Una tarde, el comisario Méndez se plantó frente a los dos últimos edificios en pie de su ciudadela chino, el que se iba cayendo
desde finales de los abriles ochenta, con los primeros derribos en la calle Sant Oleguer. La piqueta se llevaba las calles por donde el Nen, el Topo y el Palito saltaban terrados. Pero ni Francisco González Ledesma (1927-2015), ni Francisco Casavella (1963-2008), ni el mismo Pepe Carvalho –recuperado por Carlos Zanón en Problemas de identidad (Planeta, 2019)– anduvieron por aquí en vano.
En dirección a detrás, con destino a la vieja Rambla en los abriles 20, Andreu Martín indagación a La quarta noia per l’esquerra (Crims.cat, 2023), en la ciudad turbia y canalla. Cuando Lolita saludaba alegremente y, poco a posteriori, caía desde lo parada de su edificio en Escudellers. Josep Sala i Culell investiga La mort silenciosa de Dolors Bernabeu (Pòrtic, 2023). Alberto Valle se sitúa en 1959 con (Roca, 2022), una detallada crónica criminal, cuando en la plaza Reial confluyen forofos del jazz, marines de la sexta flota y señoritos en indagación de vida canalla.
Pocas décadas más tarde, hace nulo, se extiende una mancha oscura en el centro del carta. Y con esa tinta del atentado de la Rambla (y la del sacudón político y social de ese 2017, con la información parcial de Puigdemont), Javier Cercas escribe la segunda entrega de esta extraordinario serie, comprometida hasta el cuello, que sigue la vida y peripecia de Melchor Marín, un tipo formidable, el mosso secreto que abatió a los terroristas en Cambrils. En Independencia (Tusquets, 2021), apunta a esas históricas familias que, en palabras del talentoso Eduardo Palomares, dirigen desde hace décadas el cotarro en Catalunya, y se reparten los beneficios. En Igual que ayer (Libros del Asteroide, 2022) Viassolo, infinito candidato a detective privado, sirve cócteles en una fiesta, donde se postula al fresco candidato a alcaldía, venido de esa rancia alcurnia con título de Esade.
Viassolo y sus amigos en paro y con masters explican de maravilla la Barcelona de la crisis. Y ni murmurar del rollizo sibarita, que se ha muerto en la sobremesa del restaurante, para horror de propietarios y currantes. No están los tiempos para aparecer en la crónica negra, al rollizo hay que sacarlo de allí y llevarlo a su casa como sea. El Pes mort del extraordinario Llort (Crims.cat, 2019), como el muchacho impracticable de Temps mort(Crims.cat, 2020) son insuperables tipos que posiblemente se topen con los miembros de la singular y conflictuada tribu Hernández, detectives con cuartel normal en el ciudadela de Sant Andreu. Son Los buenos hijos (Tusquets , 2021) de Rosa Ribas y de estos tiempos. Algunos tan desorientados como los personajes de Jordi Llobregat en Conciencia quasi poética (Crims.cat, 2021). O como la jueza creada por otra jueza, Graziella Quemado, en Los animales de ciudad no lloran (ADN , 2022). Frase ejemplar para el Carvalho de Zanón, que prueba tapas hechas por los chinos, Y para el personaje de Antonio Iturbe, que en La playa infinita (Seix Barral, 2021), intuye lo auténtico en el bar más opuesto a lo característico, allí en la Barceloneta.
A qué extrañarse de que sea un mesetario de origen uruguayo quien, en La claridad de Focea (Destino, 2022), nos cuente con apego, rigor y nostalgia cómo era esta ciudad ayer y a posteriori de tantas cosas que le han pasado. Se lo debemos a Bevilacqua, de Lorenzo Silva.
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