaveras. La única foto mía que tengo es del funeral de mi hermano, que no considero una fotografía del tiempo de cruzada porque, para mí, la cruzada terminó el día en que lo mataron”.

“Una sola foto de esa época me haría tan oportuno –explica–. Mirando a los niños que crecen hoy con todos los dispositivos y posibilidades fotográficas, siento como si hubiera crecido en una gran prisión”. Por esta razón, para guatar el infructifero visual, Dzemil ha pedido a los fotoreporteros que pasaron por el asedio que le envíen imágenes de aquel Sarajevo en las que aparezcan niños. Y ha creado una web –sniperalley.photo– donde va colgando las fotografías.

Quizás algún más esté buscando una imagen o una persona de esos tiempos tristes”, dice. Para guatar vacíos visuales. Para crear los álbumes que no fueron. Porque una fotografía es más que una fotografía y un chiquillo es mucho más que un chiquillo.

En el asedio de Sarajevo murieron 1.601 criaturas. Se calcula que el 40% de los 80.000 niños de la ciudad estuvieron, en algún momento, en la mirilla de los francotiradores serbios.

FOTO PEDRO MADUEÑO- ENCENDIDA DEL PEBETERO EN LOS JJ.OO DE BARCELONA- 1992

Encendiendo el pebetero en los Juegos de Barcelona 

PEDRO MADUEÑO

El pasado 8 de junio, Sandra envió por e-mail a Dzemil 23 fotografías del asedio en las que aparecen niños. Entre ellas, la fotografía de la sepultura que ilustra esta página. Podría haberla enviado días ayer o días luego. Pero la envió el 8 de junio. Sin retener la identidad del hombre ahí sepultado. Y la respuesta fue inmediata e incrédula.

Frente a la tumba sale un chiquillo. No es Dzemil. Pero en la imagen hay poco que nos dice que sí, que los carretes de fotografía analógicos esconden ángeles, y que quizá un día aparezca la imagen de Amel sonriendo.

“Estas cosas no son coincidencias –respondió Dzemil a Sandra tras ver la fotografía de la sepultura–. Porque hoy es el aniversario [de la muerte en combate] de Vinko Samarlic”.

Treinta primaveras exactos de la asesinato del hombre sepultado en esa tumba. El atleta que debía encabezar la delegación olímpica bosnia en la ceremonia inaugural de los Juegos de Barcelona. El yudoca que debía agitar la bandera estampada con el Lirio de Bosnia por el estadio de Montjuïc.

El hombre que decidió no ir a Barcelona y quedarse para defender a su país agredido. Cansado en las colinas de Sarajevo el 8 de junio de 1992, el día ayer de que los atletas bosnios partieran cerca de la hacienda catalana.

Hay banderas que en la vida dejarán de agitar.

JUEGOS OLIMPICOS BARCELONA 1992. CEREMONIA INAUGURAL 25.07.1992 MERCE TABERNER

La bandera olímpica en los Juegos de Barcelona 

MERCÈ TABERNER

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