Andalucía ya no es la misma

Dos de ellas llegaron de Andalucía en momentos muy diferentes de sus vidas y de la historia de España –Conxa Morello, con ocho abriles, en 1972, y María José Barallobre, en 1998, posteriormente de zanjar la carrera– y la tercera, Rosa Gálvez, hija de padres granadinos, nació en Barcelona en 1971. Son tres flores catalanas con raíces andaluzas.

Sin ser paralelas, sus biografías convergen en los viajes, a menudo veraniegos, al Sur, experiencia compartida que les ha permitido observar la transformación de una Andalucía muy tradicional y anclada en el pasado a una Andalucía moderna.

“Los catalanes seguimos sin tener buena prensa, no hemos sabido mostrar nuestra civilización”, dice Rosa

“La imagen que tengo de Andalucía ha cambiado conmigo, a medida que me he ido haciendo veterano. Cuando era pupila, tenía una imagen muy mítica, porque pasaba las receso en el pueblo. Ahora mi inspección es más realista”, dice Rosa, para quien los cambios han sido sobre todo económicos. “Yo he manido arar con mula y trillar en una era”.

Conxa, que emigró con sus padres y sus diez hermanos de un cortijo de Córdoba a una colonia textil del Ripollès, recuerda la pobreza del campo andaluz. “Culturalmente, Andalucía estaba paralizada. Ahora acabo de regresar y puedo opinar que ha regalado pasos de superhombre. Hay un redescubrimiento de su memoria. En Cádiz, por ejemplo, donde he manido las ruinas fenicias bajo el teatro del Títere. Andalucía es otra”, celebra.

“Culturalmente, Andalucía estaba paralizada; ahora acabo de regresar y puedo opinar que ha regalado pasos de superhombre", explica Conxa

Con todo, el gran brinco delante crematístico no ha rematado alcanzar la prosperidad de Catalunya, admite María José, investigadora del CSIC, que dejó Sevilla por errata de opciones para hacer ciencia. “En Andalucía no hay ninguna ciudad comparable a Barcelona”, dice, aunque reconoce que desde que se marchó se han extenso varios centros de investigación donde ella podría trabajar hoy como bióloga y que si no lo 

hace -bromea-, es porque le costaría el divorcio.

Más escéptica sobre el futuro se muestra Rosa, directora de marketing de una empresa de software, quien insiste en que, al menos por lo que ella ve en Proyectil, en su contexto sabido, la mayoría de los jóvenes aspiran a un trabajo de funcionario, posteriormente de abriles de estudiar oposiciones, porque “errata tejido industrial” y “no hay tanta iniciativa empresarial”.

En lo que sí coinciden las tres es en que lo mejor de Andalucía es su familia. “Ese trato aquí no se da”, explica Conxa, que ha pasado allí dos meses porque su profesión, psicoterapeuta, le permite dirigir su propia dietario. “Lo que más me gusta es su guisa de habitar. La ironía, el sentido del humor. Saben disfrutar de la vida, en eso los andaluces nos dan mil vueltas”, explica Rosa, para quien en Andalucía se da más importancia a la vida personal que a la profesional.

Las tres coinciden en que lo mejor de Andalucía, donde se da más importancia a la vida personal que a la profesional, es su familia

Curiosamente, el sentido del tiempo es otra de las diferencias que observan desde su condición de doble identidad compartida: “Allí hay tiempo para todo. Se encuentran y hablan. Aquí hemos perdido el sentido de la conversación”, sostiene Rosa, que recuerda, introduciendo el asunto más espinoso de la conversación, como de pequeña, en los veranos en el pueblo, el “sentimiento alrededor de lo catalán siempre era de rechazo”.

“Los catalanes sois unos agarrados”, le decían, “¡catalinos!”, y se hacían eco de unos tópicos tras los que ella reconocía un “sentimiento claro de inferioridad” que en la hogaño, según Conxa, ha regalado paso a una situación en la que “ya no te dicen polaca” porque tienen más seguridad en ellos mismos. “No les preocupa ni el independentismo”, opina, poco con lo que María José no está de acuerdo: “Yo sí que creo que el procés ha empeorado la comunicación. En muchas casas, de repente colgaron banderas españolas”.

"El 'procés' ha empeorado la comunicación; en muchas casas, de repente colgaron banderas españolas”, afirma María José

“Lo lamento pero en Andalucía los catalanes seguimos no teniendo buena prensa”, replica Rosa. “No somos una civilización que les interese especialmente. Quizá no hemos sabido mostrar la parte más atractiva”, asume.

Más allá de la reacción al ambiente político catalán, el auge de la ultraderecha en Andalucía tiene causas internas. “Lo primero que hizo mi mamá cuando emigramos fue llevarnos a ver una sardana a Campdevànol”, recuerda Conxa, que reivindica la tradición izquierdista del campesinado andaluz. “Lo que está pasando es muy arduo”, asegura, y apunta que la radicalización obedece a factores como la inmigración. “No hay suficiente empuje crematístico, faltan perspectivas laborales”, añade Rosa. “Es un buen momento para el populismo y las fake news hacen mucho daño. Hay una indicación al sentimiento andaluz tradicional: caballos y toros”, concluye María José.

Para mejorar las relaciones entre Andalucía y Catalunya, en cualquier caso, las tres tienen claro que hay que combatir la incultura, en las dos partes.

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