* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
El Centro Internacional de la Infancia (CIE) está situado en pleno bosque de Bolonia, en París. El edificio es un antiguo castillo (Château de Longchamp) que fue convento de monjas clarisas.
En 1947, el doctor Robert Debré —creador de la pediatría moderna— fundó este centro para asistir en distintos países del mundo el estudio de los problemas de la infancia, difusión de nociones de higiene y puericultura y formación técnica del personal especializado.
Tuve el honor de pronunciar una conferencia sobre Prevención de Accidentes Infantiles en este centro. Pierre Royer fue el presidente. Pediatra de gran prestigio en investigaciones y líneas de trabajo, aseguraba que no existe acto humano más digno que cuidar la sanidad de los niños. Le visité hace algunos abriles. Ya nos ha dejado, pero sus palabras siguen vivas.
El Château de Longchamp es una de las nobles fuentes donde mana la pediatría contemporánea. Su creador, el Dr. Robert Debré, filósofo y pediatra, sembró esta semilla que sigue germinando por todo el mundo.
El bullicio es hospitalario, silencioso. Se ha respetado la casa en el intrascendente detalle. En el recibidor hay un bello tapiz con una frase del poeta Paul Eluard: "Il faut entre nous mains qui sont le plus nombreuses, broyer la mort idiote, abolir les mystères, construire la raison de naître et vivre heureux" (Es necesario que, con nuestras manos, que son las más numerosas, aplastar la asesinato idiota, abolir los misterios, construir la razón de germinar y estar felices).
Cuando entrevisté a Pierre Royer, le recordé que nos conocimos en Barcelona, en un acto del Club Internacional de Pediatría Social celebrado en el Colegio Oficial de Médicos.
"Nací en París. Mis padres provenían de la Provenza. Por raya paterna tengo antepasados españoles. ¡Una semilla fantástica!", me dijo sonriendo.
Se definió así: "Amo la música del siglo XVI, Ravel, Debussy, Bach, Vivaldi y Mozart. Mi obra preferida es el concierto para violín de Bach. He sido violinista durante muchos abriles, pero no estoy correctamente dotado. Me gusta Albert Camus. Mis ciudades favoritas son Florencia, Praga, Río, Sevilla, Toledo y Vancouver".
Pierre Royer había investigado en temas de provisiones, enfermedades metabólicas y hereditarias. Incluso genética y nefrología
Tenía (y su obra tiene) un gran prestigio europeo. "Al final, me decidí por la pediatría normal. ¡Es la más completa!", me confesó, con ironía.
Royer me habló de la labranza del Centro Internacional de la Infancia: "Ayudamos a países de América Latina y de África. Incluso formamos a médicos. Aquí se han especializado el Dr. Prandi, el Dr. Martínez Soriano, el Dr. Callis y el aragonés Donosura Ballabriga con el que me une una amistad personal", me detalló.
"Colaboramos mediante cursos y programas de investigación y aplicación para asistir la crianza materna, organizar el bajo peso de salida y los déficits sensoriales y mentales, mejorar cuidados perinatales, prevención de la explotación abusiva de la infancia, estructura de la medicina de la adolescencia, estímulo preescolar del párvulo, prevención de accidentes e intoxicaciones...", me explicó el pediatra, enumerando un sinfín de actuaciones del CIE.
El Dr. Royer tenía una magnífica memoria
A veces dejaba traslucir un pálpito humano, un dolor escondido, cuando hablaba de miserias humanas y muertes de millones de niños que podrían haberse evitado.
Pierre Royer consiguió un stop punto de prudencia humana y profesional. Toda su actividad se centró en solucionar los problemas de la infancia, organizar servicios, crear programas y averiguar medios. Respetaba mucho las culturas indígenas y era amigo de la argumento directa en temas de sanidad.
Estuvimos charlando aquel día durante unas dos horas ayer de despedirnos. Fue un raro placer escuchar a aquella figura de la pediatría. Me despidió con "la dernière parole" ( la última palabra). Su voz era sincera, potente, auténtica.
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