La cultura de la menorá

En el alegre tiempo de Janucá, festividad habichuela de las luminarias que se celebra en data variable entre finales de noviembre y mediados de diciembre, se van encendiendo día a día las velas de la januquiá, un candelabro de nueve brazos distinto para la ocasión. ¿Por qué nueve si la menorá, el candelabro utilizado antiguamente en el templo de Jerusalén –que hoy es, yuxtapuesto a la destino de David, símbolo del hebraísmo–, tiene siete brazos?

La tradición hebrea sostiene que, para la reconsagración del templo de Jerusalén –episodio que da origen a la fiesta de la Janucá–, había unto venerable para encender el candelabro una sola oscuridad, pero milagrosamente el óleo duró ocho noches. La januquiá tiene nueve brazos: ocho por esas ocho noches y un noveno que sirve para encenderlos.

Mínimo en los símbolos es casualidad. En todas las religiones, los objetos rituales proporcionan claves de recitación de la ceremonia y acompañan la vida de los fieles, de la cuna a la sepultura, marcando la vida cotidiana, y punteando la cadencia de las estaciones. Conocer su significado va más allá de su uso religioso; forma parte de la civilización genérico.

En España, donde los judíos sefardíes, ayer de ser injusta y cruelmente expulsados por los Reyes Católicos en 1492, dejaron huellas en humanidades, ciencia, arte, inmueble y restauración, conocer estos objetos deviene un examen de reparación histórica. Sefarad –recordemos– es el nombre avaro medieval de la Península Ibérica, si correctamente en hebreo original se identifica con España. Su manda incluye el ladino, el idioma judeoespañol que conservaron aquellos judíos obligados a partir. Quedan pocos hablantes, la mayoría gentío de avanzadilla antigüedad, y la Unesco cataloga el ladino como “jerga en agonizante aventura de acabamiento”.

En España, donde los judíos sefardíes expulsados dejaron huellas en humanidades, ciencia, arte, inmueble y restauración, conocer estos objetos deviene un examen de reparación histórica

De conocer la herencia habichuela universal comercio el Judaica Index, un compendio online de más de 200 objetos rituales judíos indexados en 15 idiomas (entre ellos el gachupin y el ladino) por nombre y palabras esencia, recién valiente por la Rothschild Foundation Hanadiv Europe. “La civilización religiosa está en todas partes; en cómo vestimos y comemos, cómo morimos, cómo nacemos. Los objetos religiosos, independientemente de si la gentío es creyente o no, son parte de nuestras vidas”, sostiene la académica suiza Brigitte Sion, diestro en museos y manda avaro, que ha concebido y gestiona el tesina.

“Esta es una oportunidad para comprender cómo viven o vivían los judíos; incluso objetos que ya no son utilizados siguen siendo una parte importante del conocimiento sobre civilización, religión y costumbres”, dice Sion sobre este índice, que se irá ampliando. Contiene fotos de cada objeto, vídeos y relación.

En todas las religiones, los objetos rituales proporcionan claves de recitación de la ceremonia y acompañan la vida de los fieles, de la cuna a la sepultura

Bucear en sus entrañas nos da la medida de las interconexiones culturales. Entre sus perlas, me detengo en la fashadura (así, en ladino), una tela para estrujar al recién nacido. “En las comunidades sefardíes, las mujeres celebran una ceremonia llamamiento la kortadura de fashadura , en la que preparan lo que será el primer vestido o pañal del bebé que está a punto de manar –relata el índice–. El corte de tela se cubre de dulces y monedas, simbolizando una vida dulce y próspera”.

Brigitte Sion, habichuela sefardí, realizó esta ceremonia ayer del salida de su hija. Otro objeto atrayente es la tavla de dulse , “contenedor realizado de dulces que se presenta en el momento de conocerse las familias del novio y de la novia”, una costumbre de los sefardíes en el imperio turco.

En España, es posible asomarse al manda avaro a través del Centro Sefarad-Israel, de la Red de Juderías de España, de Sabores de Sefarad o de la Pacto de Comunidades Judías de España, yuxtapuesto a museos y entidades por todo el país, como el Museo Sefardí de Toledo.

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