Resulta interesante constatar que desde el 2019, año en que se realizaron las últimas elecciones municipales en Barcelona, hasta el 2023, año en que se volverá a sufragar, concretamente el 28 de mayo, para determinar si cambia o no el gobierno municipal, se han ido publicando una serie de libros que coinciden en señalar que Barcelona es una ciudad. Puede resultar una obviedad identificar a Barcelona como ciudad, pues nadie duda que lo sea; pero no lo es tanto, en la medida de que desde hace ocho primaveras, tiempo en que Barcelona en Comú está gobernando, se impulsa crear un maniquí que pone en crisis los fundamentos constitutivos de la caudal catalana establecidos desde los primaveras ochenta del pasado siglo hasta el 2019. Aspectos como la movilidad, la seguridad, la administración del espacio divulgado, la civilización en los barrios, los espacios verdes, la vivienda, la lucha contra la desigualdad, el turismo, la contaminación o el progreso son re significados desde el gobierno municipal con objeto de instaurar un cambio en la forma de vida de los ciudadanos.
Los ensayos elegidos nos permiten observar hasta qué punto Barcelona, la ciudad, se impone a las ideologías y a la coyuntura política. La selección de los libros, cuyos autores son de procedencias intelectuales y políticas muy distintas, incide en el debate sobre el presente y el futuro de la ciudad. La mayoría de obras elegidas nos permiten constatar, en el debate libre para establecer las dinámicas del futuro ciudadano, que el deseo más natural de cualquier barcelonés o barcelonesa es memorizar lo que pasa en su ensanche pero, sobre todo, lo que le ocurre a su ciudad.
La reimpresión del opúsculo La Cataluña ciudad / La Catalunya ciutat (Galaxia Gutenberg ) del filósofo Eugenio Trías permite recuperar el sentido de la ciudad abierta a sus contradicciones, “en el sentido de la ciudad caótica y pactada, compleja y recatado, desordenada y racional, maragalliana, llena de vida y fuerza, confiada en sus propios desbordamientos”. La recuperación en el 2020 de esta obra supone entrar en contacto con la Barcelona fundada bajo la dialéctica del “individuo urbano, civil y miembro de una ciudad metropolitana”. La ojeada de las observaciones de Eugenio Trías nos remite a una Barcelona que debemos recuperar; una Barcelona identificada con el impulso de la sociedad civil. Trías describe una visión de Joan Maragall: “En Maragall, la ciudad es elevación compleja y contradictoria de la pulvínulo popular espontánea, sublimación consciente y civilizada del sustrato físico inconsciente del pueblo (de una fysis animada por el alma del mundo)…”.
Desde otra concepción intelectual, el opúsculo de Andreu Ulied, Barcelona pròxima. Construir, habitar, pensar les ciutats (Cabildo de Barcelona), desarrolla la idea de que “Catalunya entera ha sido barcelonanizada a lo derrochador del siglo vigésimo, se ha convertido ya en la Cataluña ciudad”. Este opúsculo es el resultado de un minucioso investigación de la ciudad como sinceridad inacabada, con sus propias tensiones dinámicas entre digitalización y ruralización, del urbanística de las redes, del ideal de la gran ciudad. Andreu Ulied nos lleva a la formulación de la visión retroprogresista. Expone: “El urbanística progresista debería ser diferente, retrospectivo. Entre la melancolía de las tradiciones perdidas y el delirio de inventar nuevas utopías, deberíamos situarnos en la discernimiento del retroprogresismo de Pániker”. La visión de Ulied incide en la indigencia de enfrentarse el presente y el futuro como espacios en constante dialéctica para seguir generando ciudad.
El debate sobre el futuro de Barcelona, de las ciudades en caudillo, queda perfectamente enmarcado en la cuota del urbanista José Antonio Acebillo, que fue arquitecto y urbanista y que entre 1981 y 1987 fue director del Servicio de Proyectos Urbanos del Cabildo de Barcelona. En su opúsculo/estudio Urbanística Disruptivo. Maneras Glocal, (Actar ), Acebillo fija las bases de la nueva ciudad. Si correctamente su opúsculo no se centra en Barcelona, el gravedad de sus reflexiones plantea algunas de las cuestiones claves que la ciudad deberá replicar. Uno de los fundamentos esencia de su propuesta es encargarse el brinco de una crematística terciaria, es sostener, referente a los servicios, a la neoterciaria, que hace relato a “una ampliación del sector terciario clásico que aparece con la globalización, por los programas y sistemas productivos provocados por las nuevas tecnologías”. Plantea a la sociedad civil recuperar la energía de las ciudades y la confianza en la ciencia urbanística: “El urbanística táctico, aunque prodiga sus alabanzas al conocimiento, en sinceridad desconfía de las disciplinas académicas territoriales y de las parecer urbanísticas conceptualmente rigurosas…”. Su opúsculo/estudio muestra, a partir de 52 proposiciones, cómo alcanzar un nuevo maniquí urbanístico, al que denomina urbanística disruptivo, capaz de ocasionar nuevas dinámicas de ciudad ligadas al mejora tecnológico y al caudal social urbano.
