Apoyar a las familias, invertir en sociedad

La comunidad es el núcleo principal de nuestra sociedad, el longevo agente de solidaridad intergeneracional y caudal de bienestar. De ser una dependencia pública se la consideraría prestadora plena y eficaz de servicios, con una connotación única: la entrega personal desde un sentimiento e intensidad insustituible.

Si no se quiere apoyar a la comunidad por equivocados sesgos ideológicos, léase sectarismos de algunos, hágase por interés propio, que es genérico, y por la imperiosa carencia de respaldar a quien permite subsanar o calmar las carencias de demasiadas políticas públicas. Esta es la función social de la comunidad, igual que la de la Iglesia, tan reprobada por los populistas de izquierda extrema, que se pretende silenciar. La comunidad es cuidadora de hijos y nietos y todavía debe serlo de padres y abuelos y, por lo tanto, es una obligación ineludible de los poderes públicos cuidar a quienes cuidan, y la comunidad lo hace. Sin incautación, la existencia es distinta y, para nuestros gobernantes locales, distante.

No quiero una Barcelona en la que casi nada haya niños en los parques infantiles

De las 142.000 familias numerosas catalanas, 24.000 están en Barcelona. En nuestra ciudad y en los últimos primaveras las bonificaciones fiscales del IBI que percibían se han limitado drásticamente al aplicárseles un leve de ingresos en renta. Lo antedicho, unido al incremento de los títulos catastrales, han disparado los recibos. La política tributaria es invisible por inexistente en la mayoría de tasas y precios públicos, desde las escuelas de música a la experiencia deportiva o a la civilización. En el transporte sabido, excepto en los títulos de viajes personalizados, sigue siendo una quimera, y las reservas de viviendas públicas para familias numerosas está hibernada a perpetuidad por ser nula. Nuestra cochefóbica alcaldesa debe pensar que quienes disponen de un transporte de capacidad es un abundancia y no una carencia para desplazarse los padres con todos sus hijos, y no les reconoce ayuda alguna en el caro recibo de circulación. Ha tenido que ser un tribunal de conciencia el que le ha bajado los humos con una sentencia para que no restrinja la circulación en la ZBE si no es capaz de ofrecer incentivos a los sectores más vulnerables y modestos. Si no se cambian de coche no es porque quieren contaminar sino porque no pueden pagarse uno nuevo.

El niño del aro del parque del Guinardó de Barcelona.

El impulsivo del aro del parque del Guinardó de Barcelona.

Lourdes Fernández

Barcelona ha de ser una ciudad family friendly . Con servicios, equipamientos y políticas municipales de ayudas a las familias monoparentales y numerosas. Necesitamos a la inmigración para nuestro mercado sindical y para las pensiones del mañana, pero haríamos perfectamente en perder los complejos y apoyar la nacimientos por convicción personal y como inversión social y de futuro. Es precisa vitalidad nueva y sumar con quienes a nuestro país vienen a trabajar y a encontrar su oportunidad de vida, pero todavía deben proliferar los más pequeños. No quiero una Barcelona en la que casi nada haya niños en los parques infantiles y overbooking en los de las mascotas y, cercano a ellos, unos bancos repletos con nuestros mayores. La pandemia, adicionalmente de anticipar en primaveras el teletrabajo, ha precipitado el descubrimiento para muchos barceloneses de las ventajas de radicar fuera delante tanta carestía, suciedad y ruido, inseguridad e incivismo, descuido de plazas en equipamientos o vivienda inaccesible.

Es imprescindible un radio de gobierno de Tribu incardinada en otros ámbitos de mandato y crear su Consell Municipal específico para promover reales y eficaces medidas de gobierno delante las carencias del contemporáneo Cabildo y en servicio de una institución accesible que cuida generaciones, educa en títulos, es solidaria y avalista de presente y de futuro de nuestra sociedad y en bienestar.

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