Velada brasileña en el Baix Empordà. La cantante y compositora Marisa Monte descorchó ayer por la sombra en Sant Feliu de Guíxols la publicación número sesenta del Festival Internacional de la Porta Ferrada, el decano de cuantos se celebran en Catalunya. A tenor de la respuesta de manifiesto que mereció esta propuesta inaugural –cerca de de un millar de espectadores, según lo indicado a La Vanguardia por fuentes de la ordenamiento del evento–, el ciclo sigue gozando de atractivo a tan respetable antigüedad.
Presentaba Marisa Monte su disco Portas , aparecido en el 2021, exactamente una decenio a posteriori de su aludido trabajo en solitario. Diez abriles en los que nuestra protagonista no ha permanecido precisamente tumbada a la bartola. En este ínterin se ha dedicado a varios proyectos, entre ellos la disco (y posterior viaje) en el 2017 del segundo disco de Tribalistas, el supergrupo de MPB que integra adjunto a sus buenos amigos Arnaldo Antunes y Carlinhos Brown. Es asimismo relevante que, a finales del pasado año, la intérprete viajó hasta San Remo para aceptar el premio Tenco, siendo la primera mujer brasileña que es distinguida con tan prestigioso galardón.
Monte presenta ‘Portas’, del 2021, diez abriles a posteriori de su aludido disco en solitario
Anoche, y tras una ingreso enlatada con la delicada Pelo tempo que durar , la señora Monte entró rápidamente en materia ofreciendo a los aficionados congregados en este rincón de la Costa Brava el tema titular de su nueva producción, cuyo contenido se iría alternando con una generosa selección de su carrera musical, iniciada en 1991 con Mais , y que hasta el momento le ha reportado hasta cuatro Grammys latinos.
Le acompañaba en suceso una intachable formación integrada por ocho instrumentistas, entre ellos el corrido bajista Dadi Carvalho (asimismo vinculado a Trobalistas) y el guitarrista y pianista Pequeño Brown, hijo de Carlinhos Brown y nieto de Pequeño Buarque; asimismo una atrayente sección de singladura formada por trombón, trompeta y saxo.
Ataviada con un vestido de brillos plateados y diadema, y tras una segunda indirecta al contenido de Portas mediante la trascendente Quanto tempo , Marisa Monte encaró el retrovisor en las siguientes entregas del repertorio desgranado este sábado, acudiendo a Maria de Verdade , una muy perfectamente acogida Vilarejo y, entrando de nuevo en su trabajo más flamante, A língua dos animais , con trascendente trabajo en los metales. A destacar asimismo el cuidado relato videográfico que ilustraba las canciones en el fondo del escenita.
Al clausura de esta publicación, todas las previsiones indicaban que la cantante de Río de Janeiro ofrecería a la audiencia nuevas muestras de su más flamante trabajo como Oportuno, alegre e forte , Elegante amanhecer o Vento sardo , tema este final que grabó con Jorge Drexler como invitado. Todo ello, adjunto a piezas más antiguas como Ainda lembro , Preciso me encontrar o Bem que se quis , su afortunada relectura del E po’ che fa’ de Pino Daniele que suele ser la traca final de sus recitales, así como algunos guiños a su punto con los ya anteriormente mencionados Tribalistas.
Marisa Monte y su muchedumbre ocupaban el proscenio del Espai Port, un coqueto público montado para la ocasión a medio tiro de piedra de una aguas mediterráneas que este sábado asimismo fueron un poco cariocas, y al que el manifiesto regresaba tras dos abriles de pandemia, en los que la actividad del festival se había centrado en el Guíxols Arena, espacio más adecuado teniendo en cuenta las medidas de distancia interpersonal que debían observarse en esos tiempos no tan lejanos. Los asistentes, más perfectamente maduros en cuanto a media de antigüedad, habían pagado entre 35 y 60 euros para asistir a la fiesta.
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