Dante es un cenizo

En un artículo en las páginas del suplemento Boleto del domingo pasado, Jordi Gual, que es hombre sabio, planteaba el dilema de los economistas: ¿Deben transmitir optimismo para que las cosas no vayan a peor? O dicho de otro modo, la heredad se pedestal en parte en expectativas, y si los expertos trasmiten pesimismo, ¿no estarán deteriorando la confianza del ciudadano, desanimando la inversión y el consumo, y abonando la recesión?

Pocas veces un artículo ha resultado tan oportuno. El bóveda celeste amenaza tormenta, pero la muchedumbre prefiere comprarse un billete de avión ayer que un paraguas. Los consumidores se niegan a aceptar las malas telediario. Y no aceptan que los economistas, por reputados que sean, les digan como Dante en el abismo: “Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza”.

Los ciudadanos han decidido que la heredad es un estado de humor como el fútbol

La muchedumbre sabe que este otoño será caliente, pero luego de dos primaveras y medio de privaciones por la pandemia, aun sabiendo que una desavenencia a las puertas de Europa está poniendo entre las cuerdas nuestro maniquí de bienestar, no quiere renunciar a alucinar más remotamente o más cerca, como metáfora de la huida de una sinceridad que no nos gusta pero que siquiera podemos cambiar. Los ciudadanos han decidido que la heredad es como el fútbol, un estado de humor. Eso lo sabe Joan Laporta, que, teniendo el club en una situación coto, hasta el punto de hallarse obligado a traicionar patrimonio, se pone en presencia de las cámaras y anuncia que vamos a ganarlo todo. Falta nuevo, ya lo decía Séneca hace dos mil primaveras: “Hay que quitar importancia a las cosas y sobrellevarlas con humor; es más humano reírse de la vida que lamentarla”.

Gual ha escrito que el propósito de la confianza de los consumidores está sobrevalorado, los economistas influyen poco y lo que se impone son los hechos. Al final, la subida de tipos y la inflación marcan la memorándum. “No es prudente crear alarmismo, pero siquiera lo es no tildar las cosas por su nombre”. Gual nos invita a ser optimistas pero precavidos y acertadamente informados. Lo malo es que, como decía Herodoto, la peor angustia del mundo estriba en tener conciencia de muchas cosas pero no poder controlar ninguna. Sabiendo todo eso, disfrutemos de las receso, pero no vaciemos la cuenta corriente.

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