La realpolitik
El alucinación del presidente Joe Biden a Oriente Medio es una demostración de realpolitik , en jerga popular, hipocresía de tomo y espinazo. El supuesto líder del mundo vacante no ha dudado en postrarse en presencia de la dictadura saudí para que le ayude a frenar el expansionismo integrista de Irán y garantice petróleo y gas a inofensivo en tiempos de penurias. Petrodólares y armas a cambio de blanquear un régimen que descuartiza periodistas, viola los derechos humanos, persigue a los homosexuales, castiga las creencias religiosas y maltrata a las mujeres. Desde los tiempos de Roosevelt, Estados Unidos se ha hecho el chiflado en presencia de los desmanes de la alcurnia de los Saud.
Pero la cinta de babosos que salivan en presencia de los dólares manchados de crudo es larga. Testas principales, gobiernos de todo pelaje, empresarios avispados, deportistas venidos a menos o intelectuales sobornados, se alinean para cobrar la dádiva del jeque. El postrer, Leo Messi convertido en embajador de Arabia Saudí a cambio de un puñado de monedas, las mismas que recibió el Louvre por ceder su nombre a su homónimo de Abu Dabi o los hagiógrafos que se esfuerzan en blanquear el Campeonato del Mundo de fútbol de este año en Qatar.
Cuando el metal refulge, los principios decaen y poco importa que se haya manipulado el calendario de los campeonatos o los ases del balón jueguen en campos donde las mujeres son segregadas y campa la homofobia. La pasta es la pasta y la Copa del Mundo de la Vergüenza, como la ha falsificado Gracia Internacional, se disputará como si Qatar fuera el más tolerante de los países y no una tiranía. Cabría esperar que aquellos que vendieron su alma a los cataríes ahora guarden avergonzado silencio. Lecciones de mercenarios, las mínimas.
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