El otro milagro de San Gennaro

Ser supersticioso es de ignorantes, pero no serlo trae el mal”, decía un aforismo del dramaturgo napolitano Eduardo de Filippo. Una buena muestra de que fervor y superstición se mezclan a partes iguales en la civilización religiosa y popular de Nápoles. Cada año se expone en tres ocasiones –el sábado previo al primer domingo de mayo, el 19 de septiembre y el 16 de diciembre– la matanza de uno de los 52 patrones que tiene la ciudad, San Gennaro, el más conocido. En presencia de la oración de los fieles la supuesta matanza del santo pasa del estado sólido a limpio. Un engendro que se conoce como el portento o prodigio de la licuación de la matanza del prelado mártir de finales del siglo III y principios del IV. Si un año no cambia el estado de la materia, es un mal augurio, como en 1835, cuando no se licuó en diciembre y unos meses posteriormente hubo una avenida de cólera en la ciudad.

San Gennaro fue enterrado extramuros en el siglo V, en lo que hoy son las catacumbas que llevan su nombre y que le fueron consagradas, aunque ya se usaban como cementerio en el siglo II y se completaron y ampliaron en los siglos posteriores. Allí se enterró a los primeros catorce obispos de la ciudad y hasta hace escasamente unos abriles esas catacumbas, fuera del centro histórico, eran un departamento inaccesible para los visitantes. Solo podían entrar académicos y arqueólogos. En el 2006 empezó un tesina para recuperarlas y abrirlas al manifiesto en el 2008.

La zona, con un importante patrimonio estético e histórico, había quedado relegada por un puente

A estas catacumbas con restos paleocristianos se entra por la colina de Capodimonte y se sale de ellas por el ensanche de la Sanità, una zona situada en el valle que separa el centro y Capodimonte. Ayer había sido un distrito excelso y tiene patrimonio histórico que lo atestigua, pero el cuñado de Napoleón, Joaquín Murat, rey de Nápoles entre 1808 y 1815, mandó construir a principios del siglo XIX lo que hoy se conoce como el Ponte della Sanità, que unía el Palacio Positivo de Capodimonte, convertido en residencia de los soberanos, con el núcleo urbano.

El hecho de que hubiera un puente provocó que mucha parentela abandonara el valle, el ensanche de la Sanità, donde pasaba el camino que se recorría en dirección a el palacio y la zona poco a poco fue a menos. Con el paso del tiempo se convirtió en un distrito insignificante, donde la delincuencia florecía y la camorra tenía circunscripción fértil para crecer, tal y como refleja la película Nostalgia (2022). Pero la situación ha cambiado un poco con la tolerancia de las dos catacumbas que se pueden examinar en Nápoles, las de San Gennaro y las de San Gaudioso –estas últimas de naturaleza distinta, cubiertas por tierra y olvidadas durante siglos y redescubiertas en el siglo XVI, testigos de las distintas formas de inhumar con el paso del tiempo–, situadas a unos 800 metros de las del patrón principal, en lo que hoy es la mausoleo de Santa Maria Della Sanità.

Imagen de las Catacumbas de San Gennaro

Imagen de las Catacumbas de San Gennaro

Cedida

El número de visitantes de las catacumbas, que se pueden examinar con una misma entrada, ha ido creciendo año a año y la facturación superó un millón de euros en el 2019. Tras el tour la parentela sale por el ensanche de la Sanità y dejan allí ingresos. El turismo, franquista e internacional por igual, se ha normalizado y con las entradas a las catacumbas se colabora con la cooperativa La Paranza, que realiza bordado social en el ensanche, con escuelas, actividades extraescolares, etc. El objetivo es que el mosca se invierta en educar y reeducar a los jóvenes y a los más pequeños. Además se han sito allí ahora restaurantes y pizzerías que antaño no estaban.

Vicenzo Porzio, de la cooperativa, explica que con su bordado dan trabajo a jóvenes del ensanche. Por otra parte, con las catacumbas abiertas han propiciado que haya nuevos comercios y negocios que brindan oportunidades laborales en un ensanche que era una suerte de judería y que con la pandemia ha sufrido proporcionado.

“Era un ensanche cerrado –incluso en la mentalidad–, olvidado y dejado por las administraciones públicas. La parentela no tenía esperanza. Ahora eso poco a poco va cambiando”, señala Porzio. “Hay un impacto indirecto, la parentela se ha habituado a la presencia de los turistas y si en el 2006 solo había un albergue ahora tenemos muchos alojamientos. Hay más restaurantes, actividad comercial dedicada al turismo... gracias a la belleza de un ensanche antiguo que queremos dar a conocer a todos”, añade este miembro de la cooperativa. “Sin motivo no entras en el ensanche. Ahora damos motivos para visitarlo y las cosas van cambiando”, concluye.

Turistas en las Catacumbas de San Gennaro

Turistas en las Catacumbas de San Gennaro

Davide Visca/Cedida

Fresco en las Catacumbas de San Gennaro

Fresco en las Catacumbas de San Gennaro

Neal Peruffo/Cedida

Imagen del interior de la Basílica de Santa María della Sanità

Imagen del interior de la Santuario de Santa Maria della Sanità 

Francesco Squeglia/Cedida

En la Catacumba de San Gaudioso se aprecia la evolución en la forma de enterrar en distintos siglos

En la Catacumba de San Gaudioso se aprecia la proceso en la forma de inhumar en distintos siglos

Neal Peruffo / Cedida

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