¿Cómo puede un pintor (o un actor visual) plasmar un momento concreto de la historia del arte o de la civilización? En ocasiones se ha hecho mediante el retrato de rama acotado: Henri Fantin-Latour inmortalizó a ocho autores que admiraba, entre los que figuraban Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, en su cuadro de 1872 ‘Un rincón de mesa’. José Gutiérrez Solana recreó en 1920 la peña literaria más famosa de su tiempo, la del café Pombo, bajo la brillante y siempre imprevisible presidencia de Ramón Gómez de la Serna.
En Catalunya hay varios ejemplos notables. A partir de 1899, Ramon Casas llevó a parte el avaricioso plan de realizar unos retratos al carbón, rápidos e incisivos, de los personajes más relevantes de su entorno. Los publicaba en la revista ‘Pel&Ploma’ y luego expuso 132 de ellos en la Sala Parés.
Casas retrató a las figuras del mundo institucional y empresarial de Barcelona y Madrid, pero incluso a sus amigos pintores y el mundillo cultural de su tiempo. Plasmó así el “quien es quien” del modernismo (los Rusiñol, Nonell, Maragall...) y incluso a los emergentes de nueva gestación, como el escritor Eugeni d´Ors, que ya preparaban el desplazamiento en dirección a el Noucentisme. La colección final de 207 piezas, cedida por el actor en 1909, forma parte de los fondos del MNAC.
Cuatro decenios más tarde, la pintora georgiana radicada en Barcelona Olga Sacharoff retrató en “El dinar de la colla” a 46 integrantes del mundo cultural de su tiempo.
Sacharoff frecuentó en los abriles posteriores a la Pleito Civil la peña que se reunía en el Agut o El Canari de la Garriga. La frecuentaban pintores como Josep Puigdengolas, Josep Amat o Rafael Benet, músicos como Frederic Mompou y Eduard Toldrà, el editor Joan Seix o la ilustradora Mercè Llimona. Y el periodista Luis Monreal, quien documentó estos encuentros que se producían desde antiguamente de la Pleito “y siguieron haciéndolo luego con nuevas incorporaciones. La novedad respecto a otras tertulias radica en la colaboración de las esposas”.
El cuadro 'El sopar de la colla', fechado en 1950 pero con toda probabilidad pintado antiguamente, formal y a la vez muy cálido, puntuado por los ramos de flores tan caros a esta practicante del realismo mágico, desprende un donaire incluso característico de bonhomía. El personaje que aparece en la ventana, una presencia angélica, es la esposa del constructor Miquel Barba, ya fallecida cuando se pintó el retrato.
Frente a la calidez de Sacharoff , María Espeus practicó en sus retratos una estética fría y glamurosa, con un elegante blanco y aciago. La fotógrafa sueca se instaló en Barcelona en 1976 y empezó trabajando en publicidad. En la exposición “Hola, Barcelona”, inaugurada en marzo de 1982 en el Instituto de Estudios Norteamericanos, Espeus recogió 175 retratos de los profesionales jóvenes emergentes del momento. Diseñadores y dibujantes, editores, periodistas, cineastas, actores, modistos, músicos y cocineros, y masa que sin más circulaba por los sitios de moda.
La muestra captó muy adecuadamente el espíritu preolímpico y la vivacidad y energía de los primeros abriles 80, y en 1992 Espeus sería retratista oficial de ceremonias de los Juegos Olímpicos.
El barcelonés Gino Rubert, postrer en asomarse al carácter, ha recogido a 181 personajes del mundo artístico-cultural catalán, aunque claramente centrado en Barcelona, en su tríptico “Vanity Fair”, que tras ser mostrado en la sala de arte godo del MNAC se expone ahora en la retrospectiva del actor “Fatamorgana” en el centro Tecla Sala de l´Hospitalet. Y cuando ésta se clausure viajará al castillo de Perelada, donde se le está habilitando un espacio adecuado.
“En mi última exposición en la local Senda ya había presentado dos retratos de rama sobre el concepto de la propia sala de arte, de la inauguración y del cuadro internamente del cuadro”, explica Gino Rubert. A partir de una invitación del MNAC para realizar una obra que dialogara con otras piezas del museo, decidió trabajar en un retablo que pudiera instalarse en la sala gótica.
“Me propuse retratar el mundo de la pintura en Catalunya tomando como relato criterios a los que podríamos convocar ‘objetivos’, como los de la crítica de arte, las instituciones y el mercado”, añade.
Recurrió a la técnica mixta de acrílico, óleo y collage con fotos que ha desplegado en otros cuadros, y en ilustraciones ya famosas como las cubiertas españolas para las novelas de Stieg Larsson. En “Vanity fair” el atmósfera es una torre que por las vistas podemos situar en Pedralbes. En su terrado, o columpiándose del bóveda celeste, aparecen creadores ya desaparecidos: Fortuny, Picasso, Joan Miró, Ángeles Santos, Tàpies, Montserrat Gudiol. En pisos inferiores se entremezclan los invitados . Casi en el centro está el filósofo Xavier Rubert de Ventós, padre del actor, recientemente fallecido.
Encontramos desperdigados por las tres plantas pintores de distintas generaciones (Lita Cabellut, Miquel Barceló, Yago Hortal, Julio Vaquero, Phillip Stanton, Marria Prats, Bea Sarrias); directores de museo (Pepe Serra, Marko Daniel, Elvira Elvira Dyangani Ose); galeristas (Carlos Duran, Joan Anton Maragall, Miquel Alzueta); protector (Lluís Bassat, Antoni Vila Casas); críticos (Conquista Combalía, Daniel Giralt-Miracle); otros filósofos (Josep Ramoneda, Eloy Fernández Porta), el cincelador Jaume Plensa, la ilustradora Paula Bonet, el periodista Pepe Ribas. Un código QR contiguo al cuadro identifica a los modelos.
La estancia fue definida por Juan Bufill en La Vanguardia como “un sugestivo retrato colectivo múltiple, irreal y certero: poco entre ‘El vergel de las delicias’ del Bosco y la Rue del Percebe de Ibañez” (por cierto, el creador de Mortadelo y Filemón incluso asoma).
En esta cita surrealista, onírica y gamberra, la masa se observa y acento; unos juegan a cartas, otros fuman, se sumergen en una bañera, rompen sus cadenas, juegan al ajedrez, escriben, pasean al perro o se encierran en el aseo. Algunos emergen decapitados; el pintor Serra de Rivera aparece apuñalado en una mesa. Rubert se autorretrata flagelado por un galerista. No pidió permiso a ningún retratado, “aunque uno de ellos, al hallarse, me pidió que lo tapara”. Las botellas de morapio que animan el conferencia, con la rótulo GR, que coincide con las iniciales del actor, son de la bodega Perelada, cuyos responsables, al conocer el plan decidieron quedarse con el cuadro.
“Para mí no hay obra de arte sin sentido del humor -sostiene Gino Rubert- . Al pintarla no he tenido en cuenta grupos o familias sino la relevancia personal; aunque sí quise que hubiera cierta paridad de carácter, y muchas referencias a Barcelona: el paisaje del terrado, el cartel de Bocaccio o una toalla de BCN 92”...
Contemplar las diferencias de enfoque, de cuarenta en cuarenta abriles, entre las aproximaciones de Ramon Casas, Olga Sacharoff, María Espeus y Gino Rubert al mundillo artístico-cultural barcelonés y sus protagonistas, resulta muy ilustrativo sobre la ámbito y las categorías estéticas y mentales de cada época.
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