La semana pasada murió Núria Feliu, y Rosalía llenó dos veces el Palau Sant Jordi. Se ha escrito mucho sobre ambas desde entonces, sobre su arte y su trabajo, pasión y dedicación, su puesta en espectáculo; sobre la inmersión en la tradición y civilización musicales, y sus aportaciones respectivas, sobre los conciertos sin músicos, las botas altas, el chicle, las antiparras de sol, el secreto de sus peinados. A Núria Feliu la llaman nuestra Cher, nuestra Beyoncé, nuestra Pelea Minnelli. Nuestra. Intérpretes del mundo impávido imitan a Rosalía y se compararán con ella.
Una era la pubilla moderna del pop catalán, y la otra es la diosa sudaovarista (leo de Estefania Molina) con la cabecera perfectamente entrada. O llevándolo a la potente divinidad corriente, si una era la tieta, la otra es la Motomami. Autónomas, independientes, comprometidas consigo mismas, capaces además de reírse de sí mismas, de ir a su salero y morar a su modo. A las dos se les reconoce la esplendidez, y sus nombres irán siempre ligados al arrabal de Sants y a Sant Esteve Sesrovires.
Núria Feliu y Rosalía: independientes, capaces de reírse de sí mismas, de ir a su salero
Nadie adora lo que le queda acullá. Y para formar parte del star system , hay que entender combinar lo que te hace único con lo que te hace como los demás, tratar con nacionalidad la propia condición sobrenatural, trasladar la fama a lo habitual, mostrarte extraordinario sobre el escena y cercano en cuanto bajas de él. Rosalía juega con el conocido de sus conciertos en plan tiktokero: los enfoca con una cámara mientras les ofrece el micro para convertirlos en efímeras estrellas delante miles de personas. Cuando contesta a un tuit, o pone un like , es un acontecimiento; si formas parte del escaso centenar de perfiles a los que sigue, el éxtasis es total.
Las redes sociales permiten compartir canal y plano con los ídolos, todos en el mismo nivel; se establece una comunicación aparentemente entre iguales. Estos días se han llenado de fotos y vídeos del concierto de Rosalía, y de selfies contiguo a Núria Feliu, acompañados de palabras cariñosas. Existe un orgullo compartido por haberlas conocido, por valorar su talento, por suceder estado ahí. Incluso por ser del mismo arrabal o municipio, de su país, por la amor y respeto que despiertan, porque son un ejemplo y un referente, porque no tienen miedo. Ahí está la esencia, creo: en no tener miedo y demostrarlo.
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