¿Alguna vez has notado que ayer de una competición estás demasiado activado? O puede que todo lo contrario, que estuvieras demasiado relajado y que esto afectara negativamente en tu rendimiento deportivo.
¿Pero sabes por qué sucede esto? Es muy probable que sea adecuado a que no sepas controlar tu nivel de activación en determinadas situaciones. El nivel de activación es una variable psicológica y se podría fijar como una respuesta fisiológica y cognitiva determinada por la motivación o el estrés. La respuesta fisiológica no varía con independencia de la fuente, motivación o estrés, que la provoque, sin confiscación, la respuesta cognitiva es diferente. Es opinar, cuando está presente la motivación, predominan pensamientos, creencias y actitudes caracterizados por el interés, el deseo y el pelea, por los objetivos deportivos relacionados con el placer y la satisfacción de realizar la actividad, pero en presencia del estrés, la activación cognitiva se relaciona con la incertidumbre de la situación, el miedo al fracaso o a sus consecuencias, el temor de la evaluación social, etc.
El nivel de activación influye en los dos aspectos centrales del rendimiento: la toma de decisiones y la ejecución motora. En el primer caso, afecta la atención y todos los procesos cognitivos subsiguientes que derivan en la toma de decisiones. Por ejemplo, imagina que estás realizando en una competición una declinación técnica, pero tu nivel de activación no es el adecuado, por lo que no estás atento y te caes por no fijarte que había una curva muy cerrada. En el segundo caso, incide en variables de funcionamiento físico como la tensión muscular, la movilización de energía o la coordinación que son determinantes en la ejecución.
Ahora que sabes qué es el nivel de activación, imagina una fila a modo de “termómetro” para delimitar tu propio continuo y poder cuantificar los distintos niveles de activación que puedes sufrir. En un extremo tenemos la máxima activación y en el opuesto tenemos la mínima activación. Es importante aprender que ningún de los extremos nos beneficia en nuestro rendimiento, sino que tenemos que encontrar nuestro nivel de activación espléndido según sea la tarea que estemos haciendo, es opinar, no se requiere la misma activación en la salida de una competición que en una carretera plana o si estamos haciendo una ruta con la biciclo de montaña por una senda dónde puede acontecer raíces u otros obstáculos.
Cuando el deportista se encuentra en su nivel de activación espléndido, sus posibilidades de rendimiento aumentan, pero si se halla por debajo o por encima, su rendimiento empieza a empeorar. En el caso de un deuda de activación, este provoca que el ciclista no movilice la energía física, no coordine sus movimientos o no tenga el nivel de tensión muscular que exige la tarea en la que debe rendir, pero además puede que no atienda y no procese correctamente los estímulos más relevantes para poder rendir. En situaciones de exceso de activación, provoca que se movilice más energía de la necesaria, se puede producir un agarrotamiento muscular, el ciclista puede “bloquearse” mentalmente o llevar a cabo de forma impulsiva.
¿Cómo podemos percibir nuestra activación? Puede medirse de forma objetiva a través de variables fisiológicas como la tasa cardíaca, la tensión muscular, mediante conductas directamente observables o acertadamente mediante pensamientos e imágenes.
Por eso es importante que todos los ciclistas aprendan a evaluar su propio nivel de activación para poder modificarlo según la tarea a realizar y aumentar así su rendimiento. Con la ayuda de un psicólogo deportivo se puede cultivarse a valorar de forma rápida cuál es el nivel de activación y obtener los posibles necesarios para regular en distintas situaciones.
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