La machista y racista Enid Blyton

Jengibre. Descubrí esta palabra un verano de infancia. Y no en los cuadernos Santillana que tanto disfrutaba rellenar cada mañana, sino en las lecturas de Los Cinco de Enid Blyton. Durante esas recreo de no sé qué año, me propuse devorar las 21 novelas de la colección y, encima, por orden de publicación. Lo tenía sencillo, todos los volúmenes estaban acertadamente colocados en una estantería de la habitación de mi hermana veterano, ávida lectora de las aventuras de Julián, Dick, Jorge, Ana y el entrañable perro Tim. Y, a pesar de la desgana veraniego, mi paladar me pedía degustar esas galletas de jengibre que tanto celebraban los cinco de las historias de la británica. No lo hice hasta mucho tiempo posteriormente, pero sí terminé toda la colección de un plumazo.

Enid Blyton sabía conectar con el sabido pueril, quizá porque sus protagonistas se las apañaban solos sin adultos molestando de por medio. Ella, que nació hace encajado 125 abriles (el 11 de agosto de 1897), despertó el traje maestro de niños y niñas de diferentes generaciones. ¡600 millones de libros vendidos en 40 idiomas! Y sus historias siguen publicándose y comprándose. Eso sí, no de la misma forma. En los últimos abriles, diferentes editoriales han revisionado su obra para eliminar dejes racistas o xenófobos. Así, nos podemos encontrar nuevas ediciones que han incluido cambios relevantes para evitar herir sensibilidades. 

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La escritora Enid Blyton

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Sin ir más acullá, el año pasado la ordenamiento benéfica The English Heritage pidió que se revisara su habla. Hace cinco, con motivo del 50 aniversario de su crimen, la Casa de la Moneda Británica se negó a difundir unos 50 peniques conmemorativos alegando encima homofobia y sexismo. Sus libros transmiten indiscutiblemente títulos patriarcales, con una dulce Ana asustadiza, protegida por sus hermanos varones, y que ya apunta maneras como eficaz y entregada ama de casa, a la vez que reprocha a su prima Jorgina (Jorge) que se comporte como un pequeño (¿un primerizo caso trans?).

Nacida hace encajado 125 abriles, la británica despertó el traje maestro de niños y niñas de diferentes generaciones

Si nos fijamos en su vida, la cosa empeora todavía más. El carácter afable que transmitía respondía a una gran campaña de marketing que ella misma alimentaba con esmero. En existencia, le podía la afán, le molestaban los niños (incluso sus propias hijas), era vengativa y se la acusó de utilizar escritores a sueldo para sus escritos. Su caso no es único y es el relación de nunca finalizar y cansino que estamos viviendo con los clásicos. ¿Hasta qué punto una vida privada reprochable debe censurar la obra de un creador? ¿Debemos obviar el contexto histórico o quizá explotar la situación para conocer mejor de dónde venimos y lo que todavía nos errata por recorrer? ¿Es permitido reescribir lo que ahora consideramos socialmente vituperable? Y, sobre todo, ¿por qué se acusa a unos y a otros no? Sin duda, muchos mitos van cayendo a lo espléndido del tiempo, aunque a menudo somos nosotros quienes decidimos tirarlos por la baranda.

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