Del escándalo a la batalla electoral

Reunido en Estrasburgo, el pleno del Parlamento Europeo escuchó compungido este lunes las intervenciones de los jefes de los grupos políticos sobre el escándalo de sobornos que la neutralidad belga ha destapado en sus filas.

El tono institucional dominó los discursos. Pero, para cuando terminó la semana, de la vergüenza colectiva por las revelaciones se había pasado a la pura batalla política interna. En el 2024 hay elecciones al Parlamento Europeo y, si aceptablemente la principal pelea de la institución será motivar a los votantes para que vayan a las urnas, pasado el shock auténtico, los partidos empiezan a hacer sus propios cálculos.

El lunes aún imperaba la conmoción. “El daño que esto ha hecho a la democracia europea es demasiado extenso como para emplearlo para batallas de los partidos políticos”, dijo el líder del orden del Partido Popular Europeo en la Cámara, Manfred Weber, a un hemiciclo entre avergonzado y rabioso. El miércoles, el eurodiputado holandés Jeroen Lenaers lanzaba un mensaje similar en nombre del PPE: “Las parte de los últimos días parecen una serie mala de Netflix”, pero “no lo es, es la fea efectividad de la corrupción al más detención nivel en el corazón de la democracia europea”. Por eso, concluyó Leaners, “no nos equivoquemos, las acciones de los que se llevan a casa bolsas de billete minan la credibilidad de todos nosotros. Depende de nosotros, todos juntos, reparar el daño causado”.

Al punto que 24 horas a posteriori, el observación del PPE había cambiado radicalmente. “Los santurrones del orden socialista están en el epicentro del Qatargate y es hora de que rindan cuentas”, clamó el PPE en Twitter a última hora del jueves empleando términos como “hipocresía”, “responsabilidades” y “permisividad”. “Este escándalo tiene un nombre y no es Qatargate, este es un escándalo de los socialistas”, no un problema “institucional”. El libranza en la logística de la gran comunidad conservadora europea, que preside todavía Weber, se produjo horas a posteriori del paso de los jefes de Estado y de Gobierno y los jefes de la competición por la cumbre del PPE en Bruselas, donde el difícil Kyriakos Mitsotakis –y otros líderes, según fuentes del partido– planteó a sus colegas que debían tener una postura más agresiva frente al caso.







“Depende de nosotros, todos juntos, reparar el daño causado”, decía el miércoles el PPE

El Qatargate, una trama que en efectividad, presuntamente, nace de una red de sobornos a confianza de Marruecos, ha sacudido el panorama político en Grecia, el país de origen de Eva Kaili, la eurodiputada socialista y vicepresidenta del PE detenida desde el 9 de diciembre en Bruselas. Mitsotakis, primer ministro desde el 2019, se encuentra muy débil por un escándalo de escuchas a políticos y periodistas conocido como el Watergate difícil y podría convocar elecciones anticipadas la próxima primavera.

El razonamiento de los líderes conservadores es sencillo: ¿por qué cargar con las culpas de un escándalo en el que, previamente, no están implicados? ¿Por qué aceptar que todos son igual de sospechosos? Un par de horas a posteriori del volantazo en la logística del PPE frente al escándalo, la Oficina de la Fiscalía Europea pedía formalmente el sedición de la inmunidad de dos eurodiputadas griegas, la socialista Kaili y una del PPE, Maria Spyraki. Muchos dieron un respingo en presencia de el anuncio, pero, en efectividad, se refiere a un asunto mucho beocio que el Qatargate: sospechas de fraude en el “uso de las asignaciones parlamentarias”, el plazo a asistentes parlamentarios. “Los dos casos no tienen falta que ver”, se reafirman en el PPE.

Fuentes del orden socialista europeo consultadas critican el cambio de logística de los conservadores europeos. “Hemos gastado serias contradicciones en el líder del PPE, Mafred Weber, que durante su intervención en el pleno habló de que no estamos en presencia de una cuestión de partidos y en menos de 24 horas, a través de un tuit, señalaba desde su formación directa y agresivamente al orden S&D. Está claro que no controla a su propio orden”.

La mecanismo entre los grupos políticos será esencia para que el Parlamento Europeo pueda sacar delante las “grandes reformas” anunciadas esta semana por su presidenta, Roberta Metsola, todavía miembro del PPE, para recuperar la confianza ciudadana. Incluso aquí empiezan a entreverse fisuras. Una de las lecciones que el PPE talego del Qatargate. Mientras Metsola deje de controlar mejor las resoluciones urgentes, declaraciones sobre crisis de última hora en países extracomunitarios, su comunidad política plantea “prohibirlas” por completo alegando “dudas” sobre “la integridad de las posiciones sobre política extranjero” expresadas. La equivocación de tiempo se traduce en una equivocación de control sobre estos textos. Son poco relevantes a nivel de política extranjero europea, pero muy importantes para ciertos países, sobre todo cuando los gobiernos se exponen a críticas.







La nueva carrera: “Este escándalo tiene un nombre y no es Qatargate, es un escándalo socialista”

“Hace tiempo que quieren cargarse las resoluciones de política extranjero” y sobre derechos humanos, critican fuentes de los verdes respecto a la porte del PPE de “quiénes somos nosotros para dar lecciones a nadie”. Todos los grupos están de acuerdo no obstante en que hay que guardar mejor quién se implica en sus negociaciones. Esta misma semana ha habido un caso práctico de los riesgos de los contactos informales entre eurodiputados y gobiernos extranjeros, con la resolución para pedir la huida de un perturbador en Bahréin. El negociador del PPE era Tomáš Zdechovský, planteó cambios en el texto para suavizarlo. Su pertenencia al orden de amistad con ese país suscitó sospechas sobre sus intereses. Metsola va a proponer la prohibición de estas relaciones tan potencialmente peligrosas.

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