A finales del 2018, el periodista y escritor Miquel Molina publicó el opúsculo Alerta Barcelona. Adiós a la ciudad autocomplaciente (Libros de Vanguardia) . El propósito del vademécum, según el autor, “va de desconexiones. O de conexiones que luego se cortocircuitaron. O, sobre todo, de cómo reconectar lo que ya no está unido. Si es que lo estimamos necesario”. Su propuesta es reconectar la ciudad destacando la civilización como uno de los ejes principales para plasmar y desarrollar la capital; reconectar volviendo a entender el despertar y el empuje de la sociedad como factores determinantes para el progreso de la ciudad. Propone activar “a su multitud, asociacionismo, sus empresas y su consistorio” para conquistar más autonomía y capacidad de acto. El opúsculo muestra, y es esa su gran cuota, que la posibilidad a los problemas de los ciudadanos, incluso los derivados del conflicto planteado por el independentismo contra el Estado, es hacer más Barcevela. Tres primaveras más tarde, Molina publicó Plan Barcelona. Ideas para impedir la decadencia de Barcelona (Libros de Vanguardia). Si en el antedicho trabajo planteaba un diagnosis de la ciudad, Plan Barcelona consigue delimitar un plan de acto a la vez codicioso y posible. Miquel Molina propone activar la montaña de Montjuïc, suponer por la innovación, recuperar la Ciutadella, delimitar el gravedad metropolitano de la ciudad y tomar conciencia del rol de capitalidad del Mediterráneo, europea e hispánica, preparada para encargarse los grandes eventos culturales contemporáneos. Los dos ensayos de Molina establecen la indigencia de efectuar, tras un proceso de investigación y crítica, para mejorar y cambiar las cosas de Barcelona y dejar detrás tiempos pasados que ya no volverán.
El escritor Xavier Bru de Sala, en su opúsculo Barcelonismes: els Barcelonismes potencien Catalunya (Tibidabo Edicions), establece una serie de indagaciones sobre la sinceridad y la psicología de la ciudad que definen su espíritu. En su vademécum, Bru de Sala advierte que el mejor invento de los catalanes ha sido Barcelona; sin su potencial, el tesina político, cultural, financiero y social de Catalunya se vería débil. Barcelona es la respuesta a las tensiones y desafíos individuales y colectivos de Catalunya. Nos invita a indagar sobre los fundamentos de una ciudad moderna edificada bajo dos tradiciones culturales conectadas, como son el modernismo y el noucentisme, que reflejan su energía creativa y organizativa. La ciudad que describe Bru de Sala en el 2019 es además la que debe impulsar el Hospital Clínic de Barcelona, el papel esencia de las universidades y la puesta por la civilización y educación, la que debe trazar un plan de actuaciones efectivas para la montaña de Montjuïc y, en singular, potenciar el papel del MNAC .
Tres primaveras luego, acaba de publicarse La ciutat insatisfeta. Tot el que Barcelona pot arribar a ser (Ara Llibres) de Miquel Puig. Su propuesta/opúsculo de ciudad refleja una ilusionante panorámica sobre la capacidad de Barcelona, entendida como motor financiero, social y cultural. Su opúsculo advierte sobre la imperiosa indigencia de recuperar la ciudad de los consensos, de los acuerdos y de las complicidades. Miquel Puig, ex regidor del consistorio de Barcelona por Esquerra Republicana, nos dice: “Es cerca de del tesina de una ciudad dinámica que evite el provincianismo que las fuerzas económicas, culturales y sociales que se expresan en la ciudad pueden volverse a unir, porque solo los grandes objetivos son capaces de conseguir este fenómeno. Estas fuerzas no coincidirán en cuál debe ser el destino final del tesina, pero, a medida que avance, el acercamiento supondrá obligatorio”. Plantea además la indigencia de pelear sobre el turismo, no para evitar su mejora, sino para poner las bases para impulsar un turismo de más calidad, así como la indigencia de conquistar convertir la ampliación del Hospital Clínic en una gran oportunidad para la ciudad. Según Puig, se debe emplear la ampliación del Clínic para “diseñar un nuevo 22@ especializado en biomedicina en el sentido más amplio, con espacio para startups, aceleradores y empresas consolidadas y donde la UB y la UPC puedan instalar centros de transferencia de tecnología”. El título La ciutat insatisfeta designa una ciudad que vive con tensión, que no aprovecha las oportunidades que se le abren como consecuencia de los cambios tecnológicos y económicos y que, al mismo tiempo, es una ciudad que no se conforma con lo que tiene y quiere más.
