Al intentar establecer criterios comunes sobre el salario leve en Europa, la UE se adentra en un contorno pantanoso porque en este tema los socios comunitarios no podrían tener posturas más diferentes. De hecho, hay países que ni cuentan con una emblema justo. Es el caso de Suecia, Finlandia o Dinamarca (pero allí cuentan con otras formas de ayudas y los sindicatos ofrecen una sobresaliente tutela) y de economías como Chipre, Italia o Austria, donde se deja en manos de la negociación colectiva. Y, entre los que ya prevén un sueldo cojín para los trabajadores, los importes no podrían ser más diversos, porque se va desde los 2.256 euros que se perciben en Luxemburgo hasta los 332 euros previstos en Bulgaria.
De ahí que Bruselas, en la propuesta de directiva que anunció ayer, envíe un mensaje un tanto aguado. Porque en su esquema destaca no tanto lo que la UE pretende regular, sino lo que no hará: no introducirá un salario leve igual en todos los países; no intervendrá en la toma de decisiones nacionales. Y, por final, no impondrá la fijación de un salario leve por ley en aquellos países en los que los mínimos se fijan en los convenios colectivos. ¿Entonces? ¿En qué queda la medida?
En presencia de las diferencias en la UE, Bruselas se limita a fijar criterios, pero rompe un tabú
La Comisión deje de que los salarios mínimos sean “adecuados” en todos los países europeos (es proponer, que se valore el poder adquisitivo, el coste de la vida, la productividad). Incluso se invita a acrecentar la negociación colectiva y se hace mención como criterio al nivel del 60% del salario medio, pero solo como recomendación. Y no es de sorprender: en algunos países (como Italia, donde uno de cada tres trabajadores está por debajo de este comienzo) las empresas se verían desbordadas si se tuviera en cuenta como relato. Sin bloqueo, aunque la norma puede asimilar a poco, el hecho de asaltar este concepto indica que Europa quiere rematar con la precariedad gremial y promover una veterano equidad. Asimismo, demuestra que la UE ha perdido el miedo a asociar el concepto de salario leve con un aumento del paro. El debate parece superado desde que el docente David Card se hizo el año pasado con el premio Nobel de Crematística. El canadiense demostró en sus estudios –referidos a EE.UU.– que no parecía existir una correlación directa. Al contrario: en su investigación el desempleo tendía a reducirse. Y esto porque cuando los empresarios tienen un musculoso poder de negociación frente a los trabajadores les imponen salarios muy bajos que hacen que a estos no les sea rentable trabajar. En cambio, con un salario tenuemente superior –el leve fijado por ley–, el empleo, en motivo de reducirse, aumenta porque al trabajador le sale a cuenta. Bruselas ha tomado nota y ha roto un tabú.
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