El presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, no quiere que el Gobierno italiano termine en uno de los momentos más difíciles para Europa. El primer ministro Mario Draghi le ha entregado esta confusión su dimisión, tras constatar una fractura en la mayoría de mecanismo doméstico que le ha apoyado desde febrero del año pasado. Como había anunciado, el Movimiento 5 Estrellas (M5E) se ha ausentado durante la votación de un delicado decreto sobre medidas contra la inflación, que el Gobierno había presentado con una moción de confianza.
Sin bloqueo, Mattarella desea que Draghi se presente delante el Parlamento para valorar si puede todavía tener los apoyos suficientes para seguir gobernando. La excursión decisiva será el miércoles, cuando, luego de un delirio institucional en Argelia, Draghi estudiará si existen las condiciones idóneas para seguir como primer ministro. A día de hoy, estas condiciones "ya no existen", según había comunicado el mismo Draghi a sus ministros.
Ya hacía algunos meses que el acercamiento del fin de la lapso, previsto en teoría para la primavera del 2023, pesaba sobre el premier, obligado a hostilizar con los alteración del M5E y la Ligazón de Matteo Salvini delante su pérdida de apoyos en los sondeos. Pero al final, el estallido ha sido más rápido de lo esperado. El líder del M5E, Giuseppe Conte, ha cumplido su amenaza al considerar “insuficientes” las ayudas a las familias, en la que es la última de las batallas que han rajado con el Ejecutor, comenzando por la disputa por el giro de armas a Ucrania. La chispa que les ha hecho inundar el vaso ha sido la intención de realizar un incinerador de basura en Roma –internamente de este decreto–, que según los ‘grillini’ va contra la transición ecológica.
¿Elecciones en otoño?
La ultraderechista Giorgia Meloni, primera en los sondeos, es la más interesada en un avance electoral
En teoría, Draghi podría seguir gobernando sin el apoyo del M5E, porque con el resto de partidos (el Partido Demócrata, Forza Italia, la Ligazón, Libres e Iguales, Italia Viva e Insieme per il Futuro, el nuevo clase de Luigi Di Maio) tiene los apoyos parlamentarios garantizados. Pero desde el primer momento había despabilado que no iba a continuar como primer ministro si el M5E, que considera una formación muy importante –es la segunda fuerza parlamentaria– se apartaba de su Ejecutor de mecanismo doméstico. “Un Gobierno no funciona con ultimátums. Pierde la razón de existir”, aseguró este martes en su última rueda de prensa.
El árbitro de vuelve a ser Mattarella, el presidente que eligió al economista como una de las figuras más respetadas del país para liderar a Italia en el momento más difícil de su historia desde la Segunda Lucha Mundial. El perico de escenarios que se abría es amplio, pero el principal del Estado ha optado por insistir para que este ejecutor haga un nuevo esfuerzo en un momento de extrema dificultad. La última alternativa sería avanzar elecciones a otoño. El partido ultraderechista Hermanos de Italia, liderado por Giorgia Meloni, se frota las manos. Van primeros en los sondeos y podrían superar fácilmente.
No es la primera vez que Italia entra en caos en verano. Es un clásico que los políticos entren en pugna cuando medio país está de reposo. La última vez que sucedió fue en agosto del 2019 cuando Matteo Salvini, borracho de éxito tras el triunfo de la Ligazón en las elecciones europeas, se la jugó al tumbar el ejecutor pensando que habría comicios anticipados desde un chiringuito de playa. La reto le salió mal: el PD y el M5E limaron sus diferencias para tejer el segundo gobierno de Giuseppe Conte, precisamente el creador de esta última crisis veraniega.
Ni la pugna en Ucrania, ni una inflación del 8%, ni la crisis energética que asoma delante el peligro de que Rusia apriete con el gas, ni el precio de las facturas de la luz, ni la emergencia económica que sigue a dos primaveras de una terrible pandemia, ni la sequía histórica que amenaza al país. Es muy difícil explicar a Europa que ni siquiera una coyuntura contemporáneo tan delicada logra evitar que Italia vuelva a sumergirse en una tormenta política perfecta. Tanto el Vaticano, en boca del secretario de Estado Pietro Parolin, como la UE, en boca del comisario de Posesiones Paolo Gentiloni, han pedido responsabilidad.
El envite de Conte es el extremo moradura de desesperación por la descomposición de un partido que desde que ganó las elecciones del 2018 sólo ha hecho que caer en los sondeos, erosionado por su administración del poder. El cisma protagonizado hace unas semanas por su exlíder, el ministro de elecciones Luigi Di Maio, que se llevó a más de 60 parlamentarios a su nuevo clase parlamentario, lo precipitó todo. Nadie, ni siquiera Conte, ha sido capaz de presidir a sus diferentes almas. Según una fuente grillina, incluso el expremier intentó convencer a los suyos de evitar esta crisis, sin ningún éxito.
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