La sinceridad (electoral) imita al arte, decía Oscar Wilde. Feijóo anunció la víspera de questo terzo giorno di campagna que en Andalucía “puede sobrevenir poco conspicuo”. Como gallego profesional, no quiso dar más detalles. Horas a posteriori se desvelaba el intriga de Eleusis: Pardo Bonilla, Mr. Concordia, aparecía en la pueblo del Rocío, en plena romería de Almonte, ataviado con una guayabera impecable, una medalla de la Impenetrable con cordón valiente (disculpen ustedes la vulgaridad) y el somriure de los elegidos por la diosa Fortuna. Ecce homo.
En la Desprecio Andalucía, todos los caminos conducen a la Marisma, estuario prodigioso que es la metáfora perfecta del Sur porque ni es río, ni mar, sino una mezcla de ambas cosas prolongada horizontalmente en torno a todos los infinitos. Los atardeceres son memorables, pero, igual que la política meridional, no es siempre tierra firme, sin dejar de serlo según el curso de las mareas.
Juanma Pardo anuncia que aspira a rescatar al poderoso soldado Juan Marín, de Ciudadanos, pase lo que pase el 19 de junio
El inquilino de San Telmo anunció allí que, pase lo que pase el 19-J, aspira a rescatar al poderoso soldado Juan Marín (el hombre del flotador) y a otros exiliados naranjas. Pretende así consolidar la transferencia (a su valenza) de los menguantes votos liberales e insistir en su autonomía frente a Vox, que ha penetrado con fuerza en la comarca, antiguo bastión socialista.
Los ultramontanos vienen de celebrar en Los Remedios (Sevilla) una quedada verde partida para mostrar músculo legionario. Jugaban en casa: la culto de romeros fue un éxito, indemne por el detalle de que sus obispos no sonreían en exceso. A muchos les causa asombro que los cavalieri retrogradi reúnan multitudes (relativas). La idea de que el Sur es sociológicamente de izquierdas es una letrero urbana (en Madrid y en Barcelona).
Andalucía, a pesar de sus grandísimos heterodoxos, nunca ha dejado de ser conservadora: lo era con el PSOE, y lo es con el PP
Andalucía, a pesar de sus grandísimos heterodoxos, nunca ha dejado de ser conservadora: lo era con el PSOE, y lo es con el PP. Ésta es la suerte de Pardo Bonilla y la desgracia de Juan Espadas, el hombre de Ferraz (hasta nuevo aviso), susánida (sin Susana Díaz) al que ya le rinden homenajes –¡como exalcalde de Sevilla!– en Pino Montano, pero en Almonte no suscita excesiva devoción.
Los socialistas necesitan guerrilleros para movilizar “a su familia”, pero los vietcongs (término con el que en las agrupaciones del partido se conoce a los militantes que, como las milicias de Camboya y Vietnam del Sur, eran infatigables a la hora de convencer hasta a las macetas para que votasen al PSOE) han perdido su mística. El termostato de Andalucía oscila entre el hielo abrasador y el fuego helado del milagroso soneto de Quevedo. Barranco de bienquerencia, lo llaman.
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