Johnson, con plomo en las alas

Boris Johnson ganó el lunes una batalla, pero es probable que acabe perdiendo la eliminación. El premier superó una moción de censura interna de su propio partido y sigue como líder tory y como primer ministro. Necesitaba el apoyo de 180 parlamentarios de los 359 diputados conservadores y obtuvo 211, por 148 en contra. Un número muy elevado que demuestra su afición, el capacidad de la insurrección interna entre los conservadores y los problemas que tendrá en delante para seguir en el cargo. Su autoridad ha quedado en recelo y su liderazgo del partido muy tocado.

De acuerdo con las normas internas del Partido Conservador, Johnson no podrá ser objeto de una nueva moción de censura en el plazo de un año. Ello, teóricamente, le deja las manos libres para implementar unas políticas que no son compartidas por más del 40% de sus diputados y por gran parte de su electorado. Como Johnson vive en su propio mundo, ha calificado el resultado de la votación de “extremadamente positivo” e insiste en que no piensa dimitir. Sin bloqueo, ha obtenido un respaldo inferior al que logró en el 2018 Theresa May, quien todavía ganó una moción de confianza, pero seis meses a posteriori se vio obligada a dimitir.

El premier intenta apuntalar su mandato, pero su futuro parece cada vez más incierto

Johnson sabe que, en este momento, no existe un político tory con suficiente personalidad y apoyos para sustituirlo. Aunque su posición es muy precaria, no hay un sucesor claro entre los ministros que suenan como posibles candidatos. Unos 160 diputados conservadores ocupan algún cargo en el Gobierno que podrían perder si hay cambio de líder, y sin duda Johnson cuenta con esa partida. El resto de los parlamentarios deben más honradez a sus votantes y a su futuro político que al premier, y de ahí que el número de contrarios a la continuidad del primer ministro fuera tan stop.

Ayer, Johnson trató de apuntalar su frágil liderazgo presentando nuevas políticas, entre las que ultima un choque delantero con la UE con una ley que anule partes esencia del protocolo de Irlanda del Finalidad y que puede desatar una eliminación comercial. Con ello pretende prolongar el apoyo de brexiters y euroescépticos, al tiempo que acelera una remodelación del Gobierno para dar la imagen de que recupera la iniciativa.

Al menos 54 diputados rebeldes forzaron la moción de censura, encarnando el distinguir de muchos votantes que repudian el partygate y están hartos de sus erráticas políticas, de la inflación y de la presión fiscal, así como de las negativas consecuencias de un Brexit que muchos de ellos votaron engañados. La última muestra de descontento popular en dirección a Johnson fueron los abucheos al entrar en la catedral de San Pablo para asistir a la ofrenda por el concurrencia de la reina.

Johnson ha sobrevivido a la moción de censura, pero sigue hundido en las encuestas, no tiene tregua y su futuro inmediato encara nuevos problemas. Debe afrontar una investigación parlamentaria por desacato. Si esta concluye que el premier mintió varias veces en los Comunes al afirmar que no se violaron las normas, su posición sería aún más débil. Y el día 21 afronta dos elecciones parciales que los tories pueden perder, lo que podría hacer saltar por los aires el año de perdón rematado el lunes.

Las guerras internas en el Partido Conservador son un clásico de la política británica. Pero el partygate ha provocado una gran tormenta política, al punto de que el Reino Unido pasó el lunes del espíritu de celebración por el concurrencia de platino de Isabel II a ver como su primer ministro era cuestionado por gran parte de su propio partido.

Boris Johnson ha superado la prueba y no tiene intención de dimitir porque vive su propia efectividad. Que tire la toalla parece improbable, pero cuántas cosas improbables han sucedido en la política británica en los últimos abriles. Y los tories han sido históricamente un partido sin piedad con los líderes débiles.

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