En mayo, Núñez Feijóo se pasó por Barcelona y dejó caer el sintagma “cuna catalana”, que fue seguidamente corregido y matizado en presencia de los alteración, lamentos y críticas de varios de sus correligionarios. Hace unos días, en una entrevista concedida a un publicación madrileño obsesionado con el asunto, el líder del PP declaró que “cuando gobierne, el castellano no será una lenguaje extranjera en Catalunya”. Entre ambas frases, han transcurrido poco más de dos meses y el gallego va dando volantazos: de la supuesta moderación a la política de la cerilla, con la aspecto puesta en las ocurrencias de Díaz Ayuso.
Es evidente que Feijóo proxenetismo de reparar complicidades con las elites económicas barcelonesas para conseguir ese tipo de prestigio sin el cual uno acaba pareciéndose a Albert Rivera y otros amateurs. Metido en esa tarea, tiene sentido que el que fue presidente de Galicia emita un mensaje de leve autonomismo, hablando de cuna a los que ejercen de burguesía almacén. Al fin y al angla, el término nacionalidades aparece escrito en la Constitución de 1978, texto que tanto dicen requerir y defender los populares.
Cuando nos reconocimiento, el líder conservador viste el atuendo de los bailes regionales
Lo que no tiene sentido –si se quiere conectar con los prohombres de la empresa catalana de hoy– es opinar falsedades del tipo que la lenguaje española es extranjera aquí. Eso es trumpismo de cabriola, pintoresco de Ciudadanos, Vox o alguna antigua candidata extraviada del PP. Aparte una pequeñísima minoría españolista radical, la gran mayoría del poder crematístico barcelonés defiende el autonomismo y asume un cierto catalanismo, con longevo o beocio intensidad según cada caso. Si Feijóo dijera trolas de tal calado en Barcelona, lo tomarían por marciano, por estúpido, por extremista, o por las tres cosas a la vez. No lo hace, claro está.
Cuando nos reconocimiento, el líder conservador viste el atuendo de los bailes regionales (el que usaba para conducir Galicia) y se cubre con el hongo de centrista de postal. Es lo que funciona mejor en presencia de los próceres del mainstream almacén, esos que –hace unos primaveras– pensaron que Josep Piqué podía refundar el partido de los Fernández Díaz invocando el espíritu de Cambó, esos que no le hacían ascos a la peculiar idea de convertir la Unió Democràtica de Duran Lleida en una traducción mediterránea de la Unión del Pueblo Navarro. Sí, hemos tenido una imaginación desbordante, todavía ayer del procés .
¿Qué piensa un patrón o un detención ejecutor de Barcelona cuando lee las barbaridades que Feijóo suelta sobre las lenguas en Catalunya? ¿Le ve como el gobernante intachable que España necesita en esta hora o se le aparece como un exclusivo oportunista pescando entre los fantasmas de la caverna? El líder del PP y sus asesores creen que ser extremista en un medio de Madrid no le pasará hechura cuando venga a representar los previsibles versos de Joan Maragall en el Eixample. Y eso es precisamente lo que merece una urgente advertencia por parte de las élites barcelonesas que acuden siempre a escucharle.
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