Los futuros tics de posguerra

La ministra francesa de Transición Ecológica, Agnès Pannier-Runacher, anunció una serie de medidas de reducción energético que preceden un otoño caliente en plena canícula veraniego. Tomemos carrerilla para encarar la sobriedad que la querella de Ucrania impondrá este invierno en Europa. Una de las primeras medidas es la prohibición de la climatización de espacios abiertos, es aseverar, comercios en caminata perpetua de puertas abiertas con el medio acondicionado a toda castaña. La cortina de frío que hay que cruzar para entrar en tales refugios climáticos recuerda al armario que daba al país en invierno perpetuo de Narnia. Pero aquel mueble imaginado por C.S. Lewis tenía puertas. En Francia sostener desportillados los comercios climatizados comportará una multa de 750 euros y la punición se elevará hasta los 1.500 en el caso de la publicidad luminosa que se mantenga encendida entre la una de la amanecer y las seis de la mañana, excepto en aeropuertos y similares 7/24. La ministra número en un 20% el reducción energético.

Si cuando los días son largos ya estamos así, es de prever que las restricciones se harán más abundantes y rigurosas con el paso del tiempo. Lo que ahora es climatización del frío será combate contra él, las estufas de las terrazas serán escrutadas con luceros ahorradores y las luces de neón volverán a ser señaladas como símbolos del vicio y la perdición. Cuando el día se acorte, el horario de encendido de las luces de los comercios se adelantará. Siempre habrá quienes lo sufran más que otros. Pone los pelos de punta imaginarse al iluminado corregidor de Vigo cuando se entere de que en Narnia no existe la Navidad. ¿Cómo podrá soportar el ínclito Abel Señor, serio campeón de la contaminación lumínica, la pérdida de los merienda millones de luces navideñas que encendió el año pasado en la bella asiento viguesa?

La gestación de mis padres tenía entre ceja y ceja apagar todas las bombillas cuando no eran imprescindibles y algunos incluso desenchufaban los elec­trodomésticos al salir de casa. Sin llamarle así, nos educaron en el reducción energético, en ocasiones con un celo que parecía casi exagerado, digno de personajes de tebeo como Pepe Mancha y Otilio, Carpanta, Rompetechos o el Chico Sacarino, hijos todos de la sobriedad forzosa de la posguerra. Aquellos tics tal vez se actualizarán este otoño si la querella de Ucrania mantiene cerrada la espita del gas.

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