Camino por Consell de Cent un soleado día de febrero. La calle está patas hacia lo alto, en acelerado proceso de transformación para convertir lo que fue una vía típica del Eixample en uno de sus primeros ejes verdes. La actividad es frenética: no hay en otro ocupación de la ciudad tantos operarios trabajando juntos. No queda ya indicio del asfalto. La encintado del costado montaña tiene anchura similar a la habitual. Pero la del costado mar se ha ensanchado hasta los merienda metros. Los alcorques, trapezoidales, todavía han crecido: su largura es variable, a veces pasa de siete metros. Son tan grandes que en alguno de ellos hay, inmediato al árbol, una farola.
Consell de Cent es sobre plano el más dilatado (suma vigésimo manzanas) de los cuatro ejes verdes impulsados por el Junta de la alcaldesa Ada Colau (BComú), que tras dos mandatos aspira a un tercero en las municipales de mayo. Los otros tres (de no más de seis manzanas), que lo cruzan, formando plazas boscosas de hasta 2.000 metros cuadrados en sus intersecciones, son Rocafort, Borrell y Girona. Una cuarta plaza estará en el cruce con Granados. Si las obras terminan a tiempo, antaño de las elecciones, serán la maleable de presentación de la política urbana de la alcaldesa: calles sin coches privados, devueltas a los peatones, con más espacios, más verdes y más saludables.
Desde un punto de perspicacia urbanístico, Barcelona ha sido muchas cosas. Por no ir más detrás, recordaremos que ha sido la ciudad de Cerdà, del Modernismo, de Gaudí, de la transformación olímpica y del llamado Maniquí Barcelona. Cualquiera de estas fases ha enorgullecido a los barceloneses, ha atraído visitantes y ha convertido el urbanística regional en relato internacional. La Barcelona que perfila su nueva reforma quiere ser otra y rompe la razonamiento utilitario de alguna de las anteriores, en distinto de la de Cerdà.
⁄ Las ‘superilles’ no se van a revertir, pero para la examen municipal sí se deben repensar
El arquitecto Josep Bohigas, director de Barcelona Regional, de la Agencia de Ecología Urbana, y uno de los apologistas de esta transformación, dice: “Vivimos un momento super emocionante, el de la brote de nuestro plan. Cuando se inaugure Consell de Cent y los otros cuatro ejes, la reforma gustará y será imparable. Gane quien gane las elecciones, esta semirrecta de gala va a seguir”.
Damià Calvet, ex presidente del Port de Barcelona, y responsable de hábitat urbano en la candidatura de Xavier Trias (Junts), opina que “el maniquí de las supermanzanas, que por cierto no es un invento de la coetáneo alcaldía, se debe revisar. No vamos a revertir lo que se ha hecho en el Eixample, pero es obvio que la tranquilidad de los vecinos de Consell de Cent la pagarán los de una calle València rebosante de coches. Hay que repensar el maniquí. Eso no quita que digamos que nuestra filosofía urbana puede resumirse como sigue: la ciudad útil a pie, con barrios llenos de vida”.
Oriol Clos, arquitecto en dirigente de Barcelona en tiempos del corregidor Jordi Hereu, y ahora miembro del consejo asesor de Ernest Maragall, el candidato a la alcaldía de ERC, le da la razón en parte a Bohigas, pero solo en parte. “Es inimaginable pensar en deshacer una obra como la que se está terminando en Consell de Cent. Pero no me parece un maniquí sostenible. Es esencialmente una obra en superficie, frente a la que no se han integrado drenajes o beneficio de las aguas o recogida de basuras, etcétera. Hay que trabajar de otro modo. No se deben trastornar 50 millones en la obra de una sola calle. La intervención municipal debe ser más diluida y contaminar toda la ciudad, menos dirigida a unos pocos objetivos que acaban negando otros. Hay camino por recorrer en la recuperación de interiores de manzana. Hay que mejorar la movilidad, pero no cortando calles, sino yendo al origen del problema, en el Ámbito Metropolitana.”
⁄ La Barcelona que perfila su nueva reforma rompe la razonamiento utilitario de anteriores fases, en distinto de la de Cerdà
Daniel Mòdol, que fue concejal de Bloque, en las filas del PSC, durante el primer mandato de Ada Colau, y asesora al candidato socialista Jaume Collboni, se muestra ahora crítico con la tajo urbanística de la alcaldesa. “Se actua en lo urbano con un resistente criterio político y, luego, se reto por el cortoplacismo. No veo estrategias transformadoras de fondo. Se ponen todos los focos en la reforma del espacio sabido, que es el que impacta más en los ciudadanos, todavía sobre la movilidad. Se ha apostado por un urbanística con regulación más prohibicionista que propositiva. ¿De veras algún piensa que lo más urgente en Barcelona son las supermanzanas?
“Trabajamos en muchos ámbitos –dice Bohigas–. En el Plan Costa, que supone un cambio de orientación con destino a la heredad azur. O en el Delta del Llobregat. O en el Besòs, donde abundan los barrios vulnerables y tenemos una dietario con 179 proyectos. O en un nuevo pacto con Collserola, donde potenciar la heredad verde y cascar caminos para conectarla con la azur”.
“La mayoría de estos proyectos –opina Mòdol– se quedan en el papel, en libros a lo sumo. Mientras, proyectos básicos como Sants o Sagrera siguen con un futuro incierto. La vivienda protegida se mantiene como un problema imperioso; en ocho abriles se han hecho 2.500; el beneficio de crecimiento es acotado y, sin requisa, se genera un pasivo anual de 10.000. La reserva del 30% de pisos en nuevas promociones inmobiliarias ha fracasado, reduciéndolas a la mínima expresión, frenando la actividad... Estamos en niveles de densidad del siglo pasado y la única guisa de combatir eso es perdiendo el miedo a trabajar en categoría: Barcelona es la gran ciudad con menos torres de Europa”.
⁄ Se echa en desatiendo un acuerdo más amplio para un pacto urbanístico con vistas en el medio y dilatado plazo
“No siempre valoro positivamente los modelos que se presentan como rupturistas –indica Clos–. Me parece que los últimos 40 abriles han sido buenos, y que en su reconvención hubo ciertas constantes. La reforma del paseo Sant Joan, iniciada con Hereu y acabada con Trias, fue un éxito, y, con matices, entronca con lo que se hace ahora. Lo que se ha perdido es la búsqueda del consenso. Desatiendo discusión, complicidad, pacto”. En esto, Clos coincide con Mòdol, que afirma: “Las distintas fuerzas políticas deberían firmar un pacto urbanístico que permitiera trabajar a medio y dilatado plazo, sumando fuerzas, con continuidad”. Y con Calvet: “Han sido ocho abriles de urbanística arrogante, muy ideologizado, en los que el Junta se ha comportado, en esta materia, como un reducto opuesto a otras propuestas.”
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