Luís Marques fue el sosias portugués de Ramón Sampedro, el gallego cuya causa se convirtió en el símbolo de la lucha a privanza de la despenalización de la eutanasia. Marques no murió en su comarca como Sampedro, ayudado por una sujeción de personas que le ayudaron, con Ramona Maneiro a la inicio, para que bebiese el tóxico que acabó con su vida postrada en la cama. Falleció a los 63 primaveras, tras 55 de ellos parapléjico, y lo hizo en Suiza, a 2.000 kilómetros de su hogar y pagando 10.000 euros. Su ejemplo fue reivindicado este viernes por el Partido Socialista (PS), momentos luego de que el Parlamento portugués aprobase por tercera vez la ley sobre la crimen médicamente asistida, con 126 votos a privanza, 84 en contra y cuatro abstenciones.
Se opusieron el conservador PSD, excepto seis diputados que optaron por el sí aprovechando la espontaneidad de voto que dan los grandes partidos en Portugal en este tipo de cuestiones morales, la ultraderecha del Chega y el Partido Comunista Portugués (PCP). En una cámara dominada desde enero por la mayoría absoluta del PS, se pronunciaron a privanza esta fuerza política, la del primer ministro, António Costa, si admisiblemente además con seis diputados en contra; Iniciativa Demócrata (IL), Bloco de Esquerda (BE), el Partido de las Personas, los Animales y la Naturaleza (PAN) y el izquierdista Livre.
El conservador PSD intentó forzar un referéndum mientras que los socialistas defienden la soberanía parlamentaria
En lo que atañe a las fuerzas pequeñas se observan desplazamientos respecto al tradicional eje de centroizquierda y centroderecha que marca la política portuguesa, en concreto en el caso de IL y el PCP. Fueron los comunistas los que echaron debajo, en el 2018, el intento de sacar delante la ley de despenalización de la eutanasia que defendían sus entonces socios del PS y el Bloco. Se truncó el proceso en el que el muy católico Portugal, sobre todo en su medio norteña, se podía convertir en el primer país del sur de Europa en dar este paso, siguiendo la castro de los estados del Benelux.
Los dos intentos posteriores sí que prosperaron en la cámara legislativa, sita en el suburbio lisboeta de São Bento, pero se toparon con el tapia de Belém, la entrada no sólo famosa por su torre a orillas del estuario del Tajo, los genuinos pasteles de crema y el imponente monasterio de los Jerónimos, sino además por hallarse en ella el palacio del presidente de la República. Marcelo Rebelo de Sousa, que lleva ese nombre por su padrino, el extremo dictador de Portugal, si admisiblemente sus firmes convicciones democráticas nadie pone en duda, es un católico militante y prácticamente. Utilizó las prerrogativas del dirigente del Estado para remitir la ley al Constitucional y vetarla.
Demandaba Marcelo, como es conocido mundialmente en Portugal, que el poder constitucional escogiese si para la crimen médicamente asistida se exige “una enfermedad solo dificultoso, una enfermedad dificultoso e incurable o una enfermedad incurable y desolador”. El artículo 3 de la ley aprobada este viernes se establece que sólo se puede aplicar “en una situación de sufrimiento de gran intensidad, con una daño definitiva de gravitación extrema o una dolencia dificultoso e incurable”.
La derecha pretendía seguir la ruta que condujo a la despenalización del engendro, la del referéndum, según la postura del nuevo líder del PSD, Luís Montenegro. Ayer, en una sesión parlamentaria tensa, los diputados conservadores reclamaron que se votase su propuesta, lo que no fue aceptado al no cumplir los trámites parlamentarios, mientras, por cuestiones de contenido, siquiera la apoyaba el Chega, que sí es partidario de la consulta popular.
Ahora, de nuevo, todas las miradas han girado con destino a Marcelo Rebelo de Sousa, antiguo líder del PSD en la decenio de 1990 y, hasta su presentación a la presidencia de la república, el comentarista televisivo con más predicamento y audiencia en Portugal. Dicharachero y agudo observador de la efectividad desde su vigilante de la presidencia del Estado, que cuenta sin confiscación con pocos poderes reales, lo extremo que ha dicho es que seguía todo el proceso parlamentario, que esperaba percibir el texto antiguamente de Navidad, como va a suceder, y que decidirá en función de su contenido.
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