La oscuridad del 17 de enero del 2015 se proyectó, en el Canal 33, de TV3, el documental Ciutat morta (con cinco minutos de cortes exigidos por la autoridad competente). El polémico filme de Xavier Artigas y Xapo Ortega contra una cierta Barcelona de la gentrificación y del extralimitación de autoridad, consiguió un vigésimo por ciento de audiencia, lo que en números absolutos equivale a más de medio millón de espectadores, tan solo en Catalunya. Esa oscuridad el cine de evidente contenido social –de denuncia o de manipulación, depende a quién preguntes– había contrario su audiencia. No siempre ocurre así, pero esa oscuridad captó perfectamente el signo de los tiempos, como al parecer lo hizo asimismo, seis meses más tarde, en junio del 2015, Barcelona en Comú, la candidatura de Ada Colau a la alcaldía de Barcelona que ganó aquellas elecciones.
Quizá sea exagerado opinar que Ciutat morta contribuyó decisivamente a convertir en alcaldesa a Colau. Muchos teníamos ya el voto decidido. Pero la radiodifusión del documental, que toma partido hasta mancharse, puede que sí tuviera que ver mucho en el signo del voto indeciso. Sí aceptamos esta teoría, Ada Colau fue pues alcaldesa por el cine.
En los últimos primaveras el cine ha cambiado mucho, pero Barcelona, como ciudad, no ha dejado nunca de estar en el cine
Y asimismo sería muy pronto poco un poco diferente. Alcaldesa de cine. Al menos tratamiento de hado tuvo en el festival de Málaga del 2016, donde se presentó Alcaldessa , de Pau Faus, un documental que sigue los pasos de Colau durante el año que precede a su arribada a la alcaldía. El documental de Faus, agradecido con el Gaudí, va más allá de la santoral y consigue poco que raramente se ha intentado en el cine gachupin, en normal, y en el catalán en particular: reverberar las contradicciones que tiene que hacerse cargo un candidato, en este caso la propia Colau, en el tránsito de perturbador social a profesional de la política.
El poder del audiovisual no era poco nuevo para Colau. Muy pronto lo descubrió para datar a la parentela. Quizá desde el éxito popular del Run run , poco antiguamente de las elecciones. Un videoclip en el que la futura alcaldesa publicitaba su ideario a ritmo de rumba. O mucho antiguamente, desde que, allá por el 2001, había ejercido de actriz en Dos + una , serie de Antena 3, de la que asimismo había sido libretista. Un poder para intentar cambiar las cosas que la flamante alcaldesa evidenció en uno de sus primeros encuentros con el mundo del cine catalán. “Lo que seamos capaces de imaginar para la pantalla puede metamorfosear la efectividad”, afirmó en un acto en el palacete Albéniz, en Montjuïc, poco antiguamente de la celebración de sus primeros Gaudí.
¿Qué impronta han tenido los ocho primaveras de mandato de la alcaldesa desde el punto de audiencia de la actividad cinematográfica? Es difícil saberlo con exactitud. La responsabilidad del consistorio barcelonés es muy limitada en materia de producción. Han sido tiempos, adicionalmente, de cambios radicales en la exhibición, con la hegemonía absoluta de las plataformas. Tiempos de pandemia, por supuesto. Y asimismo, por el costado positivo, tiempos de la brote de toda una nueva engendramiento de directoras catalanas…
Directoras como Carla Simón, tan citada desde que se hizo con el Oso de Oro en la Berlinale en el 2022, que mira la efectividad sin complejos. Con ganas de cambiarla. El cine puede intentar metamorfosear la efectividad, efectivamente; al menos, denunciar un estado de cosas existente, y eso lo saben asimismo directoras como Elena Trapé ( Las distancias ), Neus Ballús ( Sis dies corrents ) o Alba Sotorra ( La vida després de l’ISIS ), entre muchas otras creadoras barcelonesas, o formadas en Barcelona, que han eclosionado durante el mandato de Colau. Cineastas que, sea desde la ficción o el documental, han hecho de la ojeada personal su mejor utensilio.
¿Se ha decantado el cine hecho en Barcelona cerca de eso que denominamos cine realista? Puede que sí, si entendemos realista en un sentido amplio. En cualquier caso, Barcelona, como ciudad, no ha dejado nunca de estar en el cine. Unas veces como protagonista de cambios. Otras, como simple armario. Como, por ejemplo, en Foodie love , de Isabel Coixet, serie de HBO protagonizada por Laia Costa y Guillermo Pfening, de la que se palabra, más que de su calidad, de los restaurantes y rincones barceloneses que aparecen en ella. Un serie gurú, como en cierto sentido lo es La rosa de foc (2014), de Manel Huerga, curiosa película que transita por la ciudad, rodada –en 3D y plano secuencia– poco antiguamente de que Colau adquiriera preeminencia. El cine como habilidad, pues. Ocurre en Tengo ganas de ti (2012) de Fernando González Molina. Un drama romántico que sus seguidores, que los tiene, identifican con Razzmatazz y el Teatro Coliseum, por donde Mario Casas y María Valverde pasean su conflictivo inclinación.
Pero volviendo al mandatario de Colau, hay que mirara a Betevé, la televisión municipal. Desde que su equipo llegó al consistorio, ha habido varias Betevés, y no siempre con una entusiasmo positiva para el audiovisual y la civilización. Perdida en su programación, sin requisa, hay una gema, por su capacidad innovadora y su frescura. Oh my goig! nace en el 2017 con gusto didáctica y, sin rebelar la voz, ha llegado en sus cinco temporadas mucho más allá que otras propuestas más enjundiosas. Porque palabra sin tapujos y con verdad de relaciones sexo afectivas entre los jóvenes, liberados del ojo vigilante de los mayores.
La influencia de Oh my goig! se detecta, por ejemplo, en Autodefensa, de Filmin. Sus jóvenes protagonistas, Desbarajuste Barenys y Berta Prieto, se mueven con su narcisismo irónico a cuestas, y ansiedad manifiesta, por los rincones de una Barcelona que no está muerta, no. Ni mucho menos. Pero que siquiera está tomando cañas –o comiendo en grandes restaurantes– todo el tiempo. La Barcelona de Barenys y Prieto es descarnada, autorreferencial, sexualmente indulgente y empobrecida económicamente; sobrada, en definitiva, de creatividad. Una Barcelona muchacha, de mucho “oye, tía, cómo mola”, “super esto y super lo otro” y “total”. Una Barcelona de orinar en la calle sin mirar a espaldas. ¿Cómo lo vemos? ¿En la tele? ¿O en la calle?
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