La mayoría de los autores aquí citados entienden la ciudad como una sinceridad no sujeta solo a los vaivenes de la ideología sino al deseo de cambio y de progreso de Barcelona. El planteamiento caudillo que subyace en todos ellos es que la ciudad es un organismo complicado, contradictorio y dinámico. La ciudad necesita recuperar los grandes consensos para activar nuevos proyectos y cerrar viejas heridas; necesita potenciar áreas como Montjuïc, la Ciutadella, el 22@… para no desaprovechar su potencial; necesita una ojeada metropolitana de su campo de acto; y sobre todo, debe cerrar los debates en relación a las infraestructuras (ampliación del aeropuerto, cercanías, puerto de Barcelona y llegada a la ciudad), el maniquí de movilidad y el cambio climático, para afrontar los retos que tienen delante sí la ciudad y sus ciudadanos. El aspecto transversal en todos ellos es entender la civilización y la innovación como factores principales para ocasionar y consolidar la nueva Barcelona.
La cuestión que debemos preguntarnos es memorizar porqué la civilización y la innovación, los equipamientos y empresas culturales, los festivales, los certámenes tecnológicos y los grandes acontecimientos de ciudad son fundamentos que logran un amplio consenso. Cerca de preguntarse por qué la civilización es esencia para la estabilidad y el progreso de la ciudad. La respuesta la encontramos en una serie de libros que establecen el cartuchón vínculo entre los ciudadanos, los artistas y la ciudad. A finales del 2018, el periodista y escritor Màrius Carol ofrecía su visión sobre la forma de radicar y observar de los ciudadanos en su ciudad en el vademécum titulado Els barcelonins (i les barcelonines) (Elba). Una vez más, nos percatamos de la complejidad de la vistazo de los barceloneses sobre su ciudad y la forma de habitarla. Su civilización y su carácter expresan su capacidad de compatibilizar, con tensión, el cosmopolitismo y la indigencia de no perder de perspectiva el oficio que les es propio. Màrius Carol establece un ser barcelonés conectado a la civilización de su ciudad pero que vive momentos de crisis e incertidumbre.
Sergio Vila-Sanjuán, en su opúsculo Barcelona, la ciudad de los libros (Libros de Vanguardia), destaca la estrecha vinculación de los ciudadanos de Barcelona con el mundo editorial, sus escritores y la Diada de Sant Jordi, entendidos como una síntesis y enunciación de la ciudad cultural y cívica. Es la ciudad literaria que asume el rol de caudal de la impresión en castellano y que forja el expansión de escritores latinoamericanos. Es una metrópolis abierta a Europa y al Mediterráneo. Es una ciudad hecha de piedras pero, sobre todo, de ideas, desde los romanos hasta hoy. Jaume Grau, en su vademécum La història de Barcelona en 10 passejades (Rosa dels Vents) describe un alucinación por la historia de la ciudad. Su paseo por la Rambla muestra el carácter de la capital y sus gentes como oficio de batalla y vínculos.
En marzo del 2019, el escritor Jordi Corominas, en su narración Paràgrafs de Barcelona (Ático de los Libros), ofrece su visión personal de la ciudad vivida, donde la civilización, el conflicto y las contracciones se entremezclan para dotarle carácter esencial. Corominas observa que “las tres chimeneas de Sant Adrià gustan porque están acullá. Como mucho las contemplamos desde la carretera o desde cualquier mirador y con el tiempo les hemos cogido afecto. No amenazan y son como aquellos amigos de toda la vida con los que hablas sin terminar nunca”. Acaba publicarse el Atles MUHBA d’història de Barcelona (MUHBA ) a cargo de Borja de Riquer, historiador, Jaume Muñoz, director de Memòria, Història i Patrimoni y Joan Roca, director del MUHBA, en cuya segunda parte aborda temas estratégicos y nucleares de la Barcelona del siglo XX. La civilización, en singular la humanidades, es activadora y conocedora de la dimensión sensible de la ciudad. Todas ellas son obras que inciden en señalar la importancia de la civilización como motor de la ciudad.
Durante estos poco más de cuatro primaveras que van desde finales del 2018 hasta hoy, Barcelona se ha convertido en motivo de consejo. Nunca como ahora la ciudad ha vivido irresoluto de cómo se debe replicar a los grandes retos y problemas a afrontar. Barcelona importa y los autores citados son una muestra de la indigencia de reafirmar el compromiso de contemplar la ciudad con una vistazo crítica y propositiva. La cantidad de proyectos, de iniciativas y de propuestas de ciudad referenciados en este artículo indican la indigencia de identificar Barcelona con el concepto de ciudad propio de todas las grandes metrópolis del mundo, es sostener, una ciudad capaz de construirse, con sus contradicciones e incertidumbres, impulsando su potencialidad, no para acabarla, sino para que evolucione de la mano de los ciudadanos.
Nos encontramos en un momento donde observar sobre el presente y el futuro de Barcelona es mirarse en un espejo en el que uno exploración encontrarse y no siempre lo consigue. Tal vez por esta razón, tanto políticos como plataformas, entidades, periodistas y escritores están concentrando su esfuerzo en delimitar la ciudad como sinceridad y no como un tesina en disputa constante. Tal vez por esta razón, existe tanto interés, no en determinar qué maniquí de ciudad se quiere impulsar, sino en memorizar qué demandan los ciudadanos para su ciudad, cuál es su mandato para los próximos primaveras. /
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