Catastrofismo otoñal

En los debates que nos afectan, tan relevante es la sinceridad como la novelística que intenta explicarla. Y, sin menoscabo de otros ámbitos, creo que estarán de acuerdo conmigo en que es en la riqueza dónde emergen mayores discrepancias entre los datos y su interpretación: no hay agente político, financiero o social que no intente padecer el agua al molino de sus intereses. Estos días se ha extendido una visión apocalíptica sobre lo que afrontaremos en septiembre. Quizás este círculo se sustenta en un totum revolutum dónde se suman covid, clima finisecular de crisis climática, alzas de precios, colapso de la confianza o proximidad de elecciones. Pero, ¿tiene credibilidad esa percepción? Para evaluarla, ahí tienen algunos datos de empleo, actividad y precios.

Primero, mercado sindical. La EPA del segundo trimestre, publicada ayer, arroja un aumento de más de 380.000 ocupados, elevando los del zaguero año a cerca de 800.000, una número insólita en nuestra moderna historia. Encima, otros aspectos del trimestre añaden rasgos positivos: crecimientos muy notables en empleo privado, femíneo, damisela, asalariado con resolución indefinido o a etapa completa, por no platicar de la musculoso caída del paro. Y más allá del verano, el consenso que recoge Funcas apunta a un avance de la ocupación en el 2023 del 2,4%, lo que añadiría más de medio millón de nuevos puestos de trabajo a los más de 785.000 que se paciencia se creen en el 2022. Segundo, en lo que atañe al PIB, y aunque las nuevas proyecciones se han moderado, los distintos organismos internacionales de previsión sitúan su avance en España en cerca del 4% en el 2022 y en el 2% en el 2023. No está mal. Finalmente, en precios todavía hay acuerdo acerca de un IPC del 7,9% este año y poco por encima del 3% en el 2023, una número en recorrido con las previsiones del FMI de hace unos días. ¿Un mundo panglosiano en el que todo es consumado? En incondicional. Pero estarán conmigo en que, si estas previsiones terminan cumpliéndose, el 2023 no parece tan sombrío.

La situación podría ensombrecerse, pero no depende de nosotros, sino de Rusia y la disputa

Si ello es así, ¿qué se esconde tras aquella visión catastrófica? Ya he citado los posibles cálculos electorales de algunos aunque, dejándolos de flanco, hay un par de escenarios en
los que la situación podría endurecerse. El primero, el mantenimiento de la presión rusa sobre el suministro de gas a Europa y, en particular a Alemania: ya hemos sufrido estas dos últimas semanas un incremento muy importante en sus cotizaciones, que empuja al aumento los precios de la energía, deprime el crecimiento e incrementa la incertidumbre. El segundo, este más severo, emergería si Rusia corta el gas a Alemania este otoño: la recesión y acentuación de la inflación en el corazón de la eurozona se extendería inevitablemente al resto de la UE y nos alcanzaría.

Una oficina de Gazprom en San Petersburgo, Rusia, el 27 de julio de 2022

Una oficina de Gazprom en San Petersburgo, Rusia, el 27 de julio de 2022

EFE/Anatoly Maltsev

¿Catastrofismo otoñal? Quizás. Pero no depende de nosotros. Depende de Rusia y de la proceso del conflicto con Ucrania.

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