“No vemos lo que se nos viene encima, estamos en zona de confort y la demanda externa tira mucho, pero creo que será muy difícil que la subida de tipos de BCE no cause una recesión”. Guillem López Casasnovas, catedrático de Heredad de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, no tiene demasiadas dudas de adónde conduce la flagrante coyuntura económica: a una encogimiento de la riqueza.
Tras casi una decenio de fortísima expansión monetaria, una pandemia y una hostilidades en Europa que ha provocado un shock energético, el Lado Central Europeo se dispone a utilizar sus armas para provocar un frenazo de la riqueza que comporte la contención de los precios. La inflación subió hasta el 8,6% interanual en el mes de junio en la eurozona, la viejo tasa de su historia, con un peligro elevado de que se cronifique si no se combate en serio.
Los factores que han disparado los precios –y anclado las expectativas de inflación– siguen ahí. El movimiento del BCE está más hinchado que nunca, se ha duplicado hasta casi nueve billones en activos en dos primaveras y alcanza ya más del 82% del PIB. Los estímulos van a dejar de venir, pero nadie ha retirado los que riegan la riqueza.
Sobre esa colchoneta monetaria se ha producido el desbarajuste de la hostilidades, que ha disparado los precios energéticos y ha contribuido decisivamente a elevar todos los demás. Lamentablemente, la acometida rusa continúa, y la incertidumbre sobre los precios del gas y el petróleo es inmensa. Y será mucho viejo conforme se acerque el invierno, si no hay paz.
Por eso, porque los precios están insoportablemente altos y no hay perspectivas de moderación a medio plazo, el BCE anunció hace una semanas que subiría los tipos en julio y en septiembre hasta el entorno del 0,75% o más para continuar por la misma senda hasta cerca del 2% el próximo año.
El BCE subirá tipos en julio luego de merienda primaveras sin hacerlo para tratar de frenar el encarecimiento de los precios
“Los mercados anticipan más subidas de las anunciadas por parte del BCE, y eso implicará que, aunque hay importantes vientos de rabo en la riqueza de la eurozona, se producirá un freno considerable del consumo y un impacto igualmente relevante en la inversión”, vaticina Enric Fernández, economista superior de CaixaBank Research. La eurozona estaba creciendo a un ritmo interanual del 5,1% en marzo, aunque ahora, tras cuatro meses largos de hostilidades, está ya prácticamente parada.
El economía embalsado luego de dos primaveras de pandemia ayudará a España y a otros países a comportarse un verano extraordinario, como ya se está viendo con los viajes, las reservas hoteleras y el consumo. Pero luego..., luego llegará el frío.
El ejemplo es lo que está ocurriendo al otro costado del Atlántico. En Estados Unidos, donde la Reserva Federal ya ha elevado los tipos hasta el 1,75%, la tasa de economía de las familias ha descendido del 7% al 4%, lo que ha contribuido a cansar el cachete. Pero los analistas –y los mercados– igualmente anticipan una recesión, que ha dejado de ser una palabra tabú en los discursos de la Fed.
Probablemente ocurra este mismo año y se demora que sea intensa y corta. Es lo que se deduce del movimiento de los bonos del Caudal a diez primaveras en el mercado. Luego de comportarse un intenso rally hasta situar su rentabilidad al borde del 3,5% en junio, ahora el retorno ha caído hasta el 2,8%, lo que implica una secuencia de alzas de tipos, recesión y bajadas de tipos relativamente rápida.
En Europa, con retraso en el ciclo y algunas diferencias –el shock es mucho más de proposición que de demanda, el mercado gremial no está tan tensionado y las presiones salariales son menores–, las posibilidades de evitar la recesión son reducidas. El encarecimiento del precio del plata se trasladará con celeridad –ya se está anticipando– de Frankfurt a los bancos, y pronto empezará a producir el objetivo deseado por el mesa central.
Europa ya ve frenado su crecimiento, y la tendencia irá a más luego de un verano que se prevé bueno
Si la inflación sigue elevada y el BCE cumple el guion, la ralentización será brusca. “Ahora mismo ya tenemos un crecimiento exiguo, y prevemos que la inflación se moderará hasta el 4% en la eurozona tras el verano”, dice Ignacio de la Torre, economista superior de Remoto. “Podemos evitar la recesión, aparte si Rusia corta el gas”, añade. En un proscenio así, habría poco que hacer. Además lo ve así Fernández, de CaixaBank, que augura “una gran caída del PIB europeo” si se produce un corte de suministro total.
¿Y qué pasaría en unas circunstancias no tan extremas? Casasnovas sostiene que, aunque se moderen los precios en los próximos meses –muchas materias primas ya están cayendo, y algunos cuellos de botella se relajan–, el ajuste de la riqueza debe realizarse en cualquier caso. “Christine Lagarde [presidenta del BCE] quiere que el refrigeramiento de la demanda venga más de la política fiscal, y está claro que Alemania exigirá que, antiguamente de mutualizar más la deuda, cada país aporte lo suyo al proceso”. La primera riqueza del euro ya ha entregado los primeros pasos en ese sentido, con el anuncio de la envés a la sobriedad fiscal. Es un punto más, adyacente con el encarecimiento de los tipos, que abona el camino en torno a el frenazo o la temida recesión.
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