Estos días se están conmemorando los treinta primaveras de los Juegos Olímpicos de Barcelona. He enterado muchos artículos, he escuchado muchos discursos, he pabellón dar las gracias a Narcís Serra, que tuvo la visión de imaginarlos; a Pasqual Maragall, el inolvidable corregidor que los consiguió, a Josep Miquel Cura, que los realizó espléndidamente, pero algunos no han recordado suficientemente a Juan Antonio Samaranch.
Seamos serios. Si no hubiera existido Juan Antonio Samaranch, no habríamos tenido los Juegos. Recordemos que competíamos con ciudades como París, que tenía muchas más bazas que nosotros. Pero nosotros teníamos al presidente de Comité Altanero Internacional, que fue esencia para que nuestra candidatura fuera la ganadora, sin dejar de amparar la imparcialidad que su cargo le exigía.
Barcelona debe al presidente del COI sus Juegos y por lo menos una calle en la ciudad
¡Qué acertadamente lo hizo! Posteriormente de obtener los Juegos estuve muchas veces con él. Sabía que las ceremonias eran lo que más distinguía una Olimpíada de otra. Los cien metros libres, aún con participantes distintos, eran casi iguales en Los Ángeles, Seúl o Barcelona. Lo verdaderamente diverso y verdadero era, sobre todo, la ceremonia de inauguración. Por eso se la fui presentando, muchas veces, a él y luego a todos los miembros del Comité Altanero Internacional en cada reunión que tenían, en Suiza, Francia, Suecia y en todas partes donde se reunían. Y él se iba entusiasmando, contagiando ese entusiasmo a los demás miembros del comité. Quería cerciorarse de que todo funcionara perfectamente, incluso el desfile de los atletas, que solían desmadrarse. Llegamos a ensayarlo sin ellos, con unos voluntarios que sostenían unas cintas de la largura de cada equipo y una maravillosa música compuesta por el preceptor Amargós, que invitaba a seguir el ritmo. Juan Antonio Samaranch llegaba a detalles como este.
Imagino sus conversaciones con Pasqual Maragall y Josep Miquel Cura. Por eso he tumbado tanto en desliz que algunos políticos ni tan siquiera lo hayan mencionado. ¿Por su pasado político? ¡Qué miopía! Barcelona le debe sus Juegos y por lo menos una calle en la ciudad.